Como todos sabemos, la construcción es uno de los sectores que más está sufriendo las consecuencias de la crisis. La drástica reducción de la inversión pública y la paralización de la actividad de promoción privada ha hecho que los ingresos nacionales del sector hayan descendido del orden de un 80% o un 90%. La misma reducción la ha sufrido un importante subsector del ámbito de la construcción, el de la ingeniería.

Durante la década del 2000 a 2010, en España ha habido un gran volumen de inversión en infraestructuras. Se han desarrollado importantes aeropuertos, líneas de ferrocarril de alta velocidad, autopistas y autovías, actuaciones hidráulicas de todo tipo, ampliaciones de las ciudades, etc. De acuerdo con una reciente clasificación elaborada por el Foro Económico Mundial de Davos, España es el décimo país del mundo con mejores infraestructuras. En esta clasificación España está por delante de Japón o Estados Unidos. En todas las grandes obras que se han realizado en nuestro país han intervenido equipos de ingeniería que han adquirido y desarrollado una importante experiencia. Hay seis grupos españoles entre las diez empresas constructoras más grandes a nivel mundial.

En el subconsciente colectivo, cuando se habla de ingeniería o tecnología se piensa en los alemanes, por sus coches o sus electrodomésticos. Ahora, en vista de la cantidad de ingenieros parados que hay en España, los demandan en Alemania. No debemos ser tan malos los españoles. Los técnicos ya están formados y pueden ser productivos en las empresas alemanas. Es una gran pérdida como país que gran parte de nuestros jóvenes o no tan jóvenes mejor formados tengan que emigrar porque no haya trabajo en las empresas españolas.

El contrato del ferrocarril de alta velocidad de Medina-La Meca conseguido por un consorcio público-privado español supone un volumen de 6.000 millones de euros. Eso quiere decir que una vez que finalice la obra, nuestro país habrá recibido unos ingresos equivalentes a muchos de los recortes que se están llevando a cabo. Hay que intentar repetir este éxito. Lo que se debe hacer es fomentar la exportación de lo que sabemos hacer. Si se consiguieran contratos para vender ingeniería de alta velocidad en Rusia, Brasil, Israel y/o Estados Unidos (países que ya han anunciado planes de este tipo), podría suponer ingresos de exportación del orden de los 20.000 millones de euros, es decir, el equivalente a dos años de los recortes en sanidad o el 20% del rescate del sistema financiero. Al igual que en la alta velocidad, hay otros muchos sectores como las carreteras, las energías renovables o las infraestructuras hidráulicas cuya tecnología y conocimiento son demandados en otros países y en los que los ingenieros españoles han demostrado su capacidad y su competitividad.

La ´transferencia de tecnología´ no solo se reduce al diseño y realización de infraestructuras sino también a la formación de ingenieros y funcionarios de otros países en Universidades y Administraciones españolas. De esta manera se pueden formar en conocimientos técnicos y de planificación y gestión de infraestructuras. Se deben enseñar nuestras normas técnicas para que las puedan aplicar en sus países.

La llamada Marca España que tanto quieren promover los políticos para mejorar la imagen como país y fomentar las exportaciones tiene un gran activo en el sector de ingeniería civil. Tenemos que aprovecharlo.