Verdades afiladas fue la canción adelanto de Cargar la suerte, nuevo álbum de Andrés Calamaro, con el que llega a Murcia a renovar credenciales. Decimoquinto trabajo de estudio en solitario del exlíder de Los Rodríguez, este disco recupera al mejor Calamaro. Compuesto entre mate y hash en apenas unos meses, lo ha grabado en cuatro días a la antigua usanza, con los músicos en directo y sin claqueta. El título, una declaración de intenciones vitales -que proviene de una expresión taurina que se refiere a entrar al toro adelantando la pierna y poniéndose a tiro de pitón-, acoge una docena de temas de briosa elegancia y pericia instrumental, que se reparten entre el rock sin ambages, los medio tiempos crepusculares y los ejercicios de autor que juegan con otros estilos. Pero, ante todo, el argentino es en este disco, ante todo, fiel a sí mismo; sus detractores podrán culparlo de lo que quieran, pero nunca de arribista, alejado siempre de diplomacias con su sinceridad arriesgada. Es una especie de cronopio de estos tiempos modernos, algo kamikaze a lo José Tomás, con una fuerza emocional decisiva. Un músico que interpreta con salvaje vocación el personaje del rockero.

El título de su último disco está basado en un concepto eminentemente taurino. ¿En qué pensaba cuando decidió titularlo así?

Es un concepto que se entiende en el rock también. Es una forma de interpretar: adelante, en silencio, y, en el embroque, templamos el tiempo tocando instrumentos. Parece lo mas normal del mundo, pero hace falta explicarlo. Ahora es accesible grabar discos de laboratorio y llevar soportes tecnológicos en los directos. Algunos quedamos más puros, ‘cargamos más la suerte’. No hacemos la plancha.

¿En qué momento vital se encuentra?

En modo gira... Esperando ya el próximo concierto. Estoy enfocado en eso por un tiempo.

Cargar la suerte se grabó en tan solo cuatro días. ¿Esto es experiencia o que salió a la primera?

Experiencia había; el casting es todo. Experiencia y talento, eficacia. Un disco es un trabajo en equipo.

Se le suponía armando un disco de duetos y, de pronto, este disco. ¿Ardían las canciones en el pecho?

Tampoco tanto. El disco de ‘duetos extraordinarios’ estaba muy avanzado, pero sin terminar del todo. Me gusta escribir todos los días, y compartimos las letras con Germán, que se presentó con maquetas buenas. Estuvimos así unos meses, y le mostramos las canciones a Gustavo. Terminamos Cargar la suerte antes del disco grande de colaboraciones que grabamos con Carlos Narea.

¿Cómo se organizó la grabación? Me imagino que todo estaría perfectamente ensamblado para aprovechar esos cuatro días...

Sí, claro. Gustavo armó una grabación exquisita: nosotros llegamos con maquetas bien presentadas y arreglos accesorios en partituras. Grabamos en una sala grande la batería, las guitarras, el bajo, los teclados… Y yo, en una pecera cantando. Los primeros dos días grabamos ocho canciones, el tercer día grabamos con bronces, el cuarto día con cuerdas. Seis, nueve y once músicos tocando. Después grabamos más partes vocales, corregimos algunas letras, hicimos los coros... Bajamos las mezclas varias veces, conmigo en Buenos Aires y Gustavo en Burbank. Terminamos en agosto. Grabamos en cuatro días la mayoría de los instrumentos y algunas voces principales.

¿Ha grabado el disco en Los Ángeles porque le apetecía hacerlo en un lugar con historia en el imaginario del rock? ¿Qué representa para usted musicalmente esa ciudad?

Los Ángeles tiene mucha historia y muchos músicos muy buenos. Hicimos varios equipos, con Germán, con Gustavo, con mi representante, con los músicos y los músicos de sindicato. Grabamos sin discográfica, formalmente. ¿Qué puedo decir de Los Ángeles que no hayamos leído, visto en el cine o escuchado en discos?

En los últimos años parece que ha alternado periodos de fertilidad creativa con secuencias más contenidas. ¿De qué tipo de estado mental y creativo sale Cargar la suerte? ¿Cuál fue la idea motriz?

Estaba encendiendo el motor. Es un disco, se termina y seguimos con más cosas; el productor, el estudio, los músicos, nosotros, seguimos con la música en otra parte. Después de grabar nos enfocamos en un sitio de culturas y delito, nerviodigital.com, como trinchera literaria de guerrillas. Este año escribí un guión de cine; estaba escribiéndolo cuando llegaron los ensayos. Este disco lo empezamos por los textos, las letras.

Otros rockeros se han manifestado antes sobre su pasión por la tauromaquia y nadie les ha afeado esa afición. Ahora, en cambio, a usted le critican en las redes por defenderla. ¿Qué ha cambiado para que eso ocurra?

Lo importante es el respeto, la gratitud y la amistad que nos damos con la gente del toro. ¡Eso sí que vale! Las redes, para los pescados. Mientras existan toros habrá toros.

La banda de esta gira la conforman Germán Wiedemer en los teclados, Mariano Domínguez al bajo, Julián Kanevsky a las guitarras y Martín Bruhn en la batería. Viene bien acompañado.

Muy bien acompañado. Intentamos presumir un poco. Somos un cuarteto ampliado, disfrutamos tocando juntos.

En esta gira ha vuelto a cantar desde el teclado después de mucho tiempo sin hacerlo. Bob Dylan, un artista que usted siempre ha venerado y con quien incluso llegó a compartir gira, también ha vuelto a cantar desde el teclado tras un tiempo sin hacerlo.

Bob Dylan siempre se acompañó con la guitarra. Yo toco el piano eléctrico desde hace cuarenta años. ¡Es lo que tenemos en común! Mi verdadero oficio es tocar bien mis canciones. Como cantante no puedo presumir de grandes condiciones. Supongo que el público viene a escucharme cantar, pero el diablo está en los detalles. Tengo vocación instrumental; empecé en los teclados.

Este año se cumplen veinte años de la publicación del inmenso Honestidad brutal. ¿Qué recuerda de aquella grabación y la posterior gira?

Aquello pudo terminar mal, pero nunca terminó del todo. Afortunadamente, seguimos. Fue una grabación endemoniada, nueve meses de día y de noche... Embarazados de cien canciones.

¿Las rimas parten del mismo lugar que Paloma? ¿Quién es ese ‘nosotros’ en «somos la rabia, somos la gente»? ¿De qué lado está Andrés Calamaro?

Eso con 57 años, no hace falta aclararlo. Nosotros somos los amorales y los delincuentes, los de mi confianza.

En My Mafia habla de un gallego, un tal Frank. ¿Es un personaje real o es de ficción?

Es el gallego Enrique. Nietzsche hubiera dicho: «Es el hombre que trabaja siempre en circunstancias adversas». Las bandas son los amigos de mi vida adulta. En España me conocieron con treinta años, en Argentina los músicos me conocen de muy joven.

Sus declaraciones antes de las elecciones en favor de Vox generaron polémica. ¿Las repetiría? ¿Qué es lo que defiende hasta abrirse la camisa?

Soy un cantante de pensamiento transversal. Los territorios se presentan divididos para la opinión; yo, suscribo mis palabras textuales y no la fantasía de los pusilánimes. Hay que preocuparse por los marginales y los vulnerables, los demás viven protegidos de los dramas de la gente de clase media y piel blanca.

¿Los límites de la libertad de expresión se están reinterpretando?

Los consumos culturales son amorales. La opinión pública no es confiable. En algunos casos el acoso cibernético puede traer consecuencias, es verdad, pero tampoco es mi mayor preocupación.

Hemos hecho otras entrevistas charlando y repreguntando. ¿Prefiere ahora los cuestionarios para que no se manipulen sus palabras, para no meter la pata?

Prefiero contestar por escrito y le doy mas importancia a la entrevista. Una conversación es otra cosa, es más dispersa.