Una parte de la sociedad ve a los sindicatos como parte del problema ante la actual situación de crisis; otros, en cambio, confían en que sean parte de la solución. No es intención aprovechar este espacio para hacer un alegato personal, pero sí para poner sobre la mesa algunas 'leyendas urbanas' que habría que clarificar.

Los sindicatos no muerden la mano que les da de comer.

La dependencia económica de las organizaciones sindicales es un tema que se aprovecha arbitrariamente para desgastar su función; es totalmente cierto que se recibe dinero por representación (igual que los partidos políticos) y por formación, pero no siendo éstas las partidas más importantes de ingresos, todo ese dinero va prácticamente revertido a prestar un mejor servicio a los trabajadores, no a beneficio empresarial ni a recalificar terrenos. No olvidemos que las organizaciones empresariales son receptoras de los mismos programas de ayudas que los sindicatos y nadie lo proclama ni lo critica. En cuanto a las movilizaciones, la falta de memoria histórica de algunos empieza a ser preocupante.

Los sindicatos se están burocratizando y funcionarizando.

No hay que olvidar que el mundo funcionarial también forma parte de la actividad económica de este país (en torno al 20%) y por lo tanto sería absurdo desaprovechar un valor añadido que sirva al mundo del trabajo, pero la inmensa mayoría de los delegados sindicales tienen su origen en el sector privado (en torno al 80%). En cuanto a la burocratización, es cierto que se tiende a 'establecer protocolos' en los procesos, pero si se quiere tener controles de calidad homologados no hay muchas opciones donde elegir.

Los liberados sindicales son una banda de gandules y vividores.

Que en el mundo sindical hay 'aprovechaos' y 'sinvergüenzas' es cierto, no seré yo quien lo niegue, pero tampoco seré yo quien afirme que todos los curas son homosexuales o pederastas, o que todos los vascos son terroristas, o sin ir más lejos, que todos los alcaldes del Partido Popular son unos ladrones. Lo que hay que exigir es que los mecanismos de control sean cada día más rígidos y eliminar en lo posible dar cobijo a los amigos de Alí Babá. Cuando algún tertuliano que odia a los sindicatos quiera, no estaría nada mal que pasara un día con algún representante sindical de tajo en tajo o de fábrica en fábrica, comprobando 'in situ' la actitud de algunos.

Los sindicatos son un cáncer que hay que eliminar

Muchos economistas, columnistas, articulistas, políticos y empresarios son los que abogan ciegamente porque cale en la sociedad este mensaje, y que en realidad flaco favor hacen al mundo empresarial. Baste recordar que las empresas que mejor están afrontando la crisis y mayor proyección de futuro tienen son las que disponen de sindicatos comprometidos y libres. También podríamos hablar de la diferencia entre las condiciones laborales entre las denominadas empresas de 'marcas blancas' frente a empresas con marca propia. Siempre son los mismos los que quieren individualizar las relaciones laborales y atomizar las empresas, y eso se llama liberalismo puro, el mismo que nos ha llevado a la mayor crisis financiera de los últimos decenios.

Los sindicatos cambian o tienen un negro futuro.

Lo comparto casi al cien por cien, pero para hacer propuestas, estudios y análisis se necesitan medios humanos y económicos, ofrecer e impartir formación a los trabajadores, profundizar en la internacionalización de las relaciones laborales y no limitar sus actuaciones al ámbito del convenio, sino ser coprotagonistas del cambio productivo que este país necesita. Son algunos de los grandes retos que se tienen.

Nota.

Si alguien tiene alguna propuesta mejor, para la defensa de los intereses colectivos de los trabajadores, y que no se base sólo en el descrédito y el insulto, no estaría mal que la pusiera sobre la mesa, y si hay que cambiar la Constitución pues se cambia.