Nos acerca con vigor y precisión y con una excelente interpretación de Gary Oldman - premiada con el Globo de Oro - a la figura de Winston Churchill en los instantes más delicados e importantes de su trayectoria política, en mayo de 1940, cuando acaba de ser nombrado Primer Ministro por el Rey Jorge VI y la Segunda Guerra Mundial vive sus momentos más difíciles, sobre todo para una Francia en parte ocupada, como consecuencia del avance inexorable de las tropas alemanas. Es una situación límite marcada por el hecho de que 300.000 soldados aliados se encuentran bloqueados en Dunquerque y corren el riesgo de perder la vida, lo que ha llevado a parte del gobierno a defender un acuerdo de paz con Hitler que garantice solo la independencia del Reino Unido.

Mejorando los resultados de Churchill, la película de Jonathan Teplitzky estrenada el 8 de septiembre pasado y con Brian Cox en el papel del protagonista en una labor bastante inferior a la de Oldman, el director Joe Wright sabe captar la faceta humana y política de un hombre clave en un contexto decisivo para la suerte de Europa que llega al poder a los 65 años.

El autor de 'Expiación', 'Más allá de la pasión', 'El solista' y, entre otras, 'Pan', 'Viaje a Nunca Jamás', ha sabido sacar el partido idóneo del guión original de Anthony McCarten, en ese trance vital en el que debe tomar la decisión más trascendental de su vida, si acepta o no la paz que le propone Alemania y que en caso afirmativo gestionaría un intermediario italiano. Es una cuestión que ha dividido al gobierno, a los políticos y a parte del pueblo británico y que supone para Churchill una verdadera prueba de fuego que acaba resolviendo, en el mejor momento de la cinta, mezclándose en el metro con los propios ciudadanos para conocer su opinión.

Una de sus virtudes es que conserva parte de los imaginativos diálogos del Premier con sus dosis de escepticismo pero también con su gran determinación a la hora de decidir la suerte no sólo de Gran Bretaña sino de buena parte del mundo. Y aunque a veces se advierten influencias teatrales, nunca llega a perder la consistencia dramática.

Labor también de relativo peso de Kristin Scott Thomas en el papel de Clemmie, la esposa de Sir Winston.