Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE celebraron ayer y hoy en Bruselas su cumbre trimestral, en la que analizaron la situación económica general y la repercusión de las turbulencias financieras en el continente, aunque sin detenerse demasiado en la evolución más reciente, marcada por el ascenso imparable del euro y el petróleo.

Sí admiten su preocupación por los "considerables aumentos recientes de los precios de los alimentos y la energía", que están empujando al alza la inflación.

Según la información facilitada hoy por Eurostat, la oficina estadística comunitaria, los precios aumentaron en los últimos doce meses el 3,3 por ciento en la eurozona -la tasa más alta desde que comenzó a elaborarse el Índice de Precios de Consumo Armonizado, en 1997- y el 3,4 por ciento en toda la UE.

La inflación en los países de la moneda única se aleja cada vez más del objetivo marcado por el Banco Central Europeo (2%) y se convierte en un obstáculo claro para la rebaja de tipos.

En las conclusiones del Consejo Europeo, los líderes recordarán que hay que evitar "políticas distorsionadoras que impidan a los agentes económicos introducir los ajustes oportunos" y apostarán por averiguar las causas de la evolución de los precios de los productos básicos y los alimentos.

También instarán a aplicar políticas "que erradiquen las posibles limitaciones de abastecimiento".

En cualquier caso, los Veintisiete insistirán en la favorable posición de la economía europea, pero recordarán que es fundamental continuar el proceso de reformas, más aún en el actual contexto de desaceleración e incertidumbre.

Harán hincapié en que la UE creció el año pasado el 2,9% y en los dos últimos años se han creado en los Veintisiete 6,5 millones de empleos.

Pero admitirán que las perspectivas han empeorado, debido a la ralentización de la actividad en Estados Unidos, el encarecimiento del petróleo y los productos básicos y la volatilidad de los mercados financieros.

Ante esa situación, pedirán "evitar la complacencia" y continuar con las reformas, que deben centrarse, a su juicio, en completar el mercado interior, garantizar la estabilidad macroeconómica y afrontar los retos que plantea el envejecimiento, el cambio climático y la energía.

Para dar estabilidad a los mercados financieros, reiterarán que hace falta más transparencia y mejorar los mecanismos de evaluación y supervisión, tanto a escala nacional como comunitaria y mundial.