La Historia está forjada con diversos acontecimientos que han configurado lo que somos, lo que nos rodea y nuestra forma de entender el mundo. Decía el gran Miguel Delibes: ''Las cosas podrían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así''. Hasta hace relativamente pocos años el pueblo de Lorquí ha guardado, dentro de su exquisito templo santiaguista, un gran tesoro prácticamente desconocido.

Un conjunto excepcional de esculturas talladas por Salzillo en la década de 1760. Piezas que no han sufrido alteraciones significativas en su concepción original y que, incluso en caso de la Virgen Dolorosa, ha llegado hasta nosotros con sus ajuares (textil y argénteo) concebidos por el propio genio barroco. Pero, ¿cómo estas tres esculturas: San José y el Niño, Jesús Nazareno y la citada Dolorosa, han llegado intactos hasta nuestros días sobreviviendo a los desastres contra el patrimonio artístico de la cruenta Guerra Civil española? Baste recordar que, prácticamente, nada sobrevivió en las vecinas villas de Molina, Ceutí o Archena.

Tenemos que remontarnos al mes de julio de 1936. Tras el estallido de la guerra, el 18 de julio, las imágenes son desalojadas del templo y guardadas en las diferentes casas de sus camareros. En la plaza de la iglesia se levantaba la emblemática Casa de la Encomienda de origen medieval, en cuya parte central, tenía su residencia don Gregorio García Gil, camarero de Ntro. Padre Jesús Nazareno desde 1900 y suegro del alcalde socialista don Jaime Brustenga Martínez -nieto de D. Francisco Martínez Lozano y sobrino de D. Matías Martínez-Lozano Carbonell, alcaldes ilorcitanos durante la dictadura de Primo de Rivera-. Allí fue resguardada la imagen cristífera iniciada la guerra.

Lindando con esta vivienda se encontraba la blasonada casa de ‘los Marco’, responsables de la Dolorosa desde el siglo XVIII y propiedad, desde 1913, de doña Pepita Ayuso, casada con D. Antonio Albaladejo y heredera, junto con su hermano de los bienes de D. Alejandro y Dña. Ángeles Marco Iniesta.

En esta vivienda vivían los caseros D. Juan Sánchez y Dña. Ángeles Cascales, camareros ‘de facto’ de la Dolorosa a la que habían llevado hasta su morada. A unos cien metros de ambas casas, se encontraba la residencia de la ‘boticaria’ del pueblo, Dña. Concepción Alcaraz, camarera de San José y de la patrona la Virgen del Rosario, quien, también, tenía las imágenes en su vivienda. Según información oral de personas contemporáneas a lo sucedido (doña Balbina y doña Dolores García Cremades, hijas de D. Carmelo García García y sobrinas del alcalde) la tarde-noche del 24 de julio se avisó de la intención de destruir todas las imágenes al amanecer del día siguiente, después de que la minoría cenetista no convenciera a la mayoría ugetista deseosa de destruir todo icono católico.

La actuación fue rápida y decisiva. A las dos de la mañana, y con el mayor de los sigilos, las tres imágenes de Francisco Salzillo fueron recogidas y colocadas en un camión de la incautada fábrica que Don Juan de la Cierva Peñafiel poseía en Lorquí y que ahora gestionaba el ayuntamiento. A las tres esculturas salzillescas se sumó un Corazón de Jesús del año 1897, obra de D. Francisco Sánchez Tapia, y que se encontraba en el oratorio particular del camarero del Nazareno. En ese camión, acompañando y protegiendo a nuestros salzillos iban don Carmelo y don Jesús García García, ambos maestros nacionales, hijos del citado camarero de Ntro. P. Jesús Nazareno y cuñados del alcalde; este mismo, don Jaime Brustenga Martínez, del que ya hemos hablado y mencionado también su vinculación familiar con una de la imágenes y una mujer: doña Concha Alcaraz, celosa camarera de San José hasta el final de sus días.

Como se había anunciado, al amanecer del 25 julio, Lorquí escribió uno de los días más aciagos de su historia cuando parte de su patrimonio ardió fruto de la incultura y el sinsentido, la mayoría obras de los siglos XVII y XVIII, aunque también había esculturas del XX. Afortunadamente, nuestro tesoro salzillesco, estaba a esas horas a salvo en la ciudad de Murcia, donde la recién creada Junta Delegada de Incautación y Protección del tesoro artístico del gobierno republicano (Decreto ministerial de 23 de julio de 1936), trataba de poner a salvo todo lo que se podía de Murcia capital y de los distintos pueblos que, a lo largo de los tres años bélicos, siguió llegando en busca de amparo.

Los principales lugares donde se albergaron las obras fueron el antiguo Museo provincial (actual museo de Bellas Artes) y la Catedral, aunque existieron otros lugares como el actual museo Arqueológico. No sabemos con certeza si estuvieron en el mismo lugar las esculturas desde su llegada a Murcia, porque no se ha encontrado el registro de entrada (tengamos en cuenta que el archivo de la junta de incautación está incompleto y además fue hecho en unas circunstancias tan peculiares y complicadas como son las de toda guerra).

Pero sí tenemos constancia documental que con fecha 8 de mayo de 1937 las esculturas de Jesús Nazareno y la D olorosa fueron llevadas a la catedral y San José, catalogado como obra de primera categoría -todavía se conserva en la peana la inscripción-, fue guardado en el lugar que más seguro se consideraba en Murcia: la sacristía de la catedral bajo la gran torre catedralicia. En la foto que acompaña a este artículo se ve cómo dos milicianos -tocados con el gorro frigio- portan al Nazareno de Lorquí para introducirlo en la catedral por la puerta de los Apóstoles. Otra fotografía nos da la clave del lugar concreto, dentro de la catedral, en el que estuvieron las imágenes, al menos el Nazareno y el Corazón de Jesús. Ambos se situaron en la capilla del Pilar de la girola catedralicia.

¡Qué azares tiene la vida, y qué latir misterioso teje urdimbres que, en ocasiones, el tiempo interpreta! A tan sólo unos metros -dentro de la sacristía que se consideraba el lugar más seguro de todos- se encontraban la enigmática imagen de Jesús de Murcia y la más emblemática de las Dolorosas del maestro, la de la iglesia de Jesús, tan vinculadas en su esencia al propio grupo de Lorquí y que se volvieron a encontrar el pasado mes de noviembre de 2017 -con todos los honores- con motivo de la Magna Procesión celebrada en el marco del III Congreso Internacional de Cofradías y Hermandades.

Terminada la Guerra Civil, las obras fueron progresivamente devueltas a su propietaria: la parroquia de Santiago Apóstol de Lorquí. Así nuestro pueblo fue recuperando su preciado patrimonio aunque no todo a la misma vez. Según las actas del Servicio de Recuperación y Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (creado por el bando nacional el 22 de abril de 1938): Ntro. P. Jesús Nazareno, La Dolorosa y el Corazón de Jesús fueron devueltos el 13 de julio de 1939. San José no volvió tan rápido y, según se recuerda aún entre los mayores, hubo cierto interés en que éste se quedara en la catedral y fue menester que la gente acudiera a la viuda de don Juan de la Cierva: doña María Codorníu, para que, con su influencia, la imagen regresara al municipio. Lo hizo, según el acta de entrega, el 29 de julio de 1939, con el número de inventario 1890. Otros pueblos no tuvieron la misma suerte y, a pesar de que las obras fueron protegidas, se perdieron en un extraño limbo para no regresar nunca a sus dueños legítimos por distintos motivos.

Cuando la comunidad autónoma declaró BIC los Salzillos de Lorquí en el año 2012, no sólo se ponderaba la extraordinaria calidad de las tres esculturas, sino la excepcional pervivencia -en un enclave rural- de unas esculturas que nos hablan de todos los cambios y altas cotas que alcanzó la Murcia de la segunda mitad del setecientos. Ahora, más que nunca, son bandera luminosa de un pueblo que se hace grande en el respeto y admiración hacia estas esculturas únicas. Gracias a la valentía de aquellos hombres que arriesgaron su vida para que el nombre de Salzillo pueda seguir siempre unido al pueblo de Lorquí.