Tragarse otra serie sobre futuros apocalípticos y pandemias se le puede hacer bola a mas de uno. Propuestas de ese estilo en los catálogos de todas las plataformas las ha habido y las hay de muchas maneras, hasta llegar a rozar el límite de la saturación. Por este motivo, Estación Once sobre el papel podría parecer el peor de los planes. Pero quien consiga dejar atrás estos prejuicios, se encontrará con una joya televisiva que en la última recta del año recientemente terminado se encumbró como una de las mejores series de 2021. Fue una de las grandes apuestas de HBO tras la mudanza a su nueva plataforma, HBO Max. A los quince minutos del primer episodio, la trama ya te ha atrapado. Estación Once nos presenta un desolador futuro en el que la Humanidad quedó devastada tras la rápida propagación de un virus muy parecido a la gripe. ¿Les suena no? Solo que en esta ocasión, no se doblegó la curva. El bicho acabó con el 95% de la población del planeta.

Los nueve episodios se mueven en dos planos temporales. Uno es el estallido de la pandemia, cuando el mundo tal y como lo conocemos se viene abajo. Al más puro estilo de El Colapso. El otro transcurre veinte años en el futuro, donde los supervivientes tratan de salir adelante para construir una nueva civilización y, citando a Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre. Los episodios impares cuentan esos eventos que tanto nos recuerdan a lo que hemos pasado recientemente; y los pares, dan el salto al mundo postapocalíptico. Hay muchas sorpresas cuando llegan los momentos destinados a enseñar cómo se interconectan estas dos líneas temporales y que dan una nueva dimensión a lo que habíamos visto hasta ahora. El creador de la serie fue uno de los guionistas de The Leftovers, Patrick Sommerville , y se nota su huella. De hecho, durante la pandemia muchos recordaron este clasicazo de HBO como la metáfora perfecta del mundo que nos estaba tocando vivir. Estacion Once tiene un ritmo sosegado, pero esa manera de asombrarse a la intimidad de sus protagonistas le permite alcanzar luego situaciones de gran intensidad emocional.

Dicen que la gestación de la serie es anterior al covid. Está basada en una novela escrita en 2014 por Emily St. John Mandel y su rodaje se vio alcanzado de lleno por el virus hace dos años al inicio del confinamiento. Aun así, cuando llega el momento del estallido de la pandemia, es inevitable recordar escenas que nos resultan muy familiares. Faltan, eso sí, esas hordas que en los días previos al encierro arramblaron en los supermercados y los rollos de papel higiénico se convirtieron en uno de los bienes más codiciados. Las secuencias en las que los protagonistas tratan de mantenerse a flote en medio del caos son las más brillantes. Uno de los mejores episodios es el quinto, en el que un grupo de personas queda atrapado en un aeropuerto en mitad de la nada con menos tráfico aéreo que el de Castellón.

La línea temporal del futuro nos muestra un mundo sin tecnología, muy similar al de The Walking Dead (pero sin zombies) y que vamos conociendo a través de una compañía de teatro que viaja de pueblo en pueblo haciendo representaciones de Shakespeare. Un dato importante sobre el que subyace una de las claves de la serie. En ese futuro distópico, hay un conflicto entre quienes quieren conservar el pasado y los nacidos después de la pandemia que buscan la ruptura total. Estos últimos son un grupo muy similar al que pueden ser los miembros de la secta del remanente culpable de The Leftovers. Estación Once toma su nombre del título de una novela gráfica escrita por una de sus protagonistas antes de que llegara el fin del mundo y que transcurría en una estación espacial. Nunca llegamos a conocer exactamente de qué trata ese cómic, pero su filosofía parece que se ha convertido en una hoja de ruta hacia una nueva Humanidad para algunos de los personajes.

Aviso que a partir de aquí vienen spoilers. A lo largo del primer episodio, vemos el apocalipsis a través de los ojos de Jeevan ( Himesh Patel ). La crisis le sorprende cuando trataba de ayudar a una niña (Kristen) a llegar a su casa y ambos parecían tener que ayudarse en el fin del mundo. Al final de su particular confinamiento, les vemos salir de la casa donde pasaron encerrados los últimos meses y adentrarse en una ciudad prácticamente despoblada y cubierta por la nieve. Cuando la serie pega su primer salto temporal y vemos a Kristen convertida en una mujer adulta ( Mackenzie Davis) y sin Jeevan, asumimos que le ocurrió lo peor y que será uno de esos momentos pensados ​​para golpearnos en el estómago al final de la temporada. Para nuestra sorpresa, vemos que Jeevan sobrevivió aunque la separación de ambos fue traumática. Por este motivo, la escena del reencuentro es una de las más emocionantes. Uno de ésas en los que el tiempo parece detenerse y que es un placer de disfrutar. Un final optimista y que acaba dejando un buen sabor de boca. Al final, la moraleja de la historia no es tan catastrofista como uno podría esperarse y deja una puerta abierta a la esperanza. El arte siempre sobrevive y, al final, es el que sirve de puente para unir a las dos partes en conflicto. La duda que queda es si habrá segunda temporada o se quedará la historia cerrada como la hemos visto