El vaciado de los libros de actas capitulares que se conservan del Concejo Murciano y la plasmación de los datos que aportan en varios trabajos publicados por diversos investigadores en los últimos años brindan información suficiente para hacernos una somera idea de lo que fueron y representaron las fiestas a partir del siglo XV.

Además de las mencionadas actas capitulares también los libros de cuentas de propios que llevaba el mayordomo de la ciudad nos aportan datos de gran valor. Pongamos como ejemplo que en la festividad de Santo Tomás de Aquino del año 1426 en que se celebraba el aniversario del rey Juan II de Castilla, se organizó una celebración que se repetiría en diversas ocasiones durante la primera mitad del siglo XV, en las que se incluyeron pasacalles con músicos y pendones «junto a los cuales desfilaba un cuantioso número de juglares, moros y cristianos».

Por cierto que estos mudéjares no eran sólo de Murcia, sino también procedentes de las aljamas de los pueblos cercanos y aún de Ceutí, Lorquí y Valle de Ricote. Cobraban por su participación, cada uno, cantidades que solían oscilar entre nueve y doce maravedís. Regularmente, el Concejo enviaba un emisario a las diversas aljamas para seleccionar y contratar a los juglares, músicos, instrumentos, viandas y diversos materiales necesarios. Concretamente, en 1431 se encargó de las gestiones Lorenzo Ballester con salario de 12 maravedís diarios.

Esta participación mudéjar se repite en años posteriores (1430, 32, 36, 39, 40...) en diversas celebraciones entre las que destacan las procesiones del Corpus. A ello podemos agregar que eran hábiles artesanos elaborando instrumentos musicales que lógicamente vendían al Concejo de la ciudad y particulares de ella para tales fastos. Sobre su resonancia dentro y fuera de la ciudad nos dice Maria del Carmen Veas: Estos juglares y danzarines al son de sus trompas y tambores animaban las calles murcianas y su fama, rebasando el área propiamente ciudadana, atraía a gentes forasteras a participar en ella o simplemente a venir a Murcia a ver pasar el cortejo y disfrutar del ambiente danzarín y zumbón que imperaba en estas fechas.

El 17 de marzo de 1452 Alfonso Fajardo dirigía las tropas cristianas del Valle del Guadalentín para hacer frente a las granadinas comandadas por Abibdar. La victoria se inclinó del lado cristiano con 800 bajas del lado moro y 400 prisioneros. En agradecimiento, el Concejo de Murcia decidió nombrar al santo de ese día, San Patricio, patrono de la ciudad y del Reino ordenando festejos en su honor. Estos consistían en una función religiosa y el desfile de niños con banderas y lanzas de caña.

El dato queda completado gracias a las actas capitulares de la ciudad fechadas en marzo de 1495 en las que se especifica que: «los muchachos vayan vestidos de moros, como se solía hacer».

En marzo de 1510 el propio Concejo se quejaba de que desde 1507 esta procesión conmemorativa ya no se celebraba y, decidido a rescatar esta tradición con más de medio siglo de existencia, determinaba aportar el presupuesto necesario. Como vemos, hasta ese momento no se trataba de escenificaciones sino de un mero desfile. El lunes 5 de diciembre de 1541 a las 6 de la tarde, según Cascales, entraba en la ciudad Carlos I, siendo recibido por Francisco de Molina, Andrés Dávalos, Luis y Esteban Pacheco, el deán Sebastián Clavijo, etc. Así, ante las autoridades locales el rey juraba guardar las costumbres y usos de la ciudad. Tras este acto se celebró en su honor una «danza de moros y cristianos».

Será la segunda mitad del siglo XVI la que aporte otras innovaciones. Estas llegaron de la mano de Ginés Pérez de la Chica, conocido como Pérez de Hita, zapatero, historiador, poeta y esmerado organizador de las fiestas del Corpus en la ciudad de Murcia hacia finales de siglo. Sus montajes, muy populares y del gusto del Concejo se enriquecieron con la inclusión en los desfiles de gigantes que representaban personajes anónimos pero alusivos al tema como: un sultán, una sultana, un rey negro... y la incorporación de gitanos danzarines, moriscos, trompetas y maceros. En 1586 ya había logrado el Concejo murciano la aprobación de una «fiesta de moros y cristianos para el día de Santiago».

También existe alguna referencia de las fiestas que tratamos a comienzos del siglo XVII. En 1579 los agustinos abandonaban a su suerte la ermita de San Sebastián instalándose en la de Nuestra Señora de la Arrixaca. Vinculada a ellos se fundó en 1600 la Cofradía de Jesús Nazareno. Cuando ésta recibió en 1602 la bula pontificia, para celebrarlo se organizó una corrida de toros y una fiesta de moros y cristianos, con su correspondiente desfile.