Lo más interesante de esta película, que convierte a la gastronomía en un instrumento básico para definir la cultura de un entorno, es que permite al aficionado español entrar en contacto con un cineasta, el singapurense Eric Khoo, que era un solemne desconocido en nuestras pantallas, hasta el punto de que no se ha visto nada de su obra a pesar de contar ya con una decena de largometrajes. Algo especialmente injusto e inmerecido teniendo presente que ya ha recibido el reconocimiento internacional, con premios en numerosos festivales, y que se ha paseado por los más prestigiosos, entre ellos Cannes, Berlín y Venecia.

Su presentación en España la hace con un producto, 'Una receta familiar', que demuestra sus virtudes a la hora de hacer un drama plenamente integrado en su mundo habitual. Aunque algunos han considerado que exagera un tanto los términos de la reconciliación familiar que es la base de la cinta, su tacto y su sensibilidad a la hora de plasmarlo resulta ejemplar. Vinculada a ese cine que se recrea con detenimiento y con motivos en el factor culinario, pone de manifiesto uno de los aspectos esenciales de la filmografía de Khoo, haciendo suya la consideración del grastónomo Ben Rogers de que la comida es, después del idioma, la más importante representación de nuestra identidad cultural.

El protagonista, Masato, es un joven japonés que decide dejar el pueblo en el que vive para viajar hasta Singapur, la ciudad que acogió a parte de su familia durante la segunda guerra mundial. Aunque sus padres ya han fallecido, su abuela sigue muy activa y es una verdadera artesana en el arte de comer. Para Masato, este viaje va a poner a prueba su enorme voluntad de hacer posible la reconciliación, el perdón y el olvido. Es un reto difícil porque quedan todavía heridas por cicatrizar, por la gravedad y la crueldad de las mismas, si bien es plenamente consciente de que el enorme peso de la tradición de todo lo que tiene que ver con la cocina juega a su favor. Las vueltas atrás con la aparición de los padres y el testimonio de un Masato todavía niño, refuerzan las líneas dramáticas. Eso sí, matizando sobradamente que los principales platos que adornan la mesa no son otros que el ramen y el bak kut teh.