Alberga momentos deliciosos y aunque no está a la altura de otros títulos del director Nicholas Hytner, concretamente de La locura del Rey Jorge y The history boys, es una película a menudo entrañable y sensible que cuenta la insólita y sorprendente relación entre una anciana solitaria y testaruda, Miss Shepherd, y el escritor y guionista Alan Bennett a lo largo de casi veinte años.

Un vínculo que debió haber sido estrictamente esporádico, cuando ella le solicitó permiso para aparcar su furgoneta delante de su casa, situada en el norte de Londres, y que se prolongó la friolera de 15 años. Una historia real que Bennett decidió adaptar a la pantalla pero que se retrasó más de lo esperado al no encontrar el escritor la solución narrativa idónea.

Finalmente, el impasse lo resolvió recurriendo a un doble de sí mismo con el que mantiene una curiosa conversación. Si algo es evidente en la cinta es que debe gran parte de sus aciertos y de su encanto a una Maggie Smith que aporta a la protagonista toda la dimensión humana necesaria para ganarse al público.

Ganadora de dos Oscar, el de mejor actriz por The prime of miss Jean Brody en 1970 y el de mejor actriz de reparto por California suite en 1979 y nominada en otras cuatro ocasiones, desde que aparece en pantalla hasta que asistimos a sus exequias finales, con un Bennett que se siente fascinado por una dama que poco antes no despertó precisamente su admiración, la actriz se empapa por completo de su personaje y abre todas las cerraduras que impiden la conexión vital con el espectador.

Hasta llegar a ese desenlace, sin embargo, se vivirán situaciones más que delicadas en las que Miss Shepherd, detestada por buena parte de la vecindad, que la ve como una indigente, demostrará cualidades insospechadas, entre ella su condición de pianista y una religiosidad que la llevó a las puertas de convertirse en monja pero que acabó con una tremenda frustración. Bennett logró que un hermano de ella le facilitase los datos más relevanets de su vida.