En un par de días (hasta el próximo jueves estará abierta) se clausurará la exposición de obras de Antonio Gómez Cano en el Centro Cultural de Beniel. Se trata de una antología formada por veintitrés piezas al óleo pertenecientes a la sorprendente colección de los murcianos José María Parra (padre e hijo). Se cuelgan obras firmadas desde los años cuarenta hasta los setenta; recordemos que el pintor pertenece a la generación maldita de la Guerra Civil, desaparecido en 1985. Los datos biográficos pueden obviarse por muy conocidos. Gómez Cano fue un artista, según mi criterio, a la cabeza de los murcianos del siglo XX. Acompañan a su calidad y altura, únicamente, las figuras de Juan Bonafé y Ramón Gaya. Aunque este último convertido por razones múltiples en el pintor oficial de todo un tiempo. El caso de Gómez Cano es otro devenir humano y plástico. Una excepcional revelación en el panorama de la pintura española.

Sólo la vinculación afectiva de los coleccionistas Parra Hernández a Beniel ha hecho posible la exposición. Paisajes de Paris, retratos (incluido algún autorretrato) de todas las épocas, especialmente hermosos los de Carmenchu Bilbao y Teresa de espaldas; bodegones aceitados por la sutileza plástica del autor; pintura social de última etapa; obras recuperadas del periodo vasco de este maestro que conmovió las estructuras artísticas de los Salones de los Once de Eugenio d´Ors; foro artístico que marcaba la vanguardia de la época en la capital de la España de la postguerra.

La colección Parra Hernández ha sido formada de forma privada y tenaz y muy meritoriamente, ejemplarmente incluso, en las últimas décadas; con la sorprendente circunstancia de no haber conocido al pintor en vida, un día se enamoraron de su paleta romántica y decidieron la búsqueda y adquisición de la mayor obra posible. El contenido se acerca ya a las ochenta piezas de todas las etapas, especialmente recuperadas, las del periodo vasco. El otro nombre que figura en la misma colección con pasión multiplicada es el de José María Párraga, del que poseen una numerosísima obra.

En la exposición de Beniel encontramos de nuevo lo que tantas veces afirmamos; la firmeza de un artista único que entregó su vida al amor por la pintura y sus caminos. Nada hubo en Gómez Cano más importante que la luz de su ambición artística que avaló con su talento y facultades. La muestra es un encuentro extraordinario, emotivo y formidable, que aumenta su trascendencia ante el abandono oficial de la consejería de Cultura por este tipo de actuaciones absolutamente imprescindibles. Mi enhorabuena y agradecimiento a quienes lo han hecho posible.