Los Reyes Católicos, como la mayor parte de los monarcas de la época, procuraron, por medio de recíprocos matrimonios, relacionarse con las más importantes familias reales europeas. Siguiendo esta sabia política, concertaron para sus hijos matrimonios de mucha importancia. De estos enlaces, el más trascendental para la Historia fue el de Juana con Felipe el Hermoso, ya que unió a España y Alemania durante casi medio siglo en un solo y potentísimo imperio, que estaría regido por el hijo de dichos soberanos, Carlos I. Al morir la reina Isabel en el Castillo de la Mota (Medina del Campo) nombró heredera a su hija doña Juaa.

Felipe el Hermoso, apodado así por su gran belleza física, fue como la bala de Baltimore, ya que se pasó por la piedra a más de media población femenina del reino de Castilla, incluida Sarita Montiel en Locura de Amor. Debido a la promiscuidad de su esposo, a Juanita se le fue la cabeza, pues estaba totalmente enamorada y entregada a la voluntad del bello Felipe, cuya personalidad estudiaremos mañana. Desde entonces, a doña Juana le llamaron ´la Loca´, ya que le dio por limpiar y pasear el cadáver de su marido por todo su reino, muerto a resultas de un enfriamiento con una tos feísima, tras practicar deporte. Por eso doña Isabel, que era más lista que el hambre, nombró regente a su esposo don Fernando el Católico hasta la mayoría de edad de Carlitos, el príncipe. La consejera Violante Tomás, mujer de gran belleza y nobles sentimientos, es la intérprete seleccionada para interpretar aquí a doña Juana, aunque doña Violante es una señora que está muy cuerda y es todo un ejemplo de la mujer española actual. La consejera de Familia e Igualdad no fuma ni bebe, y hace gala de una voz sutil y melódica. Una mujer práctica que, si tuviera la manía de limpiar, hubiese inventado la aspiradora. Doña Violante (nombre de reina) posee una cara bonita, despejada y algo lánguida, muy acorde para la responsabilidad pública que ocupa. Un gesto tedioso y al tiempo maternal acompañan los movimientos de la consejera. Una frente convergente le otorga un aire beatífico casi monjil. Sus ojos claros y mirada transparente expresan su gran capacidad para el orden y la gestión. Un latido anhelante se deja sentir como un halo cuando abre su boca proporcionada, la que combina muy bien con su cuello esbelto de cisne que rompe la monotonía de quienes se dedican a la profesión política.