María José Martínez Sánchez (Yecla, 12 de agosto de 1982) sufrió hace cuatro años una grave lesión de rodilla que frenó en seco su carrera deportiva. Ligada desde niña al tenis, aún sentía que le quedaba un camino por recorrer después de haber alcanzado en 2010, tras ganar el torneo de Roma, el puesto 19 del ránking mundial. Tras pasar por el quirófano decidió que había llegado el momento de ser madre y meses después nació Andrea, el fruto de una larga relación con Juan Domingo Pérez, con quien se casó en el verano de 2012 en Barcelona, la ciudad donde está aficanda. El mundo del deporte creía que había llegado su final, que Mariajo ya no volvería a las cancha sin poder haber dicho adiós oficialmente. Pero ella, siempre competitiva, que desde muy joven emigró para hacer realidad su sueño, se negó en rotundo a dar ese paso.

Ahora ya no compite en individuales, pero sigue siendo una sobresaliente jugadora de dobles que la pasada semana, en La Manga Club, volvió a defender a su España en una eliminatoria de Copa Federación junto a las dos mejores tenistas españolas del momento, Garbiñe Muguruza y Carla Suárez. Con 35 años, fue la primera vez que pudo jugar un partido como profesional en la Región que le vio nacer y ante la atenta mirada de una niña de cuatros años, rubia como su madre, que le gritaba desde el banquillo «vamos, mami».

María José Martínez está centrada ahora en los torneos dobles, donde siempre ha estado entre las mejores del mundo, formando pareja en la actualidad con la eslovaca Andreja Klepac. El año pasado acabaron entre las ocho mejores del mundo, pero en 2018, desafiando a todas las leyes de la longevidad deportiva, la murciana se ha situado en el puesto tres después de ser finalista en otros tantos torneos -Brisbane, Doha y Charleston- donde se le ha resistido el triunfo que no tardará en llegar. Pero las derrotas no son ahora tan traumáticas como antes. «Desde que soy madre me presiono menos y disfruto mucho más del tenis. Realmente después de tener a mi hija me ha dado cuenta de las prioridades de la vida. Antes, cuando perdía un partido, a lo mejor era un drama, pero ahora pierdo y veo después a la niña y no pasa nada. Me presiono mucho menos y el resultado acaba siendo mejor porque disfruto mucho más», admite la yeclana, a quien se le ilumina el rostro cuando habla de su pequeña Andrea.«Es un bicho, tiene cuatro años pero sabe demasiado. Yo soy competitiva, pero creo que mi hija es todavía más porque me anima desde la grada», dice orgullosa.

Compaginar maternidad y deporte al más alto nivel lo han hecho muy pocas mujeres en el mundo. Para ello, tanto su marido como la pequeña le acompañan en las largas giras que tiene que realizar, que le llevan a tener que pasar más de un mes seguido fuera de casa. «Aunque la niña ya ha empezado Preescolar e intentamos que no falte mucho, todavía no es imprescindible que vaya al colegio porque hasta los seis años no es obligatorio. Por eso ahora prefiero que me acompañen los dos. Hay semanas que viajo sola, pero en una gira larga siempre vienen conmigo», explica la murciana, que pese a las largas sesiones de entrenamiento y jornadas de partidos que tiene que afrontar casi a diario, «cuando acabo me encargo de la niña porque mi marido está todo el tiempo con ella y él también necesita tener su espacio. Lo cierto es que nos compaginamos bastante bien. En estos momentos estoy encantada y disfrutando mucho de ser madre y deportista».

Ahora sí que es consciente de que su carrera deportiva está a punto de concluir: «A lo mejor juego uno o dos años más porque me gusta la competición, pero tampoco voy a estar hasta los 47 como Martina Navratilova, para nada me planteo eso», admite una murciana que este año se ha marcado como objetivo ser campeona de Roland Garros.