Analizando las medidas que este Gobierno y el Gobierno anterior han tomado en nuestro país, desde hace años me vengo preguntando cómo puede ser que nuestros políticos, especialmente aquellos que ocupan cargos de responsabilidad, sean tan necios. La Justicia está hecha una pena, la Educación no hay quién la enderece, los casos de corrupción aumentan a cada segundo, el paro está desbocado y la pobreza de niños y mayores es semejante a la de países tercermundistas. Me imagino que, para destrozar un país en tan poco tiempo, alguna razón tiene que haber. Resulta evidente que las medidas que toman nuestros políticos en muchísimos casos son absurdas, carentes de sentido, arbitrarias, contradictorias en infinidad de ocasiones, algo que parece más propio de personas sin criterio que de gobernantes.

Y es que, después de darle vueltas y vueltas, esta semana al fin he encontrado la razón para tanta majadería. Resulta que los cubatas en la cafetería del Congreso están a 3,40 euros. Toma castaña.

Lógicamente -no se vaya a malinterpretar-, no quiero decir con ello que a nuestros políticos les guste darle al alpiste de lo lindo, colocándose la corbata sobre la frente y bailando el Gangnam Style descamisados sobre la mesa del Consejo de Ministros. A pesar de los casos de políticos borrachos al volante, que luego son los que legislan para que los demás no beban, no creo que nuestros políticos sean unos borrachines.

Según se ha sabido, para finales de este año se prevé que se conceda un nuevo contrato de restauración del Parlamento. La empresa ganadora recibirá en poco más de dos años 2,18 millones de euros, más IVA. Al mismo tiempo, recibirá una lista de precios máximos. El menú del día, IVA incluido, no podrá superar los 13,40 euros en el restaurante y los nueve euros en autoservicio. Asimismo, un desayuno compuesto por café con leche y tostada con mermelada o mantequilla, o bien un chocolate con cuatro churros, no costará más de 1,05 euros. Por su parte, en el apartado de bebidas, un tercio de cerveza saldrá a 1,40 euros; un vermouth, 1,45 euros; un dry martini, 2,65 euros; un bloody mary, 3,45 euros; un Dyc Reserva 8 años, 4,20 euros; un escocés reserva, 9,90 euros; el chinchón seco o dulce, 1,25 euros; un pacharán, 1,65 euros; una copa de Rioja, 1,65 euros y una de Ribera, 2,10. Es decir, el lugar ideal para irse de botellón.

Como decía al principio, no creo que nuestros políticos sean unos borrachines. Si fuese así, incluso podría perdonárseles todas esas medidas y leyes que adoptan para robarles las pagas extras a los funcionarios, para rebajarles las pensiones a los jubilados, para hacer más miserables los sueldos. Qué va, todo eso lo hacen a conciencia. En realidad, nuestros políticos no son unos borrachines; son unos caraduras, gente sin escrúpulos, sin ningún tipo de principio más que el enriquecimiento personal.

Mientras en los comedores escolares por precios muy similares se ofrecen menús de paupérrima calidad, nuestras señorías se ceban como gorrones comiendo chuletillas de cordero a bajo precio a pesar de sus enormes sueldos. Si son capaces de algo semejante, su catadura moral como individuos y sus intereses políticos y personales creo que quedan suficientemente definidos.