¿Cómo entró el deporte en su vida?

Fue en la etapa escolar. Tuve la suerte de tener como profesor a Modesto Única, juez internacional de atletismo, que fue quien empezó a llevarme a los cross escolares.

Pero luego acabó haciendo marcha.

Sí, por casualidad, fue por estar entrenando en la pista haciendo de todo un poco. Un día probé, pareció que no se me daba mal y al final me quedé en la marcha. Llegué a tener todos los récords regionales.

Es de la misma generación de Juanma Molina.

Sí, íbamos a los Campeonatos de España juntos y en los Regionales estaban los del Athleo Cieza y yo, nadie más.

Pero en aquella época la marcha no era lo de hoy.

Por supuesto. Yo aprendí sola. El entrenador, Javier Aledo, me hizo un plan que él creía que era el ideal, pero nadie te enseñaba la técnica ni nada. Entonces en Alhama solo había decatletas por la influencia de Antonio Peñalver. Mi caso fue porque por naturaleza se me daba bien, tenía buen fondo y salió, nada parecido a lo de ahora, donde hay mucha tecnificación.

¿Y había muchas mujeres haciendo atletismo en Alhama en esos tiempos?

Solo tres. Toñi López, María Dolores Peñalver y yo, solo esas tres. Entonces en Alhama estaban Antonio Peñalver, los hermanos Benet, Javier Aledo, Montaño y gente que venía de Polonia y otros países a hacer concentraciones, pero solo hombres. A nosotras nos tenían acogidas y nos trataban muy bien. Entonces no iban ni niñas al atletismo, pero hoy en día existe paridad.

¿Y qué le decían a sus padres?

Pues se veía raro que yo saliera los domingos a las siete de la mañana con mi macuto y me fuera a competir. No se veía mal, pero sí que era raro.

¿Después llegó a dejarse el atletismo?

Nunca me lo he dejado, pero sí apartado en esa época de juventud donde tienes la vida un poco desordenada a la que siguió tener dos hijos. Pero después de tener mi primer niño volví a hacer carreras de asfalto, y tras el segundo, me fui un día con mis compañeras del club a correr por la montaña y me enganchó hasta que tuve que parar por la enfermedad.

¿Cuándo le diagnosticaron el cáncer de mama?

A finales de julio. Me noté un bulto fuera del pecho y me lo diagnosticaron en cuanto me hicieron las pruebas en la Arrixaca, donde hay un equipo magnífico. Fue todo muy rápido porque el 4 de septiembre ya estaba operada, aunque después tuve que entrar otra vez en quirófano. Pero durante ese mes que ya sabía que tenía la enfermedad seguí corriendo porque me encontraba bien.

¿Cómo fue el momento de conocer la noticia?

Se paró el mundo porque tenía una vida con mucho ritmo, trabajando, entrenamientos, los hijos, competiciones los fines de semana... De repente, todo eso se paró en seco, el cambio fue muy brusco porque ni siquiera podía salir a ver a la gente con la que corría diariamente. Eso es lo que más me ha costado sobrellevar.

¿Y cómo lo ha superado?

Pues porque he recibido muestras de cariño de todos sitios y mi familia no me ha dejado ni un segundo. Me ha escrito mensajes gente que nunca pensaba que lo iba a hacer porque en carrera solo era hola y adiós. Ahora solo pienso en ponerme bien porque tengo que volver a correr. De hecho, las semanas que estoy bien y no me ponen el tratamiento de quimioterapia salgo a andar.

¿Cómo se lo explicó a sus hijos?

El pequeño no sabe nada porque tiene 4 años, pero al mayor, al que le gusta mucho correr y se venía conmigo, se lo expliqué todo desde el principio y lo lleva bien.

¿Y cómo fue esa última carrera cuando ya conocía que tenían que operarla?

Terminé llorando porque sabía que era la última de esta etapa. No sé cómo pude correr tanto ese día porque me salió muy bien. Me tiré todo el camino pensando si volvería o no, pero ahora sé que sí regresaré, aunque me costará trabajo recuperarme.

¿Desde el primer día pensó que iba a ganar la batalla a la enfermedad o tuvo dudas?

No fue desde el primer día, pero me han ayudado mucho los gestos de mis amigas, que también son rivales, que me dicen a diario que me están esperando. Ahora no sé a qué nivel volveré, pero sé que volveré. Todo eso me ha dado fuerzas y los días que me encuentro bien trato de hacer mi vida normal. Antes corría 20 kilómetros, pero como ahora no puedo, ando 10.

Esta enfermedad le puede tocar a cualquiera.

Yo ni había fumado en mi vida ni bebido alcohol. Tampoco he salido nunca por las noches porque no me ha gustado. Al final, esta enfermedad es una lotería que te toca o no. Pero eso hay que llevarlo lo mejor posible y hacer planes de futuro, de volver a ser la de antes. Yo estuve haciendo deporte hasta dos semanas antes de operarme porque eso me daba la vida.

¿Qué consejo le daría a cualquier mujer que está en su misma situación?

Que es duro pero se puede. Lo peor es el principio, cuando te lo dicen, pero en cuanto empiezan a llegarte ánimos, te das cuenta de que se puede. Hay que intentar hacer una vida normal aunque estés enferma y pensar que en el futuro vas a volver a hacerlo todo igual.

¿Le da miedo verse sin pelo?

Eso no es importante para mí porque de joven ya lo llevaba corto, pero me lo corté para que mi hijo pequeño se fuera haciendo a la idea. Ahora ya se me está cayendo todo por la quimioterapia, pero cuando lo pierda del todo, un pañuelo o un gorro y para adelante. Esto hay que llevarlo con la cabeza bien alta y una sonrisa.