No sé qué hay de cierto o definitivo en la noticia, pero si es verdad que se marcha ya el presidente Valcárcel no puedo evitar dos reflexiones inmediatas: por un lado le ofrezco mi más sentido pésame a mi vecino de página, que ya andará secando lágrimas y sonando mocos pensando que se le va su presi querido y, por otro lado, celebro con inmensa alegría lo extraordinario de esta noticia para la Región de Murcia. Tarde, esperemos que no demasiado, pero tarde, me parece; creo que se tenía que haber marchado hace mucho tiempo y no precisamente por esta puerta grande falsa que muchos dirigentes crean para cambiar de sillón. Ha habido motivos para dimitir, motivos en plural, y muchísimas ocasiones para el sonrojo político, pero estos políticos nuestros, de clamorosa medianía y justitas habilidades como gestores de lo público, se lucen de verdad cuando toca recrear el decorado de la despedida emotiva y llena de homenajes.

Los abrazos, las cenas homenaje, las intervenciones emocionadas, los diplomas, las metopas, las placas y calles con su nombre, los doctorados honoris causa, todo es demasiado bonito para dejarlo pasar reconociendo las cagadas continuas y flagrantes que han convertido a la Región en una caricatura que ni cuenta, ni pincha, ni corta. Cualquiera prefiere hacerse el tonto y despedirse a lo grande, por muy falso que sea el boato antes que reconocer errores y salir discretamente y callandito. Después de tantos años, es lógico querer quedarse simplemente con lo bueno, no vayamos a sacar la balanza ahora.

Valcárcel ha sido el presidente del ladrillo. Ha convertido a Murcia en la Región del ladrillo remedando otras con peores finales pero de similar recorrido, de los centros comerciales, de los campos de golf y sus resorts de infinitos beneficios y beneficiantes, del copago, de los recortes impensables, del agua para casi todos y según marque el reloj electoral, de las elecciones regionales con veintidós militantes del PP imputados, la Región que ha llegado a tener a la mitad, pásmense, sí, la mitad de sus Ayuntamientos bajo investigación por tramas de corrupción, la Región de los miles de funcionarios que ya no gritan de indignación porque los recortes los ha dejado hasta sin resuello, la Región de lo proveedores absolutamente hundidos por la morosidad gubernamental mientras oyen a su presidente decir que Murcia va bien porque no le debe dinero a los bancos€ muérete ya.

Y quizá por ahí va lo que más me llama la atención de este presidente, de este político: su oratoria. No me entra en la cabeza que se haya tolerado por tanto tiempo el discurso de Valcárcel, amagando y jugando a dar y ejercitándose en el noble arte del retruécano bajo la mirada complaciente de€ ¡todo el mundo! No se puede tolerar a un gobernante que juegue con la palabras y declaraciones del modo en que lo ha hecho siempre el presidente de los murcianos: no duden ustedes que haré lo que sea lo mejor para los murcianos, que pare eso es lo mejor y no es otra mi obsesión, que para eso los murcianos han puesto su confianza en que se hará lo mejor, y con el esfuerzo de todos, pues€ bla, bla, bla. Ha dado explicaciones absolutamente incomprensibles cuando se ha encontrado entre la espada y la pared de sus propias declaraciones anteriores, pero no hay problema y, además, ha sorteado con aparente discreción y cuidado un salvajemente elevado número de poblaciones y lugares con olor a podrido, como Umbra, Zerrichera, Ulea, Totana, etc. Nos deja una Región con ese olor putrefacto por sus cuatro costados, pero quizá está teniendo la habilidad, que remarcaba el gran Montiel en su artículo de hace unos días, para marcharse en el momento oportuno. Pero, no nos engañemos, ha tenido la inmensa suerte de contar con una oposición peor que inexistente. La oposición de los socialistas ante el presidente de Murcia ha sido uno de sus pilares fundamentales para un mandato relajado y cómodo para decir y desdecir, y para meter y sacar la pata a discreción.

¿Y la sucesión? Qué momento, señores, qué momento. Quizá tendremos un sucesor a la altura de lo que se merece la gente de esta Región o quizá deje yo de decir tonterías y me pare a pensar en Bernal el Recortador: ¿qué tendrá este hombre en la cabeza? O en Cruz, el Derrochador, que es más pedante, pero más divertido o, tal vez, se extienda sobre Murcia la alargada sombra de Pilar Barreiro, que es otro chisme que corre por ahí, aunque yo me creo más lo de que se va a Madrid, supongo que cansada de amores políticos interesados, pelotas y falsos del primero al último.

En fin, que se va un presidente de, en mi opinión, pésima gestión, pero €otros vendrán que bueno lo harán.

Eso, seguro.