Antonio Alcaraz Sánchez (Torre Pacheco, 21 de junio de 1980) acaba de proclamarse campeón del mundo de veteranos con la selección española. Siendo niño ganó un Campeonato de España de fútbol sala pero se decantó por el tenis, deporte donde fue un destacado jugador en su juventud, aunque tuvo que abandonar el circuito por varias lesiones. Ahora es monitor del Murcia Club de Tenis.

¿Cómo llegó al tenis?

Empecé a jugar porque mi padre lo hacía sábados y domingos en Torre Pacheco. Yo me iba con él y me cogía una raqueta de madera a darle golpes, que algún pescozón me dio por rozarla más de la cuenta. Mi familia se vino después a vivir a Murcia y me apunté al Cordillera para jugar al fútbol sala pero los sábados iba al tenis con unos amigos del colegio. Así estuve hasta los 10 años, cuando fuimos campeones de España de fútbol sala, pero al mismo tiempo gané el social de escuelas de tenis y a mí me hacía más ilusión un trofeo individual que colectivo y entonces elegí el tenis.

Pero llegó a meterse en el circuito profesional.

Yo le digo semiprofesional porque llegué a tener ránking 622 del mundo, aunque es verdad que me he enfrentado a David Ferrer y Juan Carlos Ferrero. Eso fue cuando se jugaba aquí el circuito Cajamurcia y venían los mejores jugadores del mundo. Pero luego, por temas de lesiones, con 22 años me retiré.

¿Qué lesiones sufrió?

Tuve una osteopatía de pubis con 21 años y estuve un año ahí parado. Volví pero tuve de nuevo molestias y me salió una hernia inguinal. Me operaron y me lo dejé. Económicamente también el tenis es un sacrificio muy grande para las familias. De hecho, cuando te retiras te das cuenta de lo bien que viven tus padres cuando tú no juegas.

O tienes que ser muy bueno o tener una familia con dinero.

Pero también se tienen que dar las coincidencias de que haya empresas en tu entorno que quieran apostar por eso. Ahora mismo es una época muy mala para eso después del coronavirus y es más difícil encontrar patrocinadores. Antes quizás era más sencillo porque hubo una campaña de apadrinar un deportista. Mi época fue complicada.

¿Le costó trabajo dar el paso de dejarlo?

No me costó porque era el lastre de la economía familia. Mi padre era un encargado de Renfe en Murcia que era un puesto importante, no tenía mal sueldo, pero si mi padre ganaba 2.000 euros yo le costaba 2.500 al mes y era inviable llevar eso. Después lo eché de menos porque te acostumbras a una vida de viajar constantemente y tu círculo de amigos es del circuito porque te tiras mucho tiempo fuera de casa. Echas de menos estar de hotel en hotel y sin dar explicaciones a nadie, solo a tu entrenador.

Es una vida bonita pero tirana.

Mentalmente tienes que ser muy fuerte porque te tiene que gustar mucho estar fuera de tu casa. Si eres casero, es imposible dedicarte al tenis. El fútbol es diferente, pero aquí es que tienes que hacer rachas de torneos de tres o cuatro semanas fuera de tu casa y de tu país. Pero cuando te metes en este mundo es porque te gusta.

¿Cómo enfocó su vida después del tenis?

Empecé a estudiar en la UCAM con una beca y me matriculé en CAFD, pero no me fue muy bien porque la disciplina no es algo que me haya ido bien. Yo tenía un orden desordenado, pero en la UCAM sino ibas a clase no aprobabas y coincidió que me puse a dar clases de tenis en Santomera, Lorquí y Las Torres de Cotillas. Era joven, estaba acostumbrado a un ritmo de vida, por las noches salía y por las mañanas me costaba ir a clase muchas veces, pero otras iba y ni entraba, fue una época donde estaba desbocado, como le ha ocurrido a mucha gente. Después, con 23 años me fui a trabajar a Los Alcázares y fue cuando Nicolás Almagro se metió entre los 200 del mundo. Él se apunto a un Regional cuando era 140 del mundo y nos enfrentamos en un partido donde tuvimos nuestros más y nuestros menos. Pero a la semana, Antonio González Palencia me llamó para proponerme que fuera el sparring de Nico de forma eventual. Yo había desconectado, pero tenía mono de jugar y con Nico no era entrenar, era cada día competir, demostrarle que estaba a su nivel pese a que él estaba ya en el top 100. Un día estuvimos en el Murcia Club de Tenis entrenando y le gané. Entonces el entrenador me propuso ir todos los días y venía todas las mañanas de ocho a once y media, aunque sin ningún compromiso real con ellos. Entonces me puse muy en forma y me puse a jugar torneos regionales y también equipos en Francia. Me fue bien y sacaba mi dinero para mantenerme.

¿Y cuándo se acabó la aventura con Almagro?

Porque surgieron discrepancias en la pista y dije que no seguía. Me arrepiento porque habíamos hablado de viajar y de retomar el circuito con él. Yo iba a jugar dobles con él, pero mi orgullo no me permitió en ese momento seguir. A lo mejor me tendría que haber tragado mi orgullo y haber seguido, pero lo dejé.

Pero después ha seguido compitiendo y ha sido convocado por la selección española de veteranos.

Sí, he estado en cuatro torneos, tres en +35 y esta en +40.

¿Cuántas veces ha sido campeón?

Solo una vez, este año. En un +35 fui plata, que volví con el dorsal roto. Eso fue en Croacia y posteriormente fuimos cuartos en Ciudad del Cabo, en Sudráfrica. En la otra ocasión estuvimos en Miami.

Pues que le quiten lo bailado, porque ha recorrido todo el mundo.

Sí, he viajado mucho.

Debe tener el pasaporte agotado.

No me sellaban, me ponían pegatinas. Y, de hecho, eso me acojona un poco porque siempre me registran en los aeropuertos, me cachean siempre, se ve que tengo cara de delincuente.

¿Cómo llamó la atención de la Federación Española?

Porque el Murcia Club de Tenis tiene el equipo de veteranos en Primera y en 2016 me mandaron un email para preguntarme si estaba dispuesto a ir. Por supuesto que respondí que sí. Se lo dije a todo el mundo antes que a mi mujer porque quería evitar que me dijera que no fuera, igual que en el trabajo.

Ahora trabaja en el Murcia CT. ¿Le gusta entrenar niños?

Siempre me ha gustado. De hecho me dejé los estudios por eso. Estuve en CAFD y después cogí Periodismo en la UCAM, pero no me gustaba la regla de aprobar los exámenes y que después te suspendieran por no poder ir a clase. Me crucé, dejé de ir a clase y me lo dejé. Mi mujer siempre dice que me tenía que haber preparado un Magisterio porque conecto bastante bien con los críos. Aquí encontré mi forma de intentar guías a los niños y de enseñar a ellos los errores que yo he cometido.

Pero también tenemos otro problema con los niños, que les queremos dar todo.

Yo tengo tres hijos y al final te sale la vena de darle todos. Mis hijos no valoran nada y cuando los castigas te dicen que le están amargando la vida. Es muy complicado educar a los niños.

¿Los padres son receptivos?

La mayoría sí.

Pero muchos padres quieren ser entrenadores.

Pero a esos se les ve a la legua. El padre que empieza a decir que su hijo debería entrenar de una u otra forma, vamos mal. Yo entiendo también que su hijo tenga lo mejor, pero muchas veces es bajo su prisma, no escuchando a los entrenadores.

Yo no voy al médico para automedicarme.

Eso es así. Si veo que algo no funciona, valoro cambiar de médico, maestro o entrenador.

¿Hay más niños que quieren jugar al tenis por culpa de Carlos Alcaraz?

Sí que se nota mucho. Con Nico Almagro ya se notaba. Una figura murciana que emerge como Carlos Alcaraz, ayuda mucho, aunque él ha batido todos los récords.

Es que ha pasado de una a otra etapa con una pandemia.

Pero lo cierto es que ha tenido lo que otros no han tenido, porque la pandemia le pilló dentro de la Academia JC Equelite, entrenando como loco, pero es cierto que no tenía la competición, que es vital para evolucionar.

¿Cuándo Carlos Alcaraz era niño, ya le veía algo especial?

Fíjate que yo jugaba con su padre y Carlos hacía de recogepelotas mío en algún torneo.

¿Veía que tenía algo especial?

Lo vi un año en Algezares, en un Campeonato Regional que fui yo árbitro, y a mí me dejó flipado porque con siete años hacía cosas que era imposible ver a niño, que era subir a la red, hacer listados, dejadas… Ya con 12 años se veía que tenía un talento que no se ve habitualmente. A Nadal lo veías cuando jugaba contra Almagro donde era un tío duro pero que no hacía las cosas que después ha hecho, pero no era tan imaginativo como Alcaraz. Carlos tenía una castaña de saque hasta hace poco porque le botaba mucho la bola y la derecha siempre le ha quemado, pero el revés lo ha mejorado en pandemia. En esa época ha subido los cuatro escalones que tenía que subir.

¿Le da miedo que los medios de comunicación le comparemos con Nadal?

Me da miedo, pero él tiene claro que es Carlos Alcaraz Garfia y le da igual que le comparen. Él juega a su manera y punto. Hace poco dijo que no se imaginaba estar en unos cuartos de final del US Open, pero una vez llegado ahí, no se sorprendía tanto porque juega para eso. Él sabe que si da el máximo le gana a cualquiera. Tiene un carácter y seguridad increíble.

Volvamos a usted. ¿Hasta cuándo va a competir?

Hasta que pueda. A mí me encanta competir, es una vía de escape, es mi momento de juntarme con amigos del circuito o con el circuito del club. Me gusta muchísimo meterme a la pista.

¿Se transforma en una pista?

Sí, soy totalmente diferente, dentro de una pista muerdo. Fuera de la pista tampoco soy tranquilo, pero es que dentro me acelero muchísimo. Hay días que lo controlo mejor y otras peor.

¿Qué le costaba más trabajo controlar en una pista?

Es que tengo un cable que cuando se me cruza no soy consciente de lo que digo ni de lo que hago.

Los árbitros le deben llevar enfilado.

Creo que hay pocos partidos en los que no he terminado con un warning (sanción). Con los árbitros me llevaba muy bien, pero dentro de la pista era complicado porque el cable se cruzaba y la liaba parda.

Acuérdese de David Ferrer en sus inicios.

Sí, pues yo era parecido.

¿Ha roto muchas raquetas?

He roto muchas raquetas, he dicho muchos tacos y he tirado muchas bolas fuera de la pista.

Imagino que eso se lo recriminará ahora a sus alumnos.

Sí. Es lo que hablaba antes de los ejemplos. Les digo que miren mi ejemplo y cómo me ha ido. Trato de reconducirlos con el mal ejemplo mío para que sigan el buen camino, pero de vez en cuando se me sigue yendo el traque. Ahora he mejorado y no es tan bestial. Eso sí, nunca le he faltado al respeto a nadie, absolutamente a nadie, no como ha hecho otra gente.

¿A sus hijos los ha metido en el tenis?

Soy de los que piensan que tienen que hacer lo que ellos quieran. No les voy a obligar a hacer un deporte porque yo lo haya hecho. El mediano, al que se le da bien, dice que no quiere. Van a natación y luego hacen otro deporte, el que quieran.

Pues menudo trasiego en su casa llevando a los niños a hacer deporte.

Lo podemos hacer porque mi mujer es una santa por lo que me aguanta y lo que lucha en casa. Ella es profesora por la mañana y por la tarde es veinte mil cosas. Fíjate que yo salgo de casa a las tres de la tarde y vuelvo casi a las diez porque vivimos en Alhama porque soy un veleta y me da igual donde instalarme y allí me fui. Al final, como tengo muchas redes sociales a través del tenis, porque gracias a este deporte dejé de ser una persona introvertida y me convertí en extrovertida, tengo facilidad para relacionarme.

Nunca habría dicho que usted fuera una persona introvertida.

De pequeño era una persona muy vergonzosa, tenía complejos y era muy introvertido, pero gracias al tenis despegué. Hoy me da igual todo. No domino idiomas, pero voy donde sea. Este deporte me ha dado ser extrovertido y una persona abierta.