Esta mañana he pasado por la puerta de la Farmacia Ruano, en Gran Vía de Murcia, y todo parecía funcionar con absoluta normalidad: los clientes comprando medicinas, el mancebo atendiendo, la cruz verde en la fachada destellando con el horario y la temperatura… todo aparentemente cotidiano y normal, pero con la gran ausencia de su fundador y alma máter, Francisco Ruano.

Curro Ruano nos ha dejado. Tengo la seguridad de que se ha ido en el momento justo en que él lo decidió. Era así, rotundo y transparente, todo en el transcurso de su vida resultaba ser conforme a como él lo planeaba. No importaba el rumbo que los acontecimientos tomaran, ya se encargaba él y sus narices de corregir ese rumbo y encauzarlo según sus sentimientos, según su corazón, grande, grandísimo, donde cabían su montonazo de amigos.

Transparente como nadie, Curro era capaz de meterse en el bolsillo al mundo mundial y entonces desplegar inteligencia, humor y amistad para envolverlo, meterse dentro y desclasificar lo indesclasificable antes de ordenar, según sus sentimientos, el orden que él mismo establecía.

Uno de sus hijos, el boticario, me dijo un día que era seguidor mío de mis andanzas por radio y en LA OPINIÓN. Lejos de expresarle mi agradecimiento por tal distinción, le espeté: «Me sigues y admiras porque soy como tu padre, provocador, algo bocazas, pero, cuando digo algo, se sabe que lo digo convencido de lo que digo, a despecho de si lo uno y lo otro se corresponde con la corrección». Esto le dije, orgulloso de que un tipo tan fornido como él, boticario como su padre, se pronunciara ante mí con esa alabanza que no era otra cosa que el reconocimiento a la personalidad de su padre. El consuegro de Curro es mi adorado médico para todo, Luis Carlos Torres, por demás poeta del toro y del torerío. Gran persona. En uno de sus envíos poéticos con los que distingue de vez en cuando, incluyó un poema dedicado a su consuegro.

Tal fue mi admiración por esa combinación de versos tan lírica que no pude por menos que expresarle mi admiración por haberse acercado a una persona con tan pocas cualidades líricas como Curro. El doctor Torres era capaz hasta de eso, de tomar como referente poético a Curro Ruano. Qué pena, despedirnos de Curro Ruano. Tengo la seguridad de que somos un montón los que echaremos de menos su vozarrón, su corpulencia, su verbo directo, incorrecto, pero veraz siempre. A todos sus hijos y nietos, a Carmen, su encantadora mujer, pero sobre todo a Javi, su hijo y mi amigo, de quien siempre dije que era igual de entrañable e inteligente que su padre, pero en modo más fino, más sereno, dentro de la corrección debida.

Francisco Ruano también fue presidente del Real Murcia durante la temporada 1975-1976. Desde el club pimentonero también han transmitido su pésame a todos sus familiares y amigos.