LAS HERMANAS OBLATAS INAUGURAN SU ASILO

Hay que remontarse al año 1618 para conocer el primer asilo de ‘arrepentidas’, que así se llamaban a las mujeres de lo que se conocía como vida licenciosa, que se abre en la ciudad de Murcia. Lo llevó a cabo el regidor Francisco de Quirós, que lo construyó, por orden del Concejo, en la conocida como Cuesta de la Magdalena, en el barrio de san Nicolás. Precisamente, aquel asilo, se puso bajo el amparo de Santa María Magdalena, que daba nombre a aquel paraje que, años más tarde, sería el lugar más conocido de la ciudad donde se daba cita el comercio de la prostitución. Después de casi tres siglos de vida de aquella institución, en pleno siglo XIX, llegan a Murcia las Religiosas Oblatas, que tienen como misión principal de su apostolado el seguimiento a Jesús, en comunidad, dentro de la Iglesia. Participando de un carisma para compartir la Buena Noticia del Reino en situaciones de prostitución y exclusión. Esta comunidad religiosa abre casa en Murcia en la calle de Puerta Nueva el día 30 de diciembre de 1884. La noticia se recoge en la prensa de la época: «El Asilo de Arrepentidas, llamado también de Oblatas, se ha inaugurado. La Madre Sor Manuela del Amparo, en unión de quince religiosas, ha hecho con su claro talento, que en esta santa casa impere un ambiente de honestidad que subyuga, cuando, regeneradas por el arrepentimiento contemplamos a cincuenta y siete hijas del infortunio que allí se albergan pidiendo al Altísimo su sacrosanta protección. La capilla de este asilo fue bendecida por nuestro obispo don Tomas Briant y Livermore. En ella pueden admirarse un bonito retablo con la Sagrada Familia, el Sagrado Corazón de Jesús y la Inmaculada. Para las obras de este asilo que se ha abierto en Murcia han contribuido con parte de sus bienes nuestro Obispo señor Bryant, doña Carolina Díez y don Joaquín Núñez. Desde ahora, las religiosas Oblatas, cuidarán en Murcia de las almas descarriadas y perdidas de las mujeres que serán reconducidas hacia la vida honesta y cristiana».

CURIOSIDADES JURÍDICAS

El Registro Civil se constituyó en Murcia el día 1 de enero de 1871, haciéndose la primera inscripción el día 3 de dicho mes y año. Esa inscripción es de nacimiento y correspondía a María del Pilar Montoya Marín, hija de Antonio y María, labradores huertanos de Puente Tocinos. La primera defunción registrada fue la de José Rodríguez Moreno, el día 25 de enero de dicho año 1871. La de matrimonios civiles que, con arreglo al Real Decreto de 16 agosto 1870, abrieron los juzgados municipales corresponde al enlace entre Román Olaya Franco y Josefa Murcia Franco, con domicilio en la calle de Rillo en la parroquial de San Bartolomé. Al constituirse el Registro Civil de Murcia eran juez y secretario judicial don Francisco Molina Martínez y don Miguel López García respectivamente. La primera inscripción de nacimiento, con bautizo en la Catedral (entonces se bautizaba allí) corresponde a Rufina Pardo Zaragoza, hija de Francisco y Mariana, que nació el día 23 de enero de 1871 en el partido de San Benito. La defunción primera, del distrito del barrio de San Juan, corresponde a José Antonio Franco López, de 13 meses de edad que falleció el 23 de enero de dicho año en la calle del Conde del Valle de San Juan. En cuanto a los matrimonios de esa parte de la ciudad, recogidos en el Registro Civil, el primero de ellos se celebró unos días antes de abrirse oficialmente, fue el 28 de diciembre de 1870 y correspondió al enlace entre Juan Robles González y Antonia Sánchez Muñoz. El juez que firmó el acta era don Jerónimo Ros y el secretario judicial don Antonio Navarro.

EL CONVENTO DE SANTA CATALINA DEL MONTE

«El papa Eugenio VI, por bula de mayo de 1443, aprueba la fundación del convento de Santa Catalina del Monte en la ciudad de Murcia que, al pie de la sierra, mandó construir el caballero murciano don Juan Mercader. El obispo, Victoriano López Gonzalo, fue el que hizo importantes mejoras en este convento al que se adosó un palacio con grandes salones, un oratorio y varias cámaras para el propio prelado, dignatarios de la Iglesia y familiares. El balcón del comedor daba paso a una galería de bajada a un gran jardín plantado con naranjos y limoneros con variedad de flores y una gran fuente de mármol como eje central de los jardines. Sobre el piso principal del convento se hallan las celdas de los frailes. La portada de la iglesia del convento, consiste en un pórtico de dos pilastras, coronado el hueco de la ventana del coro hay una estatua dentro de una hornacina con la imagen de Santa Catalina. En una parte del jardín se pueden contemplar, así mismo, varios cipreses que señalan el lugar de enterramiento de los frailes de aquella comunidad». Esta descripción histórica que hemos hecho del conocido convento del monte está fechada en el año 1875 y corresponde a una guía de monumentos eclesiásticos de España donde destaca con, ilustraciones a carboncillo, el murciano de Santa Catalina.

LOS MATARON POR UNA HERENCIA

En aquella Murcia del siglo XVIII, concretamente en 1775, causó una profunda conmoción el suceso que ocurrió en Fortuna donde un matrimonio y su sobrino fueron asesinados a mazazos mientras dormían. Por tratarse de ricos hacendados de esa localidad y benefactores de la diócesis, el suceso, no tardó en recorrer todos los estamentos de la sociedad causando enorme consternación. Los asesinos eran suegro y yerno. En las actas capitulares este suceso se recoge con todo detalle: «Suegro y yerno mataron a marido y mujer junto a un sobrino. Sucedió que estos habían hecho testamento y dejaban, al sobrino que mataron también, por heredero. El otro sobrino indignado al conocer el testamento y ver que no le dejaban nada a él que era lo que pretendía, fue a su suegro y le dijo que a su tío había que matar por no haberle dejado nada de sus grandes riquezas. Por fin consintió el suegro convencido por este y se fueron al camino donde vivían y a la casa donde moraban. Fueron recibidos a gusto y les dieron buena y abundante cena y cama para dormir. Después de acostados, le dijo el suegro al yerno que se había arrepentido de matarlos, pero tras largas conversaciones durante la noche, el otro volvió a convencer al suegro y acudiendo a las habitaciones mataron al padre, a la madre y al otro sobrino a mazazos reventándole sus cabezas. Después se supo que la mujer estaba embarazada. Fueron presos de la justicia y tras juicio donde se demostró su culpa murieron en la horca el día seis de diciembre del año de nuestro Señor de mil setecientos y setenta y cinco. Estuvieron allí colgados durante una semana a la vista de todo el mundo para que sirvieran de escarmiento».

MARIANO PADILLA EN MURCIA

Una calle de la ciudad de Murcia lleva el nombre del insigne barítono Mariano Padilla, a quien, por desgracia, apenas se le conoce a día de hoy y ni tan siquiera se recuerda. Padilla ha sido uno de las más grandes voces que ha dado la lírica española al mundo y su fama se extendió por todo el mundo siendo muy apreciado y solicitado en los mayores y más prestigiosos escenarios operísticos de Europa y América. Retirado del mundo del espectáculo, Mariano Padilla, fijó su residencia en la capital de Francia, donde falleció. Hoy, en nuestra ciudad, su nombre se encuentra en el callejero urbano solamente, pero no estaría de más que, como hacen en otras ciudades, se colocara una placa en la calle donde nació, en el murcianísimo barrio de San Juan, y se recordará la figura de quien fue un murciano de fama universal. Nació en nuestra ciudad en 1842 y falleció en Paris en 1906. Fue una de las voces más reconocidas internacionalmente, como decíamos al comienzo. Debutó en Mesina, obteniendo memorables éxitos en teatros de Italia, Austria, Alemania y Rusia. Estudió con Giorgio Ronconi y Teódulo Mabellini en Florencia y actuó en muchos países europeos, incluyendo Inglaterra, donde cantó Dinorah de Giacomo Meyerbeer en 1881, y Alemania y Austria, entre 1875 y 1880. Actuó en el Covent Garden en 1887 y en Praga ese mismo año en la celebración del centenario del estreno de Don Giovanni, con el papel protagonista, que se convirtió en una de sus mayores creaciones. En 1888 hizo una gira por los países escandinavos y San Petersburgo. En 1869 contrajo matrimonio con la soprano belga Desiré Artôt, exnovia de Piotr Chaikovski. Este enlace levantó muchas críticas en la época, pues Desiré estaba prometida con Chaikovski e iban a casarse cuando en sus vidas se cruzó el barítono murciano. La vida de Padilla, tras finalizar su carrera escénica, en 1889, acabó en Paris donde se había establecido como profesor de canto junto con su esposa. Pues bien, en 1885, Padilla, realizó a Murcia uno de los pocos viajes que hizo a esta ciudad y fue con motivo de una función benéfica en favor de los damnificados del terremoto que asoló las ciudades de Granada y Málaga. La prensa de la época recoge la noticia: «Con motivo de la Fiesta de la Caridad efectuada en Romea, en favor de las desdichadas provincias de Málaga y Granada, arruinadas por espantosos terremotos, se hizo una apoteosis a nuestro ilustre paisano Mariano Padilla que magistralmente cantó el aria de El Trovador con acompañamiento de coro y orquesta, lo mismo que la de El Barbero de Sevilla y de Las Sicilianas. El señor Padilla fue llamado a escena multitud de veces y obsequiado con un magnifico cuadro del distinguido pintor murciano señor Meseguer, con un precioso ramo monumental confeccionado por el conocido jardinero señor Hernández y con otros objetos de gran valor. En el desarrollo del acto en homenaje a Padilla se leyeron poemas alusivos al célebre barítono murciano, así como también a los habitantes de Granada y Málaga. Tomaron la palabra los señores Martínez Tornel, don Andrés Blanco, Guirao, Tejera, Sánchez Madrigal y Maestre». Han pasado los años, 110 tras su fallecimiento, y a día de hoy nadie recuerda al gran Padilla. Es, únicamente, un nombre en el callejero urbano de la ciudad. Ni una placa, ni un recordatorio, ni una alusión. Uno de los más grandes barítonos de la historia era murciano, y Murcia, su ciudad, ni le recuerda ni sabe quién fue.