Al finalizar el siglo XVIII los trece Estados de la Unión no eran más que una modesta república federal de cuatro millones de habitantes, pero las constantes oleadas de inmigrantes europeos hicieron aumentar la población de un modo vertiginoso.

Estos millones de gentes no quedaron establecidos en las regiones costeras del Atlántico, sino que desde principios del siglo XIX los Estados Unidos comenzaron su gran expansión hacia los territorios del Oeste y canalizaron hacia estas regiones las grandes masas de inmigrantes. Estados Unidos compró a Francia la Luisiana; a España Florida, y más tarde obtuvo tras una guerra con Méjico, Tejas, Nuevo Méjico y California.

Todas estas tierras fueron lentamente ocupadas, aunque a veces motivos especiales, como el descubrimiento de oro en California, provocaron grandes oleadas de colonizadores. Los indios, la mayoría con plumas, fueron casi totalmente exterminados, se construyeron líneas férreas en gran parte con mano de obra china (los chinos llegaban a parvás) y se fueron constituyendo nuevos Estados de la Unión.

Por aquellos tiempos, el diputado Javier Iniesta aún no había nacido. De haberlo hecho, hubiese contribuido con su exquisita retórica, a veces acelerada, a la colonización de tan hermosos y ricos territorios. A lomos de una jaca torda hubiese convencido a las puertas de cualquier saloon en cualquier city a esclavos, chinos, irlandeses, alemanes, polacos e italianos de la maravillosa experiencia de otorgar el voto al Partido Popular. A los indios sioux, comanches, chochones y pies negros no, ya que el general Custer los había prácticamente exterminado. Los pocos que quedaron dirigidos por Toro Sentado, y con un cabreo enorme, derrotaron al general cabellos rubios en las llanuras de Little Bighorn, sacándose así la espina que tenían tan profundamente clavada en lo más hondo del corazón.El diputado Iniesta es un hombre del todo convincente y con una dilatada carrera política: ocupó su primer cargo público cuando Rodolfo Martín Villa subió por vez primera a un coche oficial, allá por el medievo. No obstante, Javier Iniesta es un político tenaz y absorbente, capaz de lidiar con la más crecida oposición en los más variados foros, haciéndoles ver que lo negro es blanco y lo blanco, negro. De que sea tan excepcional y experimentado político.