Europa ante la guerra

El rearme europeo toma cuerpo en Múnich ante un Putin insaciable

La Comisión Europea trabaja en un plan estratégico para aumentar “masivamente” la producción de armas, anunció en Múnich su presidenta, Ursula von der Leyen

Ursula von der Leyen en la Conferencia de Seguridad de Múnich.

Ursula von der Leyen en la Conferencia de Seguridad de Múnich. / EFE

Gemma Casadevall

“No les deseo que les ataque Rusia. Pero creo que ningún país europeo está preparado para una invasión como la que afrontamos nosotros. No es que seamos mejores: es que llevamos años preparándonos para resistir a Rusia”: la advertencia del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ante la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC) tocó la fibra a los miembros europeos de la OTAN, cada vez más convencidos de la necesidad de rearmarse. No solo ante la perspectiva de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca y reclame de sus aliados europeos que se defiendan solos, sino también ante el temor a un Vladímir Putin cada vez más incontrolable. La Comisión Europea (CE) trabaja en un plan estratégico para aumentar “masivamente” la producción de armas, anunció en Múnich su presidenta, Ursula von der Leyen. Será presentado en tres semanas e incluirá la creación de una agencia destinada al apoyo defensivo a Ucrania.

“Dejemos de lamentarnos ante una posible victoria de Trump; dejemos de hablar tanto de Trump. Hagamos más por nuestra propia defensa, incrementemos no solo el gasto en armas, sino también la producción de armamento”, afirmó el primer ministro en funciones de Países Bajos, Mark Rutte, y favorito a suceder al noruego Jens Stoltenberg como secretario general de la OTAN. “Europa debe reforzar su industria armamentística. Estoy convencida de ello”, añadió von der Leyen, quien compartió uno de los debates de la MSC con Rutte y el primer ministro noruego, Jonas Gahr Store.

Todas las intervenciones giraron en torno a esos términos -aumento de la producción armamentística y de la capacidad defensiva europea-. También la del primer ministro noruego, en su calidad de líder de un país integrado en la OTAN, pero no en la UE, que asiste con cierta impaciencia a un debate reticente en el bloque comunitario desde hace décadas, pero sin pasos determinantes.

Stoltenberg echó un capote a los aliados europeos, al recordar que este año, por primera vez, 18 de los 31 miembros de la OTAN cumplirán el objetivo de destinar al menos el 2 % de su PIB a la defensa -entre ellos, Alemania, que deja así el terreno de los remolones, como le ha recriminado Washington desde tiempos de Barack Obama en la Casa Blanca-.

El modelo para París y Berlín para Kiev

La apertura de la segunda jornada de la MSC correspondió al canciller alemán, Olaf Scholz, quien reclamó de sus socios europeos “una contribución comparable a la de Estados Unidos” a la ayuda militar a Kiev. Recordó Scholz que Washington ha aportado ya a la defensa de Ucrania unos 20.000 millones de dólares, mientras que Alemania -segundo contribuyente al ayuda militar a Kiev- destinará este año 7.000 millones, a los que seguirán otros 6.000 para el siguiente. “Quisiera que todos los socios europeos tomaran decisiones similares”, añadió, en alusión el acuerdo bilateral firmado el viernes con Zelenski para dar garantías de apoyo duradero a Kiev. A ese acuerdo suscrito en Berlín siguió la firma de otro similar en París entre Zelenski y el presidente Emmanuel Macron. Ése debe ser el camino a seguir, según Scholz, para contribuir a la defensa de Ucrania, un país que aspira a integrarse en la OTAN, pero que no lo conseguirá mientras esté en guerra con Rusia.

El apoyo a Ucrania y las llamadas a un aumento “masivo” de la producción armamentística europea marcaron los debates de Múnich, fuera entre líderes de la familia socialdemócrata -como el alemán Scholz o su homólogo noruego- o entre conservadores como Rutte y von der Leyen.

Kallas y la lista negra del Kremlin

La cita en Múnich, con unos 180 líderes, ministros u otros representantes de un centenar de países, seguía bajo la conmoción por la muerte de Alekséi Navalni. Su esposa, Julia, había intervenido el viernes poco después de saltar la noticia ante ese auditorio para proclamar, al borde del llanto, que Vladímir Putin y su entorno deberán rendir cuentas por las atrocidades cometidas contra su marido.

Bajo ese impacto, en la MSC cobró fuerza la presencia de otra mujer de pronto identificada con el coraje, la primer ministra de Estonia, Kaja Kallas. Putin la incluyó hace pocos días en su lista negra y emitió una orden de busca y captura sobre la jefa de gobierno de un país de apenas 1,3 millones de habitantes, pero que es pieza fundamental en el flanco este de la OTAN. “Los bálticos y Polonia no somos aliados de segunda clase”, reivindicó la líder estona. Su país, como Letonia y Lituania, se saben especialmente expuesto, no solo por su situación fronteriza. Putin sigue sin “perdonarles” que tras la disolución de la Unión Soviética de la que formaron parte pasaran estos tres estados a integrarse en la OTAN, en 2004. “Putin ha actuado (contra Navalni) como el dictador que es. Nada ha cambiado. Es un dictador que no se detiene ante nadie ni nada”, advirtió Kallas. La muerte de ese opositor sigue a una larga lista de asesinatos de disidentes. La única diferencia es que ahora Occidente “abrió los ojos” ante una amenaza que siempre fue muy presente para los estados bálticos. Las palabras de Kallas complementaron así a las advertencias anteriores de Zelenski, quien una vez más recordó cómo Occidente “dejó pasar” tanto la anexión de Crimea, en 2014, como la ocupación parcial del Donbás, iniciada por Rusia ese mismo año.