Cuando la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia concede, a través de su Gobierno, la Medalla de Oro, máxima referencia regional del valor moral, político o social, de personas o instituciones a favor de la Región, lo hace desde la creencia de que, a quien se le impone dicha medalla es garante de méritos más que suficientes.

Este es el caso de Andrés Hernández Ros. Primer presidente de la Región de Murcia que estableció las primeras leyes y normas de convivencia política, tanto en la Asamblea Regional como en el Gobierno y su Consejo. Por eso, Hernández Ros encarna la máxima representación institucional histórica como primer presidente autonómico e impulsor del consenso político, del Estatuto de Autonomía. Con él se sientan las bases de un marco democrático y sus símbolos más preciados, el Estatuto, la bandera y hasta el Día de la Región. Lo sé bien, porque estuve en aquellos momentos, por decisión del propio presidente y de su partido, en las decisiones, tanto en el ajuste preautonómico como en el primer Gobierno autonómico y en la Asamblea Regional, a partir de 1982, junto a sus compañeros María Antonia Martínez, José Plana, Juan Manuel Cañizares o Pedro Antonio Mira Lacal, ayudados por funcionarios de la Comunidad y colaboradores de aquella época, así como con el resto de personas de los partidos políticos que conformaban la representación parlamentaria. Pero fue Andrés Hernández Ros, el director de aquel consenso regional quien, con sus sobradas maneras de integración en beneficio de su tierra culminó el proceso autonómico.

Sabía, antes de que el actual Gobierno regional diera la noticia de la concesión de la Medalla de Oro a Hernández Ros, que el presidente Ramón Luís Valcárcel había determinado llevar a cabo dicho honor este año en que se cumplen treinta del Estatuto, pero no quise quitarle el protagonismo que merece tal decisión. Y es ahora cuando deseo manifestar públicamente mi alegría. Y digo alegría, porque la decisión de que un presidente de Gobierno otorgue la mayor insignia de la Región a otro presidente que no es de su misma ideología política es para mí un síntoma de credibilidad democrática, desde la convivencia política y la generosidad institucional.

Y lo es también porque, en los malos tiempos de crisis que corren donde se enconan las propuestas programáticas de los actos partidistas, éste que el presidente Valcárcel realiza en favor de Hernández Ros es también síntoma de normalidad democrática institucional, de la ida y la vuelta de que la política no es sólo cosa de partidos y de enfrentamientos políticos por las ideas, sino del entendimiento de unos hechos que determinan el valor de los hombres y mujeres que hacen de la política una manera de servir a su tierra en el reconocimiento a quienes la han servido también.

Es por esto que deberíamos felicitar al presidente que será condecorado así como al que le concede el alto honor. Y felicitarnos a los murcianos porque a los treinta años de aquel paso histórico sin precedentes la decisión concierta un puente de armonía entre un pasado y un futuro que no sólo depende del buen funcionamiento de las instituciones sino del debate en libertad a través de la voluntad y expresión que emana de la pluralidad, pero también de los nobles gestos de reconocimiento al valor histórico, político y cívico que, a través de las virtudes públicas, inciden en el carácter de nuestro destino como Región. Con mi agradecimiento y felicitación.