Conflicto en Oriente Próximo

EEUU acepta que la guerra en Gaza "durará meses" tras pedir a Israel que cesen sus bombardeos masivos

Binyamín Netanyahu e, incluso el centrista y rival Benny Gantz, han rechazado tajantemente que la Autoridad Palestina se haga cargo de Gaza cuando acabe la sangría

Imagen de archivo de la guerra en Gaza

Imagen de archivo de la guerra en Gaza / Europa Press

Ricardo Mir de Francia

En la última semana el Ejército israelí se ha esforzado por transmitir el mensaje de que las fuerzas de Hamás en el norte de Gaza están al borde del colapso. Para tratar de demostrarlo ha aireado varias fotografías con decenas --centenares, a veces-- de hombres medio desnudos y apilados como ganado a la intemperie que supuestamente se habían rendido en masa. El problema es que no eran “terroristas de Hamás”, sino civiles arrestados en los colegios de la ONU donde se refugiaban con sus familias, según investigadores israelíes y organizaciones de derechos humanos, que han identificado a médicos, enfermeros o periodistas entre los detenidos. La 'operación victoria' ha salido tan mal que ha provocado incluso la mofa en Israel. “Si ese es un combatiente de élite, yo soy una rana”, escribió en X el reportero militar Hai Levy. 

El discurso de la capitulación inminente no ha tardado en dar paso a otro muy diferente, después de que Israel sufriera el miércoles su segunda jornada más letal en Gaza, con 10 soldados muertos, la mayoría oficiales de alto rango. “La guerra durará más que unos pocos meses”, le dijo el jueves el ministro de Defensa, Yoav Gallant, al asesor de seguridad nacional de EEUUJake Sullivan. El lugarteniente de Joe Biden había llegado a Israel con un mensaje muy claro. La Casa Blanca quiere que la campaña de bombardeos masivos se acabe en unas tres semanas para transitar hacia una fase de “operaciones más selectivas” centradas en los líderes de Hamás. Los mismos que siguen vivos y en paradero desconocido después de 19.000 palestinos muertos y más de 50.000 heridos. La mayoría niños y mujeres. 

Pero por más que Washington aporte muchas de las armas y dicte los tiempos diplomáticos del asalto, vetando todo intento de alto el fuego en el Consejo de Seguridad, su influencia sobre el campo de batalla es como mucho modesta. Sullivan se ha ido este viernes a Ramala sin dar un solo plazo para esa transición y aceptando que la guerra durará meses. “No hay contradicción entre decir que el combate durará meses y decir que habrá diferentes fases a lo largo de los meses”, dijo por la mañana en Tel Aviv con cara de funeral. 

Frustración de Washington

La Casa Blanca empieza a estar nerviosa y visiblemente frustrada. No solo Biden habla ya de “bombardeos indiscriminados”, sino que sus planes para el día después han recibido sonoras bofetadas. Binyamín Netanyahu y su posible sucesor, el centrista Benny Gantz, han rechazado tajantemente que la Autoridad Palestina se haga cargo de Gaza cuando acabe la sangría, un portazo similar a sus intenciones para poner en marcha un proceso de paz. Internamente Israel está pidiendo a su aliado que deje de hablar del tema, según 'The Times of Israel'; en público, que no pronuncie si quiera la idea de un Estado palestino. “Quiero urgir a que dejen de decir ‘solución de dos Estados’”, ha dicho muy gráficamente el presidente Isaac Herzog. “Mi nación está de duelo y bajo el trauma”. 

Las familias del más de un centenar de rehenes que siguen en la Franja están cada día más desesperadas y furiosas con Netanyahu. El Ejército ha reconocido este viernes que sus militares mataron por error durante la jornada a tres rehenes israelíes que lograron escaparse de sus captores en el barrio de Shujaiyeh. Pocos son los días en que no se anuncia un nuevo muerto entre los cautivos por fuego amigo.

Donde también están de duelo, solo que a una escala de víctimas 20 veces mayor, es en Gaza. Convertida desde hace 70 días en un cementerio de plomo y un “cementerio de niños”, en palabras de Antonio Guterres. Según publica ‘The Washington Post’ citando a la inteligencia de EEUU, Israel ha lanzado hasta la fecha más de 29.000 bombas sobre el enclave, casi la mitad 'bombas tontas' sin guía ni precisión. Lo que explica en parte porqué está matando y destruyendo a granel. 

Ataques sobre las 'zonas seguras'

Cada día que pasa la situación en la Franja es más tétrica. Las enfermedades infecciosas se están extendiendo como la pólvora, el hambre es moneda común y cerca de la mitad de la población está ya concentrada en Rafah, el último reducto antes de la expulsión a Egipto. No quedan vacunas para los niños. Encontrar antibióticos no caducados es casi imposible. La comida en el mercado negro se paga a precio de oro. Y el trueque se ha impuesto. La gente cambia queso procesado y latas de atún por abrigos y mantas. Decenas de miles de personas viven en chabolas hechas de palés y plásticos. Algunas familias duermen incluso al raso de este invierno incipiente, según relata a este diario un periodista de la Franja que prefiere no dar su nombre por motivos de seguridad. 

Y ni siquiera en Rafah han cesado los bombardeos, a pesar de que el ejército israelí pidió la semana pasada a la población que se trasladara allí porque Jan Yunis, más al norte, es ahora una “peligrosa zona de combate”. De hecho este miércoles, 33 personas murieron en un bombardeo junto a una escuela de la ONU en la localidad, según Al Jazeera.

La cadena de televisión catarí también sigue acumulando tragedias. El periodista estrella de su canal en árabe, Wael al-Dahdouh, fue atacado por un dron israelí junto a su cámara Samer Abuqada en Jan Yunis. El primero resultó herido de consideración y el segundo murió desangrado después de que los soldados israelíes impidieran a las ambulancias acercarse para rescastarlo. Todo parece claramente deliberado. El pasado mes de octubre un bombardeo mató a la mujer de Al-Dadouh, a su niña de siete años, su hijo de 15, su nieto y otros ocho parientes.

Es otra de las constantes de esta guerra. No solo han sido asesinados 56 periodistas palestinos (y tres libaneses), sino que muchos fueron sepultados junto a sus familias a un ritmo sin precedentes en la historia de la guerra moderna.