La Región acoge cada año cientos de pruebas de carácter popular. No hay un punto de la geografía que no tenga al menos una carrera que se precie de ser considerada la mejor por sus propios organizadores.

Desde las maratonianas para expertos casi profesionales, que requieren de una concienzuda y metódica preparación, a las últimas en disputarse, las que despiden el año y que llegan salpimentadas por todo tipo de especímenes. Sí, digo bien, ejemplares de los que nada se conoce porque llegan ataviados con cualquier tipo de vestimenta para echarse al cuerpo cinco kilómetros y pico con disfraces imposibles, repletos de adornos navideños, disfrazados de personajes de actualidad o con algún tipo de carácter reivindicativo-festivo.

Así pues, por las calles del centro de Cartagena se pudo ver desde astronautas, hasta un grupo de superhéroes, los míticos Simpsons o algún que otro marciano que pasaba por allí en la XXXVI edición del Cross San Silvestre.

Los organizadores de la prueba decidieron premiar a los mejores este año y los que portaron los disfraces más originales no tuvieron que correr más que nadie para subir también al podio. Allí, vestidos para la ocasión pudieron tener su minuto de gloria, que su esfuerzo también merecía la pena para darle a la San Silvestre más color.

En la modalidad de grupos, los premiados fueron, por este orden del primero al quinto: Astronautas, Pelucas Verdes, Superhéroes, Los Simpsons y Los Marcianos.

También hubo trofeo para aquellos que no necesitan a nadie para echarse encima un disfraz y salir a darlo todo por la ciudad. El atleta vestido de cocinero fue el ganador en esta modalidad de disfraces, seguido por: Capitán América, Extraterrestre, un corredor vestido de perejil -muy sano este atleta- y otro que a falta de compromiso decidió disfrazarse de novia y completar una carrera con el traje algo arremangado para no darse de bruces con el suelo.

Por otro lado, un grupo de participantes homenajeó a una chica llamada Miriam recientemente fallecida y entre ellos estaba el padre de la misma, que ocupó su puesto en la línea de salida para colaborar con una silla joelette, que es la que se utilizan en este tipo de pruebas como soporte para los que no pueden participar a la carrera.

La ciudad lució doble fiesta, la deportiva, como todos saben, es un clásico que gana en adeptos. Eso sí, cuando los participantes llegan a la meta, pocos se quedan a la entrega de trofeos. Hay que darse una ducha y vestirse para la ocasión, porque el año nuevo no espera y las uvas tampoco. Así que tras la carrera, un buen brindis por el nuevo año.