La Iglesia ortodoxa copta designa a su Papa de la siguiente forma: miles de personas relevantes de esa Iglesia eligen una terna y luego un niño saca una papeleta de la urna en que están los nombres de los tres. Esta última elección se supone que no es fruto del azar, sino de la voluntad de Dios. Parece un sistema razonable, más democrático y libre de cabildeos de una élite que el de la Iglesia católica, que no es copta, pero se coopta. Por otra parte, aunque no todo el mundo cree en Dios, en el fondo todo el mundo cree en la suerte, o sea, en que detrás del puro azar hay algo, que le quiere a uno o no le quiere. El azar servía también para la elección del consejo ateniense (la boule), y a lo mejor habría que pensar en él para los laicos. El nuevo Papa copto, que ha tomado el nombre de Teodoro II, tendrá buenos motivos para dar gracias a Dios y no para devolver el favor a sus compadres.