La OTAN ha cumplido su misión y gracias a ello en Libia nada podrá contradecir la ley islámica. Los aviones de caza de la democracia occidental han volado a favor de Alá sobre 26.000 objetivos en más de 10.000 operaciones en las que se lanzaron varios miles de bombas de precisión y misiles sobre las tropas de Gadafi. Hubo algunos daños colaterales que no conviene recordar. «Muchachos, volvamos a casa».

El fruto de la primavera Libia, vareado violentamente porque se resistía a caer, se pudrió en el suelo áspero de un almacén cárnico en Misrata, contradiciendo esa ley islámica que pide el enterramiento en las 24 horas posteriores a la muerte. Estados Unidos cuidó mucho ese detalle con el terrorista Bin Laden.

Algunos mandatarios occidentales sentirán un pellizco en el estómago: siempre impresiona ese final para una persona con la que has compartido mesa y mantel, moqueta y mármol, palacio y jaima.

El almacén cárnico donde se descompuso el cadáver de Gadafi cumplió muchas funciones. Fue pabellón de caza con trofeos, set fotográfico para coleccionistas de «experiencias históricas», botiquín de primeras curas para los deudos de las víctimas del sátrapa y escuela de odio para que los niños aprendieran a ser como sus mayores.

Para que no haya ninguna posibilidad de que la naturaleza sea disimulada por la cultura en ninguna parte del mundo, esa escuela de odio se apoya en el material didáctico audiovisual que componen la sucesión de imágenes al alcance de un ´clic´ y lo que resulta es un tratado de Etología que pone a la especie en el lugar que le corresponde dentro del reino animal.

El Gadafi del futuro ha visto estos días el cadáver de Gadafi y, tal como se lo han enseñado, ha aprendido la lección. Como actividad extraescolar se ofrece el bucle de matanzas que siguen y seguirán.