En su rincón

La saga bolera

Pedro junto al Aljibón de Fuente Álamo.

Pedro junto al Aljibón de Fuente Álamo. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

La familia de Los Leandro es toda una institución en la villa de Fuente Álamo y en la Región de Murcia, una saga vinculada desde hace dos siglos a la cultura, la música y el baile. Ya en 1869 aparece, en el censo de Alhama de Murcia, don Pedro Leandro Hernández ‘maestro bolero’, también vinculado a Fuente Álamo. Hoy hablamos con su biznieto, Pedro José Leandro Navarro, maestro de primaria de profesión, director del colegio público ‘Nueva Escuela’ y también Maestro Bolero que domina y enseña las hermosas disciplinas del baile, el cante, el trovo, la guitarra, las postizas y hasta el violín. Mi encuentro con el guion y alma páter de la Cuadrilla de Fuente Álamo se produce en un lugar también histórico y emblemático de la villa: el Aljibón de Corverica que data del siglo XIX.

Cuando La Opinión me publica estas líneas se está celebrando la Fiesta de las Cuadrillas de Barranda, con actuación destacada de esta que dirige Pedro José Leandro y que, seguro, será tan inolvidable y emotiva como la del Encuentro, la semana pasada, en Aledo: «Es muy emotivo para mí el actuar con mi mujer y mis hijas en el escenario», me confiesa. No era la primera vez porque ya lo hicieron el pasado 29 de diciembre, cuando su Ayuntamiento le tributó un merecido homenaje a la Familia Leandro. Su hija María Leandro, de 12 años, ya canta en público y su hija Paula Leandro bailó con él con una gracia desbordante. Ambas están aprendiendo guitarra y también quieren, como el padre, dominar el violín. Sin lugar a dudas, la saga continuará por mucho tiempo.

Me apasiona lo que Leandro me va contando de sus antepasados, de cómo alternaron sus oficios con la escuela bolera y sus enseñanzas por varios municipios de la comarca del Campo de Cartagena y Murcia. Me habla de su padre, José Leandro Baños, quien toca la pandereta y que siempre ha sido el animador del grupo; también de su tío Pedro Leandro, El Bolero, que volvió de Francia en 1975 y participó de todo el resurgir en los años 80 del folclore y la música tradicional que encabezaba Manuel Luna en la Región: «La verdad es que todo esto ha sido un milagro, una conjunción de los astros que ha generado tanto arte en varias generaciones de la familia Leandro y que, además, se haya sabido y podido transmitir y crear escuela, que es de las cosas más bonicas. Ya son muchos años, ha sido mucha gente y, por lo que se ve, va a seguir siendo».

Me cuenta que, aunque no tienen documentos, es posible que su bisabuelo tuviera raíces andaluzas y trajera estas músicas y bailes de la zona de Andalucía: «El bolero es una sorprendente fórmula que fusiona fandangos, jotas o seguidillas, con el influjo del bolero de la Corte madrileña, es una música popular pero con importante poso culto, de abolengo. Desde Andalucía se expandió por toda la península, llegando, incluso, al País Vasco, donde muchos han visto su influjo en el conocido aurresku ».

«A mí siempre se me ha dado bien la música, puede que algo lo llevemos en los genes y, por supuesto, lo que hemos vivido en la familia. Empecé con la guitarra a los 4 años, con el Maestro José Torres, aunque no me lo tomé con ganas hasta un año después. En aquellos tiempos todo era muy complicado, no había conservatorios, teníamos que hacer exámenes libres, ir a Cartagena a hacer el solfeo a la Academia, cuando el autobús tardaba una hora en llegar. Después me llamaban «niño prodigio» porque estaba en el Conservatorio de Murcia con 12 años, haciendo el mismo curso que los de 18 años. Luego de hacer Magisterio volví al Conservatorio, también hice el Superior de guitarra y, como sabes, estuve en la Camerata Aguilar y en el Dúo Mengual, que llevaba el nombre de mi maestro Antonio Jaime García Mengual, de Águilas».

Una historia apasionante la de esta familia rara, en el sentido de única y digna de proteger. «Lo del trovo es más reciente. La verdad es que siempre he sido el tapón de la cuadrilla: donde surgía un agujero, me llamaban para taparlo. Como era el crío, siempre tenía que aprender de los mayores a medida que se dejaban el grupo. Aprendí a tocar el violín debajo de una parra, en la casa de el Tío Mariano el Guardia que me fue enseñando todo lo que sabía, hasta que lo tuve que sustituir. Luego nos quedamos sin Guión, pues ahí estaba yo para empezar a cantar. Lo mío ha sido más la improvisación de aguilandos. A bailar aprendí con las clases de mi tío. En la actualidad la Cuadrilla de Fuente Álamo está formada por unas 25 personas, normalmente ensayamos los viernes y los sábados por la mañana damos clases de instrumentos o bailes.»

Me cuenta Leandro, los viajes y actuaciones de la Cuadrilla, así como algunos cursos y charlas que ha impartido sobre la Escuela Bolera, por ejemplo en la Universidad del País Vasco, así como de expertos que han traído aquí para talleres y cursos de especialización, como el profesor, filósofo, músico y etnógrafo Sabin Bicandi Belandia, miembro de AIKO. Y me precisa: «La música tradicional es una cosa seria pero también divertida. Hay quien cree que es algo del pasado, pero siempre se va renovando, es muy actual y cada vez hay más jóvenes que disfrutan de ella. Y no, no es de gente carca, sino para gente de mente abierta e ideologías variadas. Lo que sí puedo asegurar es que en el mundo cuadrillero hay gente muy sabia y reflexiva y, cada vez, con más formación, estudios, carreras y doctorados. Hay una frase que dice Pedro Morata, de Águilas, que me gusta mucho: El truco de asegurar el futuro es que los hijos se sientan miembros de la tribu». 

Terminamos hablando de tradición y vanguardia y de la comarca del Campo de Cartagena y, como se nos ha hecho mediodía, de una fuentealamera de pro: María Gómez, una estrella Michelín con su restaurante Magoga: «Fue alumna mía en el colegio». Lo mejor de cada casa, pues hace tiempo que aprendí que la gente más grande y más sabia es la más sencilla y cordial.