«¡Qué mal juega el Real Murcia!». Ese es el mensaje de WhatsApp que más recibo durante cada partido de los murcianistas. Da igual que el rival sea el Alzira, el Socuéllamos o el Pulpileño, la historia se repite cada semana. Y lo más extraño, es que los interlocutores son diferentes y de lo más variados.

Si hace una semana, antes del descanso del duelo en el Paquito Jiménez, algunos amigos se compadecían de mí por tener que escribir la crónica de un Real Murcia «que no propone nada, por no decir que no juega a nada», ayer no fue diferente. Incluso con el gol de Andrés Carrasco ya apareciendo en el marcador de Nueva Condomina, algunos utilizaban la palabra «suerte» para resumir un partido en el que hasta el gol del delantero murciano el Real Murcia no había tirado ni una sola vez a puerta, recordándome además, por si me había quedado dormida y no me había dado cuenta, lo poco que se estaba viendo sobre el césped de Nueva Condomina.

Jugar peor que mal es posible | JUAN CARLOS CAVAL

No son mensajes aislados u opiniones sin valor. Simplemente es la realidad de quién dedica un rato a ver en acción a un Real Murcia confeccionado para ascender y que tiene que mandar en el Grupo V, pero que lo único que hace es dar premio. Y lo dicen sin tener miedo a la crítica, sin estar absorbidos por ese conformismo que tanto daño sigue haciendo a los de Nueva Condomina.

Jugar peor que mal es posible | JUAN CARLOS CAVAL

Porque, después de siete jornadas, quitando los buenos minutos frente al Intercity, todavía nadie sabe cuál es la propuesta de los granas ni qué es lo que pretende Mario Simón. Si miras su once, con jugadores ofensivos como Julio Gracia, Dani García, Fran García o Juan Fernández y Andrés Carrasco, esperas un equipo chisposo, con poderío en el área, con ocasiones constantes... Sin embargo, si miras al césped, solo ves a un equipo perdido, que no encuentra el camino del gol, incapaz de meter un balón al área. Un conjunto que se agobia tanto cuando el balón llega al centro del campo, que se limita a toquetear entre Armando y los centrales para disimular la falta de verticalidad, la ausencia de vértigo.

Jugar peor que mal es posible | JUAN CARLOS CAVAL

Se nos llena la boca alabando las virtudes de Ganet, pero músculo y creatividad no es lo mismo, y el guineano ni enlaza ni relanza al equipo. Se habla de las características de Julio Gracia, pero Julio Gracia está más desaparecido que aparecido. Se insiste en la fortaleza por bandas, pero los laterales bastante tienen con mantener la compostura en defensa y los extremos, quitando dos ratos, ni garantizan balones centrados al área ni destacan en el regate ni son lo suficientemente rápidos para sorprender a defensas cerradas.

Jugar peor que mal es posible

Solo los saques de esquina se convierten en un desahogo para los granas. Ante el Alzira les salvó un córner rematado por Athuman, pero ayer, ni así llegaron los ‘uy’ desde la grada. Ni así ni de ninguna forma. En los primeros cuarenta y cinco minutos ante el Pulpileño, el Real Murcia no fue capaz ni de tirar una vez entre los tres palos. Ni de cerca ni de lejos ni por azar. Daba igual que en la portería estuviera un Erik que al primer balón al área ya había demostrado que aportar seguridad no es lo suyo. El ‘13’ temblaba como un flan, pero el Real Murcia estaba a otra cosa, porque nunca se preocupó de meter un poco de miedo al portero visitante.

Como durante la semana se ve que nadie se preocupó en avisar de esa brecha abierta en el equipo almeriense, fue el propio Pulpileño, como un buen vecino, el que se encargó de dejar claro dónde estaba su falla. A los cinco minutos del segundo tiempo, entre Erik y Mati se hicieron tal lío, que el balón acabó en las botas de un Andrés Carrasco que volvió a demostrar que se le caen los goles del bolsillo. Solo necesita que alguien le ponga balones. Y a falta de compañeros que lo hagan, no dudó en aprovechar el regalo del rival. Puso el delantero murciano el 1-0 en el marcador. Hizo lo más difícil. Lo que parecía imposible dado que el Real Murcia no solo no había disparado entre los tres palos, es que no había filtrado un balón al área, y ya son demasiados partidos en los que no saltan chispas en el ataque grana.

Pero lo que parecía el golpe de efecto perfecto para que el Real Murcia dejase de lado los miedos y mostrara todo el poderío ofensivo que nos vendió Manolo Molina en verano, no cambió nada. Si cambiaron los retoques de Mario Simón. Porque que Popovici se quedase en la caseta en el descanso fue un alivio para todos. Solo salva al rumano que no lo fichó Julio Algar, porque si lo hubiera contratado el madrileño, la cara del lateral empapelaría las calles más céntricas de la capital murciana. Pero a Popovici no lo fichó Julio Algar, a Popovici lo firmó Manolo Molina, y ayer se confirmó, por si había alguna duda, quién será el primero en tomar la puerta de salida en el próximo mercado invernal. Menos mal que el rumano sabía centrar con las dos piernas, o eso nos vendieron los expertos un día sí y otro también en verano, porque ante el Pulpileño tuvo varias situaciones perfectas para colar el balón en el área y lo único que hizo fue estrellar una y otra vez el esférico en el cuerpo del rival más próximo.

Qué pena que no podamos leer los pensamientos de Agustín Ramos cuando vea en acción a Popovici, seguro que daría para muchos titulares. Como también lo daría el pésimo juego que se está viendo en cada partido del Real Murcia. Ni que el rumano se quedase en el banquillo -Armando pasó a la derecha y Fran García reforzó el ataque- ni que el 1-0 diera ventaja a los granas, las cosas transcurrieron igual en la segunda parte. Utilizando el arte del engaño, pero mal utilizado porque no engañaban a nadie, seguía el Real Murcia mariposeando con pases de la defensa al centro del campo y del centro del campo hasta la defensa.

Parecía suficiente viendo que el Pulpileño apenas había creado peligro, pero no lo fue cuando en el minuto 78 Cristo García, el futbolista más activo de los visitantes durante todo el partido, marcó un golazo que silenció Nueva Condomina.

Intentó el Real Murcia buscar otro golpe de suerte, pero la suerte no aparece todos los días y menos si no te la ganas. No ocurrió lo del choque ante el Alzira, cuando Athuman desatascó a los suyos in extremis. Pidieron un penalti los murcianistas, pero el árbitro se limitó a ordenar que siguiese el juego y la tuvo Boris, pero su remate se fue fuera, y la posibilidad de sumar la cuarta victoria consecutiva en Nueva Condomina no se hizo realidad. Si se hizo realidad que el Real Murcia no juega absolutamente a nada.