No sé si recuerdan que servidora se quiso meter a actriz por el típico método de presentarse a un casting que hubo aquí en Murcia para una película que protagonizaba Icíar Bollaín. Escribí un artículo con un revolucionario método de actuación de mi invención y con él bajo el brazo y un amigo mío que es periodista me presenté a las pruebas.

Confieso que lo del casting fue desde mi punto de vista un rotundo fracaso. Puesto que buscaban extras, las pruebas consistieron en dejar una foto de carné y rellenar una ficha con tus datos, nada de actuar ni similares. Nos hicieron entrar en una sala llena de chicas más jóvenes que servidora, salvo una madre que iba de tutora de su hijita pequeña, sólo había dos chicos, uno de ellos mi acompañante que no tenía la más mínima intención de presentarse y que despertó mucho más interés que yo, que no impresioné a los de las pruebas y lo único que les llamó la atención de mí fue que me dio por reírme por algo gracioso que me comentó mi amigo y a punto estuvieron de expulsarme de la sala por tomarme algo tan serio a cachondeo.

Aunque mi temperamento hedonista y mis famosos e infalibles, hasta el momento, métodos de seducción me impedirían reconocer esto, lo cierto es que me veo obligada a afirmar que en las pruebas me tildaron con la mirada de vulgar y corriente. Ya me había resignado a no recibir ni tan siquiera un Goya cuando esta semana pasada van y me llaman los del casting, por desesperación, supongo.

Pero no era mi destino ser actriz porque debido a causas que, como diría una antigua compañera de universidad que a estas alturas debe de estar ocupando uno de los sillones de la Real Academia de la Lengua Española, eran halógenas a mi voluntad, no puede asistir al rodaje.

Si se tiene en cuenta que Robert Redford, mi mito erótico de la gran pantalla, ya ostenta, a pesar del maquillaje, una bien considerable belleza decadente más bella y, sobre todo, más decadente que la misma y húmeda Venecia, y que igual me pasmo del susto al verlo en vivo y en directo durante el rodaje de alguna peli, lo de no llegar a ser actriz no es mal de morir.

Me he centrado por tanto en seguir yendo al cine, cosa que me encanta, con mi exquisito y glamouroso club de élite, tan de élite que sólo está constituido por tres miembros entre los cuales me incluyo. El pasado viernes, fuimos a ver Incautos y me gustó.

Me gustó y mucho, sí señor, tanto que recomiendo al que pueda que vaya a verla pronto, pronto porque el cine español no dura más de un suspiro en la cartelera.

Aun a riesgo de que me tachen de garrula y cateta a servidora le gusta el cine español, intento ir a ver todas las películas españolas que ponen en el cine. Reconozco que la mayoría de los productos nacionales me parecen versiones modernas de las películas de Alfredo Landa, José Sacristán y compañía, pero es que a mí me gustaban mucho esas películas. Es más, creo que ahí radica el encanto de nuestro cine y en general cuando algunos directores se decantan por hacer otras cosas, me parecen, salvo excepciones, sucedáneos de otras tierras.

Servidora no entiende de cine, ni falta que le hace ni chispa que le preocupa, sólo sabe como vulgar espectadora cuándo una película le gusta o no le gusta, cuando es un tostón o no, cuando es un quiero y no puedo o al menos me lo parece. Ignoro qué clasificación le habrán dado a Incautos los sesudos críticos especialistas en la materia y me importa un bledo lo que digan, a mí me gustó.

Está entretenida, tiene guión, un argumento, por Dios, que no consiste sólo en pegar puñetazos ni en utilizar el ordenador para crear fastuosos decorados o animales fantásticos. Los personajes son de carne y hueso, con arrugas y defectos, no hay guapos terriblemente guapos, ni besos tórridos ni romances ñoños. Adolece de ese deje teatral característico de las películas españolas, pero en general tiene sus golpes de humor y te mantiene atenta todo el rato, arranca y termina en círculo, redonda y simpática.

Está feo decirlo, pero servidora hubiera bordado el papel de Victoria Abril a la que se le humedecen los ojos de forma maravillosa.

Hermosa por no ser perfecta, vayan a verla.