La pedanía lorquina de Zarcilla de Ramos quedó atrás. A lo lejos es visible, todavía, la desnuda Sierra del Almirez. Ardió en agosto de 2015. Un rayo devastó 300 hectáreas de pinares, sabinares y carrascales de una zona declarada Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y Zona de Especial Protección de las Aves (Zepa). Tras serpentear el camino a uno y otro lado, entramos en una zona boscosa de pinos, lugar indicado para abandonar el vehículo y siguiendo el río, siempre a la izquierda, llegamos al comienzo de nuestra ruta, los Ojos del Luchena.

Escondido, brota de las entrañas de la tierra. En silencio, solo roto por las chicharras que ya a esta hora se dejan sentir con intensidad, emerge su agua junto a la Casa de la Chiripa, bajo la buitrera del Cerro de los Machos. Desde el cielo ocho buitres observan a los visitantes que se adentran por el Estrecho de Valdeinfierno. Una culebra que cruza el camino hace saltar a los primeros de la fila. Como llegó, se marcha, sin hacer caso a nadie. Y así, en fila india al comienzo, arranca el recorrido que terminará coronando la presa del Pantano de Valdeinfierno, que alguien comparó con el Lago Ness y quiso hacer pasar a una nutria llegada de los Vélez por el monstruo de esas tierras escocesas.

El camino es cómodo, aunque está salpicado de guijarros grandes y pequeños que ha arrastrado el agua en sus constantes idas y venidas. El verano y el intenso calor han acabado con los pocos charcos que aún restaban, donde zapateros y tortugas suelen campar a sus anchas. Estas últimas se esconden con rapidez al sentir los pasos cercanos. La escarpada Sierra del Gigante ofrece una imagen excepcional que obliga al senderista a parar para alzar la vista y captar instantáneas que recordará.

Una ardilla salta de un pino a otro y termina dando cuenta de los pequeños frutos de una piña. Mientras, las águilas planean asomándose de cuando en cuando al cielo del estrecho. Jabalíes y zorros también forman parte de la fauna del lugar, cuyo nombre –el del río- deriva del nombre de una antigua villa o cortijo de época romana, llamada Luciana, cuyo propietario era Lucius.

Camino de los Ojos del Luchena, con la Sierra de El Gigante al fondo. | P.W.

En algunos lugares hay que apoyarse a modo de puente para cruzar el cauce en un viejo árbol caído que pudo ser pasto de un rayo. La dificultad es máxima y más en época húmeda, porque el barro se acumula a sus pies.

La brisa es agradable y su sonido jugueteando con los árboles se siente como un silbido en el aire. Por el camino, es visible el refugio de los scouts con un magnífico pino en su puerta. Más adelante también se puede ver otra construcción que sirve para protegerse en caso de necesidad.

Y entre miradas al cielo, a las cumbres y al cauce el recorrido de poco más de dos horas y media parece hacerse corto. Al volver un recodo del camino es visible la presa de Valdeinfierno. El embalse del río Luchena fue construido en 1791 como presa de contención de riadas. En estos momentos no se usa, ya que su presa tiene importantes grietas. El fango y la vegetación lo han convertido en casi una charca.

Una empinada escalera lleva hasta la corona del pantano. Desde allí, el espectáculo es impresionante cuando se dirige la mirada hacia el recorrido por el que la vuelta parece mucho más ágil, quizás porque el desnivel es ahora contrario al de la subida. Un último apunte para los más curiosos. Desde hace años se habla de ampliar la capacidad del embalse. La retirada de lodos y hasta la construcción de una nueva presa, se han anunciado en reiteradas ocasiones. Este proyecto cuenta con muchos detractores, ya que las obras para ampliar su capacidad pondrían en riesgo importantes yacimientos arqueológicos de la zona.