Tras la jornada de huelga, toca la serena reflexión que giraría en torno a la guerra de cifras, la causa, los medios empleados y finalmente los efectos de la protesta.

En cuanto a la guerra de cifras, parece que hubo una importante participación en algunos sectores, pero no así con carácter general, por lo que las cifras de participación no acabamos de justificarlas. lo cual debe hacer recapacitar al mundo sindical en la idoneidad de este medio de protesta por su exiguo apoyo y los perniciosos efectos del mismo.

Por lo que respecta a la causa de la huelga, creemos que tiene toda la legitimidad del mundo, que los trabajadores protesten públicamente por una reforma que les hace perder importantes derechos adquiridos durante décadas, y sobre todo, porque representa que se les pasa una importante parte de la factura de la crisis económica.

De otra parte, en esta protesta se han seguido diversos medios. Por un lado, la huelga general, que es lícita, aunque puede pensarse que sea inoportuna para la actual situación económica del país, pero cada uno se queja cuando le duele, y a los trabajadores les ha hecho particular daño la pérdida de derechos sociales. Y lo que es peor, aún está por ver que las medidas sean realmente válidas para facilitar el empleo y la reducción de la importante cifra del paro.

Sin embargo, la formación de piquetes llamados informativos no parece que tenga ningún tipo de amparo ni sentido. Hemos visto, una vez más, numerosas imágenes de violencia de esos piquetes, agrediendo a otros ciudadanos, insultándolos, rompiendo y quemando mobiliario urbano. Pero, sobre todo, por el efecto de llamada que ha tenido —singularmente en Barcelona— con los grupos antisistema, que se han dedicado a montar su particular ´guerrilla urbana´.

Afortunadamente, al margen de esos episodios de violencia callejera, se produjeron cientos de manifestaciones de conclusión de la jornada de protesta seguidas mayoritariamente, que de forma pacífica expresaron su queja. Este último es un hecho innegable de importante apoyo social de la protesta, y sobre todo, a tener en cuenta por parte de la subsiguiente acción de gobierno en los ulteriores recortes que quedan por efectuarse, donde ha de templar la tijera para no cortar donde siempre.

Y, por último, los efectos de la protesta nos llevan a la clave de todo. Pues con pragmatismo se podría decir que la ´queja ya estaba descontada´ en las previsiones gubernamentales —como expresó el presidente Rajoy en Bruselas—.

El problema radica en que estando en la Unión Europea (UE) hemos ido cediendo sectores de soberanía —como la política monetaria—, y esto nos lleva a que tengamos necesariamente que maniobrar con herramientas homologadas por Bruselas, de forma que esta cuestión realmente así planteada excede a las posibilidades prácticas del Gobierno de España.

Este es el sistema económico globalizado en que nos hemos embarcado. De forma que si queremos mantener el nivel de vida, nos dicen que hemos de producir más (tener más ingresos, hacer más negocio).

Naturalmente todo esto es fruto de un sistema capitalista, competitivo, individualista, que busca la eficacia del rendimiento, o sea, de la ganancia. Tal parece que sea el rumbo que han impuesto a la UE.

En ese horizonte es donde cabe preguntarse: ¿hay alternativas? ¿puede reconducirse ese objetivo atisbado? Esta creemos que es la auténtica cuestión.

El poder desentrañar esas preguntas, y determinar si nuestro pueblo quiere embarcarse en esa aventura, o por el contrario prefiere otro rumbo —naturalmente cualquier opción tiene sus consecuencias—.