La calidad de un país, de una comunidad y de una ciudad también se mide por cómo cuidan sus ciudadanos la democracia. Las instituciones deben estar sometidas a diagnósticos permanentes para vigilar su salud y, especialmente, para combatir una de las principales enfermedades del poder: la corrupción. Así lo considera el doctor Daniel Kaufmann, un economista chileno que ha dedicado toda su carrera al estudio de la gobernanza en todo el mundo y al control de la corrupción. El doctor Kaufmann, que fue director del instituto del Banco Mundial, compartió ayer sus recetas en una charla en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia, invitado por el Consejo de la Transparencia y por la propia UMU. La corrupción, observa, no se debe interpretar como «un pulso» entre ideologías: «La correlación entre la ideología de un gobierno y su corrupción es cero. La probabilidad de tener un gobierno corrupto o no tenerlo está totalmente distribuida entre un gobierno de izquierdas o de derechas».

La lucha contra la corrupción no sólo pasa por intervenir cuando se conoce un escándalo. Hay que ir más allá, apunta el doctor. «Es un trabajo más tedioso y difícil, porque hay que mirar los fracasos y las debilidades que conllevan la corrupción» . Y para ello hay que analizar todas las dimensiones, ya sean políticas o económicas. Un factor es crucial: la transparencia. «Ningún gobierno por muy efectivo que sea tiene la capacidad de ser un auditor perfecto del sector público». Por eso la transparencia es una forma de crear «50 millones de auditores, es decir, la ciudadanía, que al fin y al cabo es la beneficiada o la perjudicada de la gobernanza».

La calidad de la gobernanza, agrega Kaufmann, ha sufrido «un retroceso» en países como Hungría, Polonia, Turquía y Rusia; «no así en España, los españoles pueden estar orgullosos», dice. El entorno mundial, opina el chileno, está agitado por cambios significativos como la «tendencia nacionalista y populista» y expuesto a desafíos como el Brexit y el Cambio Climático. Ante este escenario, la pregunta del ciudadano es: ¿Alinearse con el cambio o agarrarse al estatus quo? «La tendencia humana conspira contra las necesidades del cambio», avisa.