Una democracia coronada tiene un problema cuando el Mensaje de Navidad del Rey supera en audiencia a las dosificadas y abúlicas intervenciones del presidente del Gobierno. Volvió a ocurrir el lunes, y el monarca no ahorró ninguna de las causas que están «generando un desapego hacia las instituciones y hacia la función política», donde cabe recordar que la nómina institucional incluye a la Corona. Por desgracia, el certero diagnóstico no se acompaña de un tratamiento fiable, porque Juan Carlos de Borbón se remite «a la actitud abnegada y leal» de familias y organizaciones benéficas, amén de apelar a las protocolarias virtudes navideñas de la «generosidad y "olidaridad». Ni la sombra de un reproche a la codicia y el pésimo ejemplo de quienes han compartido los viajes y cacerías del Rey.

A diferencia del prescindible Rajoy, el Rey no abdica de sus funciones en la breve alocución navideña. El mensaje se remite a la transición a la democracia, investida con todo el peso de la cronología. Así, promueve «valores que hace más de tres décadas» crearon «un nuevo marco de convivencia». Y no evita la personalización, «a lo largo de los treinta y siete años de mi reinado». Es decir, el Rey se aferra al trono, cuando está a punto de cumplir los 75 años que suponen un mojón con sello de retirada.

Urdangarin y Cataluña se han quedado para otro mensaje navideño. Las omisiones endurecen las reprobaciones al Gobierno, al reclamar «la protección de los derechos sociales». Con sus carencias, el tono del Rey contrasta con el desesperante Rajoy, que se dirigió en Nochebuena a las tropas en el exterior con la nada estimulante referencia «al mundo que nos ha tocado vivir». Nueva apelación a la fatalidad de un presidente que invita al desistimiento y fomenta que «la política no viva hoy sus mejores horas», en la valoración del monarca. En el desenlace, el jefe del Estado comparte con gobernantes y economistas la ignorancia absoluta sobre las vías de solución de la mayor mutación económica de la humanidad. De ahí que apele castizo a la confianza en «nuestras posibilidades de salir adelante». A ciegas.