Hay algo que siempre me he preguntado en eso de comprar voluntades en el mundo del fútbol. Si das el dinero antes del partido en cuestión y después el comprado no se deja ganar, ¿a quién reclamas? O a la inversa, si te dejas comprar, pierdes y después no te dan el dinero ¿qué ocurre a continuación? Firmado, por sentido común, no debe haber nada. ¿Se trata acaso de un pacto de buena fe entre dos sujetos de ética cuestionable? Y no me convence la posibilidad de entregar previamente una parte de lo acordado, porque en realidad no cambia nada, estaríamos en la misma situación, solo que con la cantidad ya entregada. Respondiéndome, imagino que la solución radica en que alguien dispuesto a hacer trampas a este nivel, en caso de ser estafado, sería capaz de tomar represalias al estilo de El Padrino.

Pero no nos engañemos, los amaños en el fútbol se han producido desde el principio de los tiempos, en cuanto algún sujeto ha tenido el más mínimo interés, sea monetario o de otra índole. Los hubo, los hay y los habrá, sin ningún género de duda. Por ejemplo, allá por 1934, cuando el balompié no era ni de lejos el negocio que es hoy en día, el interés que suscitaba era el de ser un excelente altavoz propagandístico y así lo supo ver un tal Benito Mussolini. En el Mundial que se disputaba dicho año en el país transalpino y que, por supuesto, acabó campeonando Italia, sí que se cumplía aquello de ganar por lo civil o por lo criminal, literalmente.

Dentro de los tramposos también están los que en lugar de comprar partidos traman una argucia para contaminar al adversario. Como si el fútbol fuese política, aunque en cierto modo lo sea. ¿Alguien se imagina la que se hubiese montado estas semanas, con la denuncia del Extremadura ya puesta, si es el Cartagena el que asciende? No quiero ni pensarlo, porque posiblemente estaríamos hablando de un escándalo mayor que el que protagonizó el Eldense la temporada pasada, con aquel famoso 12-0 ante el Barcelona B. Pero es que es tan viejo esto, y tan no inhabitual, que simplemente con recordar cosas que han sucedido aquí podemos mencionar la denuncia del Sóller al entonces Cartagonova en 1997, en plena liguilla de promoción a 2ªB. Aquella vez denunciaron un intento de compra de un jugador y que desde Cartagena supuestamente se le ofreciera al entrenador balear ser técnico albinegro la siguiente temporada. ¿Déjà vu?

Por otro lado, igualmente existen los que hacen ese tipo de hermenéutica racionalizando un hecho meramente accidental para satisfacer sus propias teorías de la conspiración. Como esos expertos televisivos que nos explican lo ocurrido en economía como si hubiese sido el curso natural de las cosas pero que, a la vez, son incapaces de vaticinar mínimamente lo que va a suceder mañana. Esos que te cuentan que lo de Majadahonda estaba vendido por nuestra parte y que por eso nos metimos un gol que nos dejaba sin ascenso. "Como siempre". Porque, claro, es lógico que un jugador que esté comprado se espere a que pasen seis minutos del descuento para actuar en beneficio de su comprador. Si el árbitro hace la gracia de pitar el final cuarenta segundos antes se queda sin poder hacer nada, pero para las mentes más lúcidas eso estaba evidentemente comprado. Algo había e invariablemente así lo reproducirán dentro de quince años cuando recuerden el cruel episodio de Cerro del Espino.

Volviendo a lo de antes, ¿no desafiaría también toda lógica el contratar al entrenador que ha perdido contra ti un ascenso para sustituir al que acabas de echar, que sí que lo ha conseguido? Sería un cantazo de imposible explicación, sinceramente. De hecho, ya lo fue para muchos fichar a Fernando Martín en su día, tres años después de su resbalón ante Carmona en El Collao. Tres años y los hubo que vieron ahí una clara evidencia de compra, qué no se diría de lo de Sabas de haberse producido. O como tras el play-out ante Las Palmas Atlético, cuando Ayoze y Jesús Álvaro acabaron aquí al mes siguiente de disputarse. Ambos estaban claramente comprados de antemano. El primero no jugó contra nosotros y el lateral izquierdo anotaba el 1-0 que nos ponía virtualmente en Tercera antes del gol de Carlos Martínez, pero lo estaban. Vaya que si lo estaban, y así seguirá siendo para todo el que lo haya querido creer. Es lo que hay, siempre se explicará mejor un éxito o una derrota al amparo de las trampas, o de los errores arbitrales, antes que asumir el hecho de que simplemente el fútbol es así.