Varias veces lo sorprendieron vecinos del pueblo, pero él rogó que no dijesen nada, para que no se enterase su esposa. Hasta que un hombre que lo vio varias veces lo puso en conocimiento de uno de los hijos de la víctima, el cual denunció ante la Guardia Civil que habían violado a su madre.

El escenario, el camposanto de Moratalla, donde la víctima, una mujer con discapacidad física y psíquica, acudía habitualmente. Ahí la abordó en al menos tres ocasiones este individuo, para forzarla a mantener relaciones sexuales. Tanto la víctima como su atacante tienen ahora 66 años, aunque ella, según el dictamen de los médicos que la han examinado, posee un grado de entendimiento equiparable al de un menor de 5 o 6 años de edad.

Según se lee en el relato de hechos probados de la sentencia dictada ahora por la Audiencia Provincial de Murcia, uno de los ataques tuvo lugar en el interior de un panteón; el otro, sobre una lápida, y el tercero en los aseos del cementerio. Se da la circunstancia de que la víctima «en la adolescencia sufrió meningitis, y dicha enfermedad le afectó seriamente tanto física como psicológicamente: a nivel físico resulto con parálisis en el lado izquierdo del cuerpo, y padece de sordera desde entonces». Asimismo, «no ha ido a la escuela y no tiene instrucción, y a nivel intelectual, la discapacidad que presenta es notable, teniendo declarada una discapacidad intelectual con un grado total de minusvalía del 75% por el organismo Instituto Murciano de Acción Social (IMAS), encontrándose muy limitada las actividades de gobierno independiente, pues necesita de una tercera persona para su aseo y vestirse».

«La capacidad comunicativa de la mujer se muestra claramente afectada tanto en su capacidad de transmitir como en su capacidad de comprender lo que se le dice. Muestra una significativa limitación en su capacidad auditiva. Esto, junto a no saber leer ni escribir y a no haber sido entrenada en ningún medio de comunicación alternativa, hace muy difícil que pueda entender con claridad las preguntas», detallan los facultativos. «No tiene capacidad de prestar consentimiento válido a la hora de mantener relaciones sexuales», opinan los forenses.

Dada la situación de la víctima, no se contó con su declaración en el proceso, aunque sí con la de los testigos. Uno de ellos, el hijo de la mujer, que contó que, aunque no había visto los sucesos acontecidos en el cementerio, no era la primera vez que su madre era violada por un vecino del pueblo: ya pasó en dos ocasiones anteriores, aunque la segunda vez retiraron la denuncia, al ser el sospechoso un hombre muy mayor y enfermo.

Otros testigos sí corroboraron haber visto las violaciones, aunque el procesado en todo momento insistió en que era todo mentira: declaró que los vecinos decían eso «por venganza». «El testimonio del acusado al tribunal no le resulta ni creíble ni convincente», destaca la Audiencia en su sentencia. Todo lo contrario al «relato veraz, sincero y sin ausencia de interés» que ofrecieron los testigos directos. La Audiencia, por tanto, condena al individuo a pasar siete años en la cárcel. Tendrá que indemnizar con 10.000 euros a su víctima.