A mediados del siglo XIX la Catedral de Murcia alcanzó fama mundial más allá de su arquitectura o su valor cultural: se instalaba en ella, en 1857, el órgano más grande del mundo, una «obra de ingeniería y de arte» que, más de 150 años después, sigue sonando a diario en el templo y no ha dejado de evolucionar.

El órgano llegó a la catedral casi por casualidad, tras un incendio que acabó con los dos órganos de estilo barroco español que tenía hasta ese momento, ha explicado su organista titular, Alfonso Guillamón de los Reyes, que conoce palmo a palmo todos los entresijos de este instrumento.

La diócesis de Cartagena encargó al músico y compositor madrileño Hilarión Eslava que gestionara la construcción de un nuevo órgano, y éste hizo el encargo al taller Merklin-Schütze, que ganó fama mundial con el impresionante instrumento que construyó.

Al propietario de la casa, el alemán afincado en Bélgica Joseph Merklin, le sirvió de trampolín y de carta de presentación para afianzar su trayectoria como organero y ganarse fama mundial, explica Carlos Rafael Pérez, presidente de la Asociación Merklin de Amigos del Órgano de la Región de Murcia (AMAORM), que sitúa al constructor a la altura de Aristide Cavaillé-Coll, artífice de los órganos de la catedral de Notre Dame en París.

«Merklin fue un gran innovador, cambió por completo la estética del órgano y fue, junto con Cavillé-Coll, el padre del órgano sinfónico», subraya.

Guillamón de los Reyes hace una comparación con el mundo de la escultura: «Si un murciano se encuentra en cualquier parte del mundo con un grupo de escultores, todos saben que se trata de la tierra de Salzillo. Si se encuentra con un grupo de organistas, todos conocen el órgano de la Catedral».

En España, Merklin construyó algunos órganos más, mucho más pequeños que el de Murcia, y en la actualidad solo hay otros dos en funcionamiento, en Madrid y el País Vasco. Para poner en marcha esta obra «de ingeniería y de arte», apunta Guillamón de los Reyes, Merklin ideó un sistema de más de 4.000 tubos, algunos de apenas unos centímetros y otros de más de 10 metros de altura, combinados con un complejo entramado de teclados y pedaleros y otro de fuelles que aportan el aire.

A principios del siglo XX el órgano se sometió a un proceso de restauración que cambió ligeramente su estructura original y un siglo más tarde se encontraba al borde del colapso, funcionando solo al 10 por ciento de su capacidad. En 2005, el prestigioso organero francés Jean Daldosso inició una nueva restauración que se prolongó durante tres años y que le devolvió la forma que Merklin le había dado.

Se trasladaron a su taller en Gimont los 4.000 tubos que componen el órgano uno a uno, algunos de ellos para ser reconstruidos prácticamente de cero, además de numerosas partes de la mecánica.

Actualmente, el maestro organero visita la Catedral una media de dos veces al año para controlar que todo está en orden, una tarea de la que más frecuentemente se ocupa también Guillamón de los Reyes, que lo mantiene «vivo» tocándolo a diario.

El objetivo es no solo acompañar a las liturgias religiosas, sino dar continuidad a una tradición musical que, apunta el presidente de la AMAORM, es de las más antiguas del mundo, ya que el órgano fue inventado por los griegos en torno al siglo III antes de Cristo y se ha mantenido en todas las culturas y sociedades, adaptándose y evolucionando con ellas hasta la actualidad, donde la informática y la tecnología se han incorporado a este complejo instrumento con «combinadores electrónicos» que facilitan la tarea de ligar los diferentes teclados de manera manual, como se hace todavía en la Catedral.