La Opinión de Murcia

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Obras

Punto final al entubamiento de acequias ante la presión de asociaciones y Ayuntamiento

La Junta de Hacendados asegura que el soterramiento de los cauces «es un capítulo superado»

Imagen tomada ayer de la acequia Casteliche a su paso por la pedanía de Montaegudo Juan Carlos Caval

La capacidad de supervivencia de los diversos pueblos que desde la antigüedad han poblado la llanura fluvial del Segura ha estado ligada, de forma inseparable, a una gestión eficiente del bien escaso del agua. En el siglo X, los árabes comenzaron a tejer la prodigiosa red de regadío e infraestructuras hídricas que, desde entonces, nos ha permitido dominar las aguas del Segura.

La red de regadío tradicional funciona como un sistema arterial jerarquizado que bombea desde su corazón, el azud de La Contraparada, y se ramifica en acequias y azarbes a lo largo de los 952 km2 de la comarca de la Huerta de Murcia.

Esta red de indudable valor arqueológico, cultural e histórico, discurre hoy soterrada bajo carreteras y suelos residenciales en más de la mitad de los tramos de la Huerta Central y Oeste, y, muchos de los que se mantienen a cielo abierto, se encuentran deteriorados por una conservación deficiente y la desconsideración de algunos vecinos.

Más de la mitad de las acequias de la zona Central y Oeste ya discurren entubadas bajo suelo residencial

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«El entubamiento es una obra de fácil ejecución, muy práctica para el aprovechamiento del agua y, además, elimina la falta de civismo de la gente que tira al cauce lo que le sobra», declara Diego Frutos, presidente de la Junta de Hacendados, organismo que agrupa a la comunidad de regantes.

El entubamiento de las acequias, práctica que consiste en el soterramiento de los cauces, es el asunto que más ásperamente ha enfrentado a la Junta de Hacendados con asociaciones que velan por la conservación del patrimonio histórico y cultural de la huerta de Murcia.

José Antonio Moreno, presidente de la asociación Huerta Viva, explica los problemas que el entubamiento de los cauces provoca: «Cuando se entuba una acequia desaparece toda la rica biodiversidad silvestre de flora y fauna que se acumula en sus cauces y riberas, convirtiéndose en un anodino vial que contribuye a la desertificación».

La huerta de Murcia, acorralada entre la expansión de la ciudad y la falta de relevo generacional, bebe única y exclusivamente de las aguas que las acequias y azarbes transportan. Por un lado, la Junta de Hacendados arguye una visión práctica de la cuestión; exigen que el agua llegue con la calidad y caudal necesarios para un riego eficiente, por lo que la política de entubar los cauces era, hasta hace poco, una necesidad apremiante. Por otro lado, Huerta Viva defiende que «la conservación de toda la riqueza de la huerta es compatible con un buen servicio a los regantes, como ha sido durante más de mil años». Parece que, finalmente, el largo y tortuoso combate por la conservación de los cauces a cielo abierto ha llegado a su final.

«El entubamiento es un capítulo que está superado», declara Diego Frutos. «Primero, porque la Comisión Representativa de la Junta y yo no estamos por la labor y, segundo, justo es decirlo, por la oposición que ejercen por parte del Ayuntamiento y esas asociaciones que dicen ser los protectores de la huerta».

La huerta de Murcia es tanto un ente privado que necesita de viabilidad económica para los huertanos, como un patrimonio cultural e histórico que debe ser conservado con las peculiaridades que lo caracterizan. Entre todos se debe encontrar la manera de mantenerla mientras se garantiza su correcta explotación, el único camino viable frente a todos los desafíos que el siglo XXI supone para la agricultura tradicional.

Un mapa con 435 kilómetros de azarbes para descubrir este legado histórico  

Pepe Borja, vecino de Cabezo de Torres, ha cartografiado un mapa online con la totalidad del sistema de regadío tradicional que permite una fácil navegación. 

En el mapa, accesible buscando en Google «Acequias de Murcia maps» o a través de la cuenta de Twitter CabezoReporter, se pueden consultar todas las acequias y azarbes que constituyen la red de riego, divididas entre Heredamiento Norte y Sur, con 435 kilómetros de cauces.

«Mi idea inicial era hacer un mapa de las acequias y, cuando lo terminé, empecé con las infraestructuras relacionadas con la huerta», explica Pepe Borja. «A partir de ahí comencé con los restos islámicos por su relación temporal directa». 

Lo que iba a ser un mapa de las infraestructuras hidrológicas del Valle del Segura, cuenta ya con diez epígrafes interactivos, algunos con hipervínculos a artículos científicos, sobre los restos de las diversas civilizaciones que han habitado la Región de Murcia.

El mapa consta de 12.000 visitas y un catálogo de más de 240 restos que datan desde la época argárica en adelante, pero Pepe promete seguir con las actualizaciones. «La utilidad del mapa es dar a conocer nuestro patrimonio histórico de forma cómoda», resalta.

El Ayuntamiento paralizó las obras de la acequia Benetúcer en marzo pasado. Israel Sánchez

«La huerta desaparecerá si no nos tomamos en serio su conservación»

La conservación y el mantenimiento del sistema de regadío tradicional es una necesidad categórica para la supervivencia de la huerta, cuyo deterioro supone una seria amenaza para la habitabilidad del valle fluvial en que se encuentra emplazada la ciudad de Murcia, una de las zonas más áridas del país.

«Las construcciones y el asfalto contribuyen al aumento de las temperaturas en el microclima del valle, a lo que hay que sumar la contaminación provocada por el tráfico y la industria», defiende José Antonio Moreno, presidente de Huerta Viva. «La huerta actúa como un colchón que contrarresta la subida de temperaturas y la contaminación. Si acabamos con la huerta, el clima de la ciudad empeorará hasta convertirse en una ciudad inhabitable».

La expansión de la ciudad ha arrebatado una vasta extensión de terreno fértil a la huerta en los últimos tiempos; entre desarrollos urbanísticos descontrolados y la construcción de viales, la Junta de Hacendados calcula que ha perdido 50 km2 de superficie en los últimos cuarenta años. 

«La huerta desaparecerá en una pocas décadas si de verdad no nos tomamos en serio la necesidad de conservarla», advierte el presidente de Huerta Viva. 

Aunque Diego Frutos, presidente de la Junta de Hacendados, tiene otra visión sobre la magnitud de las amenazas. «La ciudad, al estar inmersa en medio de la huerta, se tiene que expandir a costa de ella. Es una cuestión inevitable. Hace 50 años ya se hablaba de que la huerta iba a desaparecer, pero sobrevivirá mientras queden huertanos», afirma.

Propuesta de la Administración local Revisión del Plan General de 2001

El Ayuntamiento aprobó en el pleno celebrado el pasado jueves el plan de acción municipal para abordar la Agenda Murcia. El primero de los seis ejes de actuación de esta estrategia gira sobre Murcia y su entorno, con la revisión profunda del PGOU entre sus objetivos. El PGOU de 2001, impulsado por el Partido Popular, contenía una normativa transitoria que ya dura veinte años. El propio gobierno del PP, al final de su mandato, vino a reconocer que dicho Plan General estaba causando numerosos problemas sobre el terreno urbanizable de huerta. «Una de las prioridades del equipo de gobierno es esa revisión del PGOU», explica Andrés Guerrero, concejal de Urbanismo y Transición Ecológica. «Los servicios tienen encargado ahora mismo el desarrollo de un protocolo de actuación y protección medioambiental en cuanto a las acequias». El concejal señala que lo principal es diseñar un plan de protección sobre la huerta para que la actividad industrial sea reconducida hacia terrenos diseñados al efecto. «Una de las formas de incentivar esta actividad es establecer una producción de mercados de proximidad, acuerdos con restaurantes y hospitales para la utilización de productos gestionados en la huerta murciana», destaca.

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