Si la Audiencia Provincial ha decidido esta semana que el Real Murcia vuelva a septiembre de 2018, justo antes de que se llevara a cabo la primera de las dos ampliaciones de capital que modificaron el accionariado del club, espero que me permitan a mí regresar a febrero de 2017. ¿Recuerdan qué pasó en ese mes de hace ahora cuatro años?

Teniendo en cuenta que hablamos del Real Murcia, cualquier cosa podría ser, pero por esta vez, lo que quiero que recuperen en su memoria tiene que ver con el aspecto deportivo. En aquel febrero de 2017 muchos de ustedes abrieron los ojos. En aquel inicio de 2017 muchos de ustedes, como si de un milagro se tratase, salieron de una ceguera parecida a la que nos narra José Saramago en uno de sus mejores libros. De golpe dejaron de ser integrantes de la Peña Paco García.

Si hasta aquella fecha, el técnico murciano había sido considerado por el murcianismo como el bueno de la película, si hasta ese momento cualquier derrota o cualquier error era culpa del director deportivo -Guillermo Fernández Romo- y de los fichajes a los que muchos señalaban por no estar a la altura del Real Murcia, con Romo fuera de Nueva Condomina y con Deseado Flores tirando de chequera para fichar primeras opciones a precio de oro, a la grada no le que quedó otra que abrir los ojos.

Ya no había futbolistas ´low cost' a los que culpar, ya no había un director deportivo al que señalar, y sin escudos, Paco García empezó a enfrentarse a los partidos a pecho descubierto y con piezas como Sergi Guardiola, Josema, Fede Vega, Víctor Curto, David Sánchez...

Cerrado el mercado invernal y acabada la revolución llevada a cabo por Deseado Flores, Paco García no duró ni un mes. El 26 de febrero de 2017 el Real Murcia anunciaba que el murciano ya no se sentaría más en el banquillo de Nueva Condomina.

Y por qué les cuento esto, se preguntarán. Y por qué me pongo a escribir batallitas si ayer se jugó un Real Murcia-Lorca Deportiva y ni en uno ni en otro equipo había nadie llamado Paco García. Por algo muy simple. Porque desde hace un par de semanas tengo la sensación de que Adrián Hernández va a tener el mismo final que Paco García. Porque desde que Julio Algar empezó a fichar jugadores contrastados, el entrenador murciano se ha quedado sin excusas. Porque desde que Verza, Molinero, Gurdiel, Carrillo... visten la camiseta del Real Murcia, y el Real Murcia sigue jugando a nada y sin sumar de tres en tres, las críticas ya no tienen espacio en el terreno de juego. Tampoco en el palco. Las críticas solo pueden ir dirigidas a un sitio, y es al banquillo.

De momento, estamos a 8 de febrero, y todavía habrá aficionados que aguanten con la venda en los ojos, pero ayer, después de que el Real Murcia empatase con el Lorca Deportiva en una segunda parte indigna para un equipo como el grana, ya muchos empezaron a decir lo que hasta ahora habían evitado.

Si el problema del Real Murcia es que no tenía un centrocampista que cuidara el balón, ayer con Verza, el Real Murcia siguió apostando por dar pelotazos. Si el problema era que jugadores como Navas, Júnior, Dani Sandoval... no marcaban diferencias; ayer con futbolistas como Carrillo, Gurdiel o Molinero, los granas firmaron otra de esas segundas partes que ya se acumulan en el ´para olvidar' de Adrián Hernández.

A 8 de febrero, nadie sabe a qué juega el Real Murcia. Nadie sabe cuál es el plan de Adrián Hernández ni qué quiere de sus jugadores. A lo mejor es como Paco García, que dedicaba los entrenamientos semanales a enseñar a Golobart a no despejar con balonazos. A lo mejor es que está tan ocupado en aspectos que se le escapan de las manos que se le ha olvidado que, como dice un buen amigo mío, un entrenador tiene que limitarse a poner a los mejores, colocarlos en sus puestos y no estorbar demasiado.

Lo de poner a los mejores lo aprendió rápido Adrián Hernández nada más aterrizar en la casa grana. Ayer mismo, los fichajes invernales ya eran casi todos titulares, incluido Adrián Fuentes que entró en el once para sustituir a un Toril con molestias. Lo de ponerlos en su sitio no lo asimila tan bien el entrenador grana. Pero lo que peor lleva es lo de no estorbar demasiado. Y es que tiene mucha ansia de protagonismo, como se pudo comprobar este domingo, con gritos innecesarios y dando la sensación durante varios minutos, cuando su equipo más necesitaba un par de órdenes claras, que su cuerpo había sido poseído por fuerzas externas.

Cuarenta minutos a la basura

Con el marcador 1-1, después de que Garrido, en una acción polémica por fuera de juego y mano del lorquinista, volviese a meter en el encuentro al Lorca, el Real Murcia dejaba escapar la ventaja que había conseguido al final de la primera parte. Emilio Iglesias, en propia puerta, empujaba un balón que llegaba desde la banda y que Carrillo pinchó para meter por debajo de las piernas de Carlos Molina.

Con ese tanto, y teniendo en cuenta que el Lorca es colista y que no sabe lo que es ganar, parecía que los murcianistas volverían a la senda de la victoria tras dos pinchazos seguidos. Con ese 1-0, daba la impresión que por fin los granas se tranquilizarían, arroparían a Verza y dejarían de convertir el partido en un ida y vuelta sin sentido como ocurrió en la primera vuelta, donde permitieron que los visitantes llegaran con facilidad en un par de ocasiones que Vega no aprovechó.

Pero la ventaja del Real Murcia duró lo que tardó en volver del descanso, porque en el 48 el Lorca ya estaba otra vez en el partido. Quedaban 40 minutos por delante para dar la estocada al colista, pero esos 40 minutos solo sirvieron para confirmar que los granas tienen más problemas de los que se creía cuando en este mercado invernal los murcianistas se pusieron a hacer retoques en la plantilla.

El Real Murcia cojea y cada semana que pasa más por las decisiones de su entrenador. Ayer, cuando el Lorca Deportiva había logrado el empate y cuando el entrenador murciano había sido retratado por no ser capaz de sacar rentabilidad a la presencia de Verza y por mantener a un Álvaro Moreno que no se encuentra cómodo en la banda, a Adrián Hernández no se le ocurrió otra cosa que, estando obligado a ir a ganar, retirar al único delantero que había en el terreno de juego -Adrián Fuentes-. Cuando había que ganar Carrillo, el futbolista que puede encenderte la luz cuando más a oscuras está la habitación, se marchaba y entraba Carlos Palazón. Cuando había que ganar, Ton Ripoll tuvo que asumir las funciones de ´9'.

Champagne, salvador

Pero es que mientras todo el mundo consideraba que el Real Murcia tenía que ir a ganar, Adrián Hernández pensó una cosa distinta. O si no lo pensó, sí lo hizo. Porque mientras que el Real Murcia ofrecía una imagen penosa, porque mientras que el Lorca Deportiva tenía el control del balón y y obligaba a Champagne a salvar a los suyos, el único plan de Adrián Hernández era gritar como si le fuera la vida en ello desde la banda. Llegando a meterse en el terreno de juego, el técnico solo consiguió desquiciar a sus jugadores y volverles más locos de lo que estaban. Los descontroló e hizo que no dieran pie con bola en un sprint final desastroso.

No se movió ya el empate. Nadie cambió el 1-1 que no sirve a nadie, pero menos a un Real Murcia que sigue desperdiciando oportunidades de llegar al tercer puesto. Y todo lo que no sea llegar a esa zona, es un fracaso. ¿Algún responsable del club grana será capaz de darle un par de gritos a Adrián Hernández para que entienda lo que hay en juego y el poco tiempo que queda?