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Ultra trail

La búsqueda incesante del desafío

El cartagenero Daniel Rojo emplea 135 horas para cubrir los 330 kilómetros de la prueba Tor des Geants en los Alpes

La búsqueda incesante del desafíofelipe garcía pagán

La pasión de los atletas por las carreras de montaña y alta montaña no ha hecho otra cosa que estimular la organización de un sinfín de pruebas por Europa de ultra trail cada vez mejor organizadas, publicitadas y, por supuesto, a las que llegan cada año más y mejor preparados los corredores.

Los cartageneros no se han quedado ni mucho menos a la cola de estas grandes carreras. Son ya unos cuantos los deportistas que han sentido inoculada esa pasión por el gran esfuerzo que suponen pruebas que superan los cien kilómetros con desniveles -sube y baja- enormes. Así, Andrés Lledó se ha convertido en un referente en la ciudad portuaria con su participación en competiciones por los cinco continentes. A él le han seguido otros como Juan de Dios Jiménez (el maestro), Ester Sánchez, Antonio Ibarra e Inma Tonda (cuñados de Dani), Valentín Hernández, José Senent o Daniel Rojo, del que nos ocupamos en esta oportunidad por completar la edición de 2018 del Tor des Geants, una ruta hecha para los ´gigantes´ del atletismo y que se desarrolla por los senderos de gran recorrido italianos balizados como Vías Altas del Valle de Aosta, con salida y llegada en Courmayeur, por un total de unos 330 kilómetros y 24.000 metros de desnivel positivo.

El tiempo máximo para acabar la prueba es de 150 horas. Daniel Rojo, que pertenece al club Paquetazos de Cartagena, la ha completado este año en poco más de 135 horas (135 h, 47´ y 35´´). Finalizó en el puesto 293 y se dieron cita un total de 44 españoles (el tercer país en número de inscritos) entre las 750 personas que se citaron en la línea de salida. El atleta afrontó su segunda participación en esta carrera, con la espina clavada de haber abandonado en 2017. «Caí rendido y tuve que ser rescatado en helicóptero», explicaba Rojo a esta redacción recién llegado de esta espectacular aventura.

«Aquel año me perdí a 3.000 metros de altura y en el kilómetro 277 mi cuerpo dijo basta, a poco más de 60 para la línea de meta», añade el cartagenero, que dice que aquella ingrata experiencia, lejos de desanimarlo, le ayudó a prepararse mejor, no solo física sino psicológicamente. «Es un pulso constante y llevas al límite al cuerpo y a la mente.

No compito contra nadie, no voy a ganar, voy a disfrutar y mi reto era cruzar la meta. Analicé lo que me pudo afectar el año pasado -solo dormí cinco horas y media- y en esta edición he pulido esos fallos para no repetirlos».

No obstante, cubrir una distancia tan grande en 135 horas no es tarea fácil. El recorrido se divide en siete tramos que oscilan entre los 40 y los 60 kilómetros. Al final de cada uno de ellos hay lo que se llama ´puntos de vida´, donde los corredores aprovechan para alimentarse, ducharse y descansar. Daniel Rojo, después de recorrer 36 horas de forma ininterrumpida sin descansar, decidió parar a dormir dos horas en el resto de tramos, así hasta un total de 10 horas en todo el recorrido. «A partir del miércoles 12 de septiembre -la carrera comenzó el domingo 9-, vi gente durmiendo en cualquier sitio; detrás de una roca, en un recodo o junto al camino. Y es que llega un momento en el que no sabes donde estás y la cabeza debes tenerla muy bien amueblada, porque puedes incluso tener alucinaciones por la falta de sueño», subraya Rojo.

El trazado, de constantes subidas y bajadas, exigía no saltarse ni una comida. «Cada ocho o diez kilómetros o dos horas había que alimentarse con barritas energéticas, geles o lo que cada uno lleva consigo, e hidratarse», dice.

Si no se siguen estas normas el cuerpo acaba por no responder. Pero, probablemente, además de un estado físico trabajado a lo largo de los meses anteriores, los participantes son conscientes de que la cabeza les puede jugar una mala pasada. «El jueves, con cuatro días ya de carrera, pensaba si tanto sufrimiento merecía la pena. Tenía las piernas hinchadas y me dolía el tobillo. El cuerpo se resiente». Daniel, obstinado por naturaleza, dice que nunca ha abandonado porque le superara anímicamente ningún reto.

«Participé hace un tiempo en la Ultra Trail de Madeira en la que estuve 26 horas debajo de la lluvia, que no dejó de caer ni un solo instante. Además pase un frío terrible en una prueba constante de sube y baja. Esas circunstancias me afectaron psicológicamente, pero por suerte tengo cabeza para sacar esto adelante y es lo que hago», explica el cartagenero, veterinario de profesión, que, ahora en casa, analiza con calma esta aventura.

Para llegar aquí ha tenido que elaborar un minucioso plan de trabajo durante todo el año. Entrenamientos diarios, dobles sesiones, subidas y bajadas constantes (Sierra Espuña, Roldán, etc..) buena alimentación y mejor descanso. Y a eso, pruebas previas a Tor des Geants para ir ´tanteando´ su condición, como la participación en la ultra Vall D´aneu, de casi 100 kilómetros; la Trasvulcánica de la isla de la Palma, de 74 kilómetros, y la ultratrail Sierra de los Bandoleros en Grazalema de 100 millas de trazado.

Ahora su cuerpo le pide parar y sosegarse. «Es parte también del entrenamiento», incide el corredor. «Necesito descansar psicológicamente. El año pasado me retiré y el fantasma de aquella carrera me aparecía de vez en cuando, por lo que era necesario que lo sobrepasara. Era un examen a recuperar y lo he hecho. He corrido, he disfrutado, me llevo una enorme cantidad de sentimientos y experiencias que mi mente necesita reordenar y procesar, pero es básico relajar el cuerpo, porque el desgaste ha sido enorme».

Daniel no ha dejado de apuntar en su particular agenda otros retos. En noviembre se marcha a Nepal para disfrutar de la escalada, otra de sus grandes pasiones. Alcanzar el Everest y subir al campo pase Island Peak, de 5.050 metros de altitud. «Hay otros objetivos que me atraen, como correr en una prueba sobre hielo o la carrera en el Annapurna de 100 kilómetros», aunque, de momento, no ha programado nada para 2019.

Innumerables han sido sus retos desde que en 2011 le entró el ´gusanillo´, tras participar en la Tramuntana en Mallorca, por un deporte que se ha convertido en parte de su vida y que se le ha aherido al cuerpo como una segunda piel.

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