Mientras escribo este artículo escucho en un viejo cassette -que sorprendentemente aún funciona- la voz del poeta ceheginero y Premio Lope de Vega en 1980, Lorenzo Fernández Carranza, la noche que nos regaló su poesía a mi amiga Lucía y a mí en la capital murciana, tras una noche de vinos y tapas.

Mi amiga aún guarda aquella cinta que grabamos, se la pido para volver a escucharla. Su voz ronca, pausada, añeja y con un poso de nostalgia me acompaña mientras escribo uno de los rincones insólitos más fascinantes de la Región de Murcia: Cehegín.

Sin ninguna duda, estamos ante una de las ciudades con más encanto de la Región, y seguramente pasear por uno de los cascos antiguos más espectaculares del levante español, el mejor de la Región, es un lujo que cientos de miles de murcianos tenemos al alcance de la mano.

Plaza del Castillo

Lo mejor de este enclave no está solo en admirar su belleza, rememorar su pasado o descubrir su memoria; sino en sus gentes

Lo mejor de este enclave no está solo en admirar su belleza, rememorar su pasado o descubrir su memoria; sino en sus gentes. Los cehegineros son abiertos, hospitalarios y cumplidores, llevan la fiesta en las venas, y cuando toca ‘agachar el lomo’ son los primeros en dar un paso al frente, cuando suenan las bandas de música, charangas y carnavales, también están ahí; pero eso sí, acompañando a su Virgen de las Maravillas más allá de la devoción.

Cehegín tiene personalidad propia, y en sus Casas Señoriales, que llenan sus calles retorcidas, encontramos el primer motivo para visitar esta ciudad. Les recomiendo que entren, si van desde la capital murciana, por la segunda entrada de la autovía; cuando giren a su derecha nada más salir de la carretera, lo entenderán, pocas ciudades tienen una postal así por bandera.

La ciudad está claramente dividida en dos partes, el casco histórico y el resto. En la primera, les recomiendo dejar el coche en su Plaza del Castillo, quizás unas de las plazas más impresionantes de la Comunidad murciana. Aquí, podrán recrearse más de lo que imaginan: desde su Palacio de los Fajardo a su Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena; desde visitar su Museo Arqueológico a asomarse a uno de los balcones más bonitos de la Región bajo sus cuidados soportales. Sólo visitar este trozo de Cehegín, bien merece un viaje.

Casco antiguo de Cehegín

Los cehegineros son abiertos, hospitalarios y cumplidores

Desde aquí, olvide su móvil y su reloj, y aventúrese en lo que el poeta Lorenzo Fernández tituló su Cehegín viejo.

Recréese y admire su Hospital de la Real Piedad, párese y disfrute de sus interminables rincones y tapas, donde lugares ilustres como El Mesoncico, La Barandica o El Sol, le recibirán con mil sabores trabajados.

Sin darse cuenta, creerá que por unos momentos ha entrado en un pueblo sacado de un cuento de dibujos, y es que en Cehegín aún está todo por descubrir y disfrutar.

Antes de recomendarles visitar el Yacimiento Arqueológico de Begastri, una visita obligada, no se olviden de acercarse a contemplar su Ermita de la Purísima Concepción, pero sobre todo, su Convento - Santuario de San Esteban-, donde la Virgen de las Maravillas acapara todos los vítores y miradas.

Soportales de Cehegín

Tuve la suerte de sentarme un rato a hablar con Miguel Castellanos, uno de los tres franciscanos que aún permanecen aquí. Con él, pude rescatar su pasión por la pintura, y me contó que ha expuesto en diversos lugares, la última hace ahora exactamente un año en este mismo municipio.

Uno de los franciscanos se marcha en estos días. «¿Quedáis dos entonces?», le dije. «No ‘tocayo’», me contesta, «nos quedamos cinco, se te ha olvidado sumarle al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo», me dice con sonrisa burlona.

Recorrer con ellos ‘su casa’ paso a paso es entrar en el alma de Cehegín, así que si tienen oportunidad de convencerles, no lo duden.

Begastri: la ciudad perdida Juan López del Toro

Begastri: La ciudad perdida

Siempre imaginé aquí, bajo la falda de este yacimiento íbero -algunos lo sitúan en el siglo IV antes de Cristo- un festival de teatro clásico en los atardeceres de verano, cuando la luna llena ilumina la ciudad, y aún sueño con llenar el yacimiento de arqueólogos desnudándolo, de visitas guiadas y teatralizadas, de ser punto obligado de visita para los viajeros que hacen el Año Jubilar y pasan bajo sus restos sin tan siquiera percatarse que una parte de nuestra propia historia está aquí.

Estoy convencido que algún día, Begastri estará donde le corresponde.

Una lástima que la oferta hotelera en la propia ciudad esté casi abandonada, y pienso en lugares como Trujillo, Albarracín, etc., donde su capacidad de hospedaje es diez veces la del noroeste murciano, y me sigo preguntando a qué estamos esperando para enseñar todo lo bueno que tenemos. E imagino algún día, poner en marcha su ‘Ruta de las flores’, donde sus pedanías se conviertan en un maravilloso escenario de colores.

Tengo la inmensa suerte de cerrar con este artículo el mes de septiembre, donde otra poeta, Magdalena Sánchez Blesa, recita e interpreta como ella sabe hacerlo sus poemarios, la gente en pie le aplaude, se emociona, igual que yo aquella noche de vinos y tapas con Lorenzo y mi amiga Lucía, que de vez en cuando nos juntamos al lado de una cerveza y rescatamos la memoria en el viejo cassette.

Me marcho de Cehegín, es ya de noche, y su cruz iluminada brilla como cada noche en su montaña e me imagino la cruz original, que duerme en un ‘cajón’ en Murcia, siendo expuesta donde debe estar, en su casa.

No lo dudes, «Ven y siéntela», y si es posible, lee a Lorenzo Fernández antes de hacerlo.

Virgen de las Maravillas de Cehegín

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