?Eran los 80 del XX cuando un editor que acababa de publicar un libro mío me habló por primera vez de alguien llamado José Luis Sampedro: "Tenemos un ensayo sobre economía, en forma de tebeo, que escribió un fulano genial. Es un anciano con el espíritu más joven que he conocido. El otro día, en una feria de libros, al ver que a nuestra caseta no se acercaba nadie, agarró un ejemplar del suyo y comenzó a vocear: '¡Vengan y compren, señoras y señores! ¡No lo vendo a cinco, no lo vendo a cuatro, lo vendo barato!'. Como si estuviese en el mercado, ya sabes". En esa imagen de Sampedro se encuentran varias de sus constantes: la rebeldía que no para en remilgos para mostrarse tal cual; el humor como pócima de la eterna juventud; el conocimiento de cómo funcionan los mercaderes, grandes y chicos, hasta en la forma que tienen de hacerse propaganda; y el éxito, pues aquel día colocó al público un buen puñado de ejemplares de su libro (creo recordar que se titulaba El mercado y nosotros), como años más tarde haría con sus novelas.En efecto, la vejez debe pillarte trabajando, pues, en caso contrario, acabas por crear musgo en el sillón y volverte el cascarrabias de las batallitas.

Así Sampedro, con su labor cumplida como economista en los bancos y en la universidad, volvió a sus pinitos narrativos jóvenes y se levantó una fama estupenda como fabulador, sin perder de vista un momento lo que se iba cociendo por ahí en el terreno del dinero, del mercado: la gran estafa, también llamada 'crisis' por quienes la perpetran. Estaba Sampedro en todas las movidas, pero no como el Sartre patético que se moría por una foto con los revolucionarios del mayo francés: Sampedro, educadísimo y gigantesco, explicaba con tanto vigor como paciencia en las entrevistas que Iñaki Gabilondo o Jordi Évole le hacían (o le rendían, tanta admiración infundía a sus interrogadores) cómo y por qué nos meten la mano en el bolsillo y piden que ni chistemos; y daba soluciones; y acusaba señalando con el dedo; y exhibía su conocimiento de causa; y no dejaba de decir que otra forma de economía era posible. Menudo anciano más joven.

Este año, su librito El mercado y la globalización es lectura obligatoria para la Prueba de Acceso a la Universidad en Asturias. Hace mucho que no disfrutaba tanto preparando a mis alumnos un power point sobre quién fue José Luis Sampedro, solo por ver sus caras cuando leían algunas frases del gran tipo: "Una sociedad que sustituye bienestar por beneficio es una sociedad en grave decadencia"; "Con la mitad del dinero que se pretende inyectar para que un banco esté lleno, se podría evitar el recorte en lo más importante que hay: la educación y la sanidad". Las caras de mis chavales mostraban expectación y sorpresa porque quien así hablaba, tan revolucionario, era un viejo que, además, había prologado el ¡Indignaos! de Hessel, manifiesto del 15-M; que, además, había tenido puestos importantes y muy bien remunerados, pero que no se había puesto encima la mantita a cuadros de la ancianidad y los cruceros sino que seguía en la trinchera; que, además, tenía toda la pinta de ser peleón, bienhumorado y, sobre todo, de saberse muy bien lo que se decía. Que era, en definitiva, lo contrario de lo que ellos creían que debían ser todos los viejos, vocingleros quejicas sin nada que aportar. No, José Luis Sampedro siempre voceó su verdad, la que, sin duda, tanto ofenderá hoy mismo a los sobrecogedores del Poder, seguro que ya prestos a sacarle tachas a este gran rebelde. ¿Qué importa la edad cuando se cree en la Vida "progresando a pesar de los Pilatos? ¿No es un empujón ante la desesperanza reinante y que nos quieren vender como inevitable la obra terca, perseverante, cargada de soluciones de José Luis Sampedro, currante eterno hasta que ayer se le apagó la luz?