Los siete niños de entre nueve y doce años que aquella mañana de este mes de julio acudieron al Club Náutico de Águilas para ir a clase práctica de vela no podían imaginar lo que les depararía la jornada.

Soplaba viento de levante y uno de los alumnos se montó en una tabla de windsurf, mientras que el resto de menores lo hizo en la embarcación con la que se desplazarían hasta la zona de la Playa Amarilla y la Isla del Fraile junto a su monitora, Eleva Arévalo.

Esa misma tarde, cuando iban a bordo de la barca neumática, a tan solo unos cien metros de ellos, Elena Arévalo observó a una pareja que pedía ayuda y que estaba teniendo problemas para mantenerse a flote. «Vi a dos personas que estaban pidiendo auxilio, se estaban ahogando y me acerqué para ayudarles sin dudarlo», explica. Arévalo puso rumbo hacia los bañistas en apuros con la barca neumático y los siete niños a bordo.

Una vez que se logró situar a su lado, «les indiqué que se agarraran a la embarcación. Estuve unos diez minutos tratando de tranquilizarlos, explicándoles que ya podían relajarse porque estaban a salvo, que la nuestra era una embarcación segura y que no habría ningún problema una vez que se agarrasen a la embarcación, ya que los remolcaríamos hasta tierra firme», indica. Así, una vez que consiguieron dejar atrás el estado de nervios en el que se encontraban, se agarraron a la embarcación y Arévalo y los alumnos de vela los llevaron hasta la Playa Amarilla de Águilas.

Los bañistas tuvieron suerte, explica la monitora. «En ese momento éramos la única embarcación que había en la zona. Pero lo importante es que estábamos y que pudimos ayudarles», destaca. A pesar de ser una zona paradisíaca, la Isla del Fraile y la Playa Amarilla, más allá de sus aguas cristalinas y sus fondos de arena fina en los que apenas cubre a pesar de que uno se aleje de la orilla, existen muchas corrientes a uno y otro lado de la Isla del Fraile. El día en el que alumnos y monitora tuvieron que actuar como socorristas «había olas de hasta dos metros y se formaron unas corrientes que no te esperas», explica la monitora Elena Arévalo. «Probablemente comenzaron a darse un paseo al ver que el agua no cubría y quizá dieron algún paso en dirección hacia una corriente y ahí fue cuando comenzaron a tener problemas», razona Arévalo. En esos casos, ella incide en que «hay que dejarse llevar y tranquilizarse. Ellos se pusieron muy nerviosos e intentaron luchar contra la corriente, fue entonces cuando el nerviosismo se apoderó de la situación», añade.

La monitora señalá que la acción de salvamento la realizó con «un gran equipo de rescate», puesto que cuando ella detectó el problema, algunos alumnos se estaban dando un baño y tras avisarles de lo que podía estar sucediendo «reaccionaron muy bien, participaron en el salvamento. Estaban un poco asustados, porque para algunos de ellos era la primera vez que presenciaban algo así, pero les expliqué que tenían que estar orgullosos y seguramente será un momento que recordarán para siempre».

El hábitat natural de Elena Arévalo es el agua, no en vano es monitora de vela, coordinadora y profesora en el Club Náutico de Águilas. Por eso no dudó un segundo en lanzarse a rescatar a los bañistas, que ahora la consideran una heroína.

Arévalo y su 'pequeño' equipo de salvamento han recibido felicitaciones por su actuación. «Ellos me dieron las gracias y mucha gente ha comentado la suerte que tuvieron porque la situación era muy delicada», señala. «La mujer estaba aún en 'shock' cuando conseguimos llevarlos a tierra. Tenía mucha ansiedad, lo estaban pasando muy mal», lamenta Arévalo.

Así la clase práctica de vela a la que asistían estos alumnos se convirtió en una lección de vida que no olvidarán y en la que también aprendieron la importancia de conocer la zona de baño para evitar corrientes peligrosas que les puedan hacer pasar un mal rato.