Como viene siendo habitual, el festival flamenco pinatarense inaugura con su cita el verano flamenco de la Región. En esta vigésimo tercera edición, en memoria de Camarón de la Isla, el evento compuso un cartel plural, equilibrado y con grandes dosis de personalidad.

Arrancó la noche la trianera Lole Montoya, abanderada del llamado nuevo flamenco, que hizo un recorrido por diferentes palos junto a Manuel de la Luz, a la guitarra, y Paco Vega, al compás. A pesar de los cuarenta años que han pasado desde que Lole despegó junto a Manuel, la artista sigue manteniendo la esencia y el compás en su voz, su huella permanece actual, impregnando el cante de color flamenco en su nana, sus alegrías o sus tangos. Lole Montoya agradó a un público entregado al flamenco de calidad que San Pedro del Pinatar conserva año tras año.

La juventud vino envuelta en forma de baile, de gitanería y de la magia del Sacromonte. Alba Heredia aterrizó en San Pedro con su danza posesiva y su expresión racial única. La bailaora, Desplante en 2015 en el Festival del Cante de las Minas, ha pulido su técnica desde entonces y presume de giros infinitos; se le nota que la oportunidad de seguir aprendiendo no la pierde en su carga visual, su dominio escénico y una expresión corporal cada vez más cuidada. Soleá y bulerías fueron los palos escogidos para encandilar a una afición que no dejó de animarla y estuvo arropada en el escenario por Reyes Heredia, Juan Ángel y Joni Cortés al cante, y a las seis cuerdas del maestro Luis Mariano. Placer de contemplar el crecimiento de Alba y ver en ella un baile gitano tal y como es: sentido, fresco y joven.

Tras el descanso, un ´Cabrero´ motivado y cómodo se encaramó a las tablas del Parque de la Aduana para deleitar a un público con sed de escucharlo. José Domínguez tuvo una noche como las que ya no se le conocen, salvo algunas excepciones, como la del pasado sábado. Sin más adorno que la sonanta de Manuel Herrera, el de Sevilla dio un recital con una voz muy cuajada, graves conseguidos y un largo de repertorio. El cantaor fue generoso con San Pedro y se deshizo por soleá, seguiriyas, malagueña, abandolaos, serranas, varias tandas de fandangos, cuplés por bulerías e himnos tan conocidos como su Luz de luna. El cante de protesta y el cante a la libertad que avalan sus más de cuarenta años como cantaor resonaron para la posteridad en una velada inolvidable con ´El Cabrero´ en plenas facultades y envuelta en su bandera tricolor.

Para finalizar la noche, el tinte del metal de Antonio Vargas ´El Potito´ apareció brevemente, dejando un sabor amargo y sensaciones encontradas. Siempre nos quedarán los colores de los que respetan al flamenco.