El ayuno es una práctica avalada por la tradición en muchas culturas y que, convenientemente aplicada y supervisada, puede resultar beneficiosa para el organismo. Pero es necesario seguir unas pautas estrictas y suspenderlo al menor síntoma negativo.

Convenientemente supervisado, puede fortalecer el sistema inmunitario, activar las fuerzas autocurativas que tiene todo organismo viviente e incrementar la vitalidad y el bienestar. Es una manera de descargar el organismo de las toxinas que va acumulando con el paso del tiempo. Por eso no es raro que en ese proceso el cuerpo pueda reaccionar con contracturas, incluso halitosis, así como erupciones cutáneas en la medida que el ayuno se alarga. No es negativo excepto si el cuerpo sobrerreacciona con síntomas como insomnio, delirios, hipotensión, ataques de ansiedad, arritmia o taquicardia e incapacidad para ponerse de pie y caminar. Entonces hay que dejar inmediatamente el ayuno.

Es recomendable preparar primero el cuerpo para evitar el efecto rebote, como el aumento de la ansiedad por comer, nerviosismo y dificultad para dormirse. Por eso no se aconseja empezar un ayuno drástico de un día para otro. Quien quiera experimentar un ayuno sólo a base de líquidos, antes debería probar con ayunos parciales o intermitentes. En este último caso se puede hacer dos días a la semana, por ejemplo, un viernes y un martes, en los que la ingesta no supere las 400 calorías. Así, tanto el organismo como la mente se van preparando para cuando llegue el momento de realizar un ayuno más profundo a base de líquidos.

No hacerlo más de dos o tres días para evitar los síntomas de la crisis curativa mencionados antes, y siempre supervisado por un especialista. Es aconsejable llevarlo a cabo durante el fin de semana, en días de descanso, y combinarlo con actividades relajantes y largos paseos en un entorno tranquilo. La combinación de dieta con ejercicio físico es ideal, pues ayuda a movilizar las reservas energéticas. Segrega endorfinas del bienestar y potencia la eliminación de tóxicos a través del sudor y la orina. Además, realizar actividades agradables puede ayudar a hacer olvidar la sensación de hambre, sobre todo los dos primeros días.

Una vez finalizado el ayuno, es recomendable introducir alimentos de forma progresiva y de fácil digestión. Primero, incorporar frutas, seguidas de verduras, luego cereales y legumbres. Sobre todo hay que evitar realizar grandes comilonas justo al salir del ayuno. Y ya que se ha hecho, al menos que sirva como aliciente para después tomar conciencia de lo que se está comiendo y cómo se hace. Disfrutará más.