«La gravedad y repercusión de una violación ha sido puesta de manifiesto por especialistas, que destacan cómo el estrés post-traumático afecta a las víctimas de violación más que a los excombatientes y a las víctimas de catástrofes naturales y de otros delitos. Mientras el excombatiente abandona el entorno bélico una vez terminada su participación en la guerra, la mujer víctima de violación sufrió el delito en un ámbito cotidiano, que debe seguir frecuentando y que potencia cada uno de sus miedos».

Así se expresa la Audiencia Provincial de Murcia, en su sección tercera, en la sentencia por la que condena a un joven de 30 años a pasar una década entre rejas por violar a una mujer en un portal de la capital de la Región en 2011.

En el relato de hechos probados se detalla que, sobre las siete de la mañana el violador «abordó a la víctima cuando se encontraba abriendo la puerta del portal del edificio, empujándola seguidamente hacia dentro del mismo, iniciando un forcejeo, tapándole con una mano la boca para evitar que gritara, tirándola contra el suelo, provocando que ella se golpease la cabeza contra el suelo y, mientras le repetía, ‘te lo mereces, te lo mereces, esto te pasa por tonta’; y estando la misma caída en el suelo boca abajo, el procesado, tras romperle la ropa que vestía y manteniéndola sujeta contra el suelo, la penetró vaginalmente».

La mujer sufrió lesiones físicas y psíquicas. De hecho, hoy en día «todavía toma antidepresivos y orfidal a temporadas, y experimenta paralización cuando un hombre se pone agresivo o le habla mal». La Audiencia condena al violador a indemnizarla con una cantidad de 20.000 euros.

La víctima vivía en Cartagena y se había quedado en Murcia a dormir en casa de los tíos de su entonces novio, porque salió a cenar con los compañeros con los que preparaba la oposición.

Cuando subió a la vivienda, «me sentía sucia y me duché», relató la mujer. El tío de su novio bajó a una farmacia y le compró la píldora del día después, después de que ella contase que la habían asaltado y violado. Luego acudió a la Policía y de ahí al médico forense, que confirmó la agresión.

La mujer declaró que primero, tras ver al hombre, pensó que iba a robarle, por lo que le ofreció el bolso. Pero él quería otra cosa: la lanzó varias veces contra el suelo y ahí ella ya se dio cuenta de que quería agredirla sexualmente. Le tapaba la boca para que no pudiera gritar, recuerda la mujer. El violador le arrancó el mono y le rompió la faja. Él era de complexión fuerte y, en uno de los golpes que le dio, ella pensó que la iba a matar. Dejó su mente en blanco y lo siguiente que recuerda es oír un golpe de la puerta. Permaneció unos diez segundos en el suelo por si él todavía estaba ahí y después se levantó: estaba desnuda.

Al violador lo pillaron por su ADN. Se da la circunstancia de que los Mossos lo tenían fichado por un delito de robo con fuerza.

En el juicio oral, el hombre dijo ser inocente. Alegó que él ni siquiera vivía en Murcia, que ese día estaba en casa de un colega y no en el portal donde se produjo la agresión. También explicó que aquella noche se drogó mucho: aseguró que estaba de cumpleaños y se fumó cinco o seis porros, medio gramo de speed y coca.

El tribunal estaba formado por tres magistradas: Concha Roig, Ana Mª Martínez Blázquez y Nieves Mihi Montalvo. La sentencia refleja que «uno de los impactos más fuertes se evidencia en la autoestima, en la capacidad lúdica y en la vida de relación. Los especialistas refieren que la mujer violada sufre una invasión total de su integridad física y psíquica, un desgarramiento de su intimidad y su dignidad, que hace que uno de los elementos que se vea más afectado sea la autoestima».

«La mujer violada siente la inseguridad, los miedos y las fobias que afectan y condicionan todos los aspectos de su vida, impacto en la pareja, la familia y el trabajo», manifiesta la Audiencia.