Es la eterna pregunta que nos hacemos cada cambio de temporada. Las estaciones del año siguen su curso al margen de nuestra duda. Haga frío o calor, llueva, nieve o salga el sol no sabemos a qué atenernos. La cuestión va mucho más allá del fondo de armario, de la necesidad de renovar el vestuario e incluso de la crisis. Por ella, proliferan los talleres de arreglo de prendas de vestir. Renovar ya no es sinónimo de comprar, además prácticamente se lleva todo. Extraña liberalización de la moda que nos esclaviza. No existen espejos mágicos, la realidad corporal es la que es —personal e intransferible— y atenernos o no a ella, supone conocer o no los cánones de belleza, los sentidos práctico y común, amén de respetar a los demás y a nosotros mismos. Somos más que cuerpo.

La personalidad tiene un valioso dentro que requiere un adecuado envoltorio. Trapos y harapos, rotos y descosidos distan del buen vestido. La ropa informal no tiene que ser chabacana, como tampoco la de vestir tiene que resultar inaccesible para la mayoría de los bolsillos. El buen gusto supera con creces el sistema métrico decimal aplicado al terreno de la moda. Somos diferentes y esa es nuestra riqueza acorde con la verdad de nuestro ser personas. Dignidad y belleza constituyen un tándem insuperable. Diseñar, cortar, coser y contar sobre moda es hilvanar la sempiterna cuestión del qué me pongo. El problema no es de fondo de armario sino de un trasfondo personal. Conocerse es reconocerse tal como somos, ni tan guapos ni tan feos. El photoshop no deja de ser un hándicap a pie de calle. Es inútil intentar parecer a toda costa lo que ni somos ni tenemos posibilidad de ser. La obsesión por la propia imagen es una careta ridícula y obsoleta.

Querernos como somos es la mejor baza para sacar lo mejor de nosotros mismos. No está mal que nos dejemos asesorar. Cuántas veces vemos por la calle gente vestida de tal modo que lo primero que se nos ocurre es pensar si no tendrá nadie que le quiera y le ayude. De todas formas los colores se venden —y más en primavera— para degustar. La moda es un espléndido paisaje en el que cada artista plasma su trazo personal. Cultura, belleza y capacidad de expresión trascienden el frenético ritmo de las pasarelas, donde diseñadores y marcas deslumbran con modelos sorprendentes.

La moda siempre será el espejo de la sociedad que formamos entre todos. Personalidad, jerarquía de valores, ambiciones e ilusiones. Todo eso está muy bien ¿Verdad?...pero ´el qué me pongo´ siempre será la eterna cuestión.