AUTORES SUPERVENTAS

Los Carmen Mola viajan a Cuba para desplegar sus truculencias en su nueva novela, 'El infierno'

En la obra, totalmente independiente de 'La Bestia', la acción se inicia en Madrid tres décadas más tarde, con el personal ya no tan a favor de Isabel II y con el general Prim urdiendo una conjura tras otra

Los Carmen Mola, en la Habana.

Los Carmen Mola, en la Habana. / JAVIER OCAÑA

Elena Hevia

La Habana sin apenas turistas –las agencias han dejado de recomendar el viaje- y enfrentándose a una de las más graves crisis de suministros de la historia –es muy posible que el mes que viene ya no llegue el combustible para sus coloridos pero desvencijados coches-, es el escenario de la presentación del último best-seller de Carmen Mola, ese ente escribidor uno y trino, formado por Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, que reveló su identidad al recibir el Planeta. Si entonces fue ‘La Bestia’, que inauguraba un nuevo estilo carmenmoliano, de carácter histórico-gótico sin renunciar por ello al personal sello truculento o directamente gore, ahora es ‘El infierno’ (Planeta / Columna), una novela independiente totalmente de aquella que se desarrollaba en años posteriores a 1834, un año después del ascenso al trono de Isabel II.

Ahora la acción se inicia en Madrid tres décadas más tarde con el personal ya no tan a favor de la monarca y con el general Prim urdiendo una conjura tras otra, para trasladarse a la perla del Caribe, la isla de Cuba bajo la corona española, el lugar donde refulgían el lujo y el poderío económico pero con un lado oscuro: toda esa riqueza surgía del tráfico de esclavos prohibido en la península pero permitido y alentado en las colonias. Y allí en Cuba, en uno de los ingenios donde la caña de azúcar se cortaba al ritmo que marcaban los látigos, el lector se trasladará al infierno sugerido en el título, en un recorrido que los autores han balizado nada menos que con los círculos de Dante. En el séptimo y último de la novela, el florentino colocó a los violentos y hay mucha violencia, no apta para estómagos sensibles, en ella.  

El XIX como filón

La conversación con los Mola se produce entre el Nacional -un hotel que alojó a Frank Sinatra y Ava Gardner en su luna de miel y donde Lucky Luciano reunió a todos los capos de la mafia para que le rindieran pleitesía- y las calles de La Habana Vieja, la única zona remozada gracias a las subvenciones de la Unesco. En el resto, hay que hacer un ejercicio de imaginación importante para superponer esas calles que parecen Beirut arrasado por la guerra con el fasto que retrata la novela. “Cuando escribimos 'La Bestia' nos metimos de lleno en el siglo XIX –explica Jorge Díaz que de los tres es el más interesado en los aspectos históricos-. Ganamos el Planeta, la novela se vendió y pensamos continuar, seguir esa evolución histórica en un siglo que no nos explicaron bien en el bachillerato, pero resulta fascinante, por sus 40 intentos de golpe de Estado, varias revoluciones y guerras contra Estados Unidos y en África. Por eso nos vinimos a Cuba, con la que España mantuvo una relación intensa”. 

No tienen una relación especial con la isla, pero Agustín Martínez sí atesoraba un librito que su bisabuelo llevaba encima durante la guerra hispano-cubana, de cuando “más se perdió en Cuba”: “Esos libritos incluían canciones con las que intentaban levantar la moral a los soldados. De ahí sacamos las letras de algunas de las canciones que aparecen en el libro. También había poemas y canciones tradicionales e incluso la letra de ‘La Bayamesa’ que luego se convirtió en el himno de los rebeldes independentistas”.   

Colonos semiesclavizados

Aunque se trate de una obra de puro entretenimiento, la novela utiliza las prácticas de la esclavitud en su narración y que recientemente han alimentado otras novelas populares como las de Carlos Bardem y su ‘Mongo Blanco’: “Nosotros no hacemos novelas de tesis ni enarbolamos banderas pero sí hemos decidido contar un pedazo de historia. Luego ya dependerá del lector sacar sus conclusiones”, dice Antonio Mercero que ve una vinculación entre los esclavos africanos y los gallegos y asturianos que trabajaban como colonos explotados en régimen de semiesclavitud –algo que le ocurre a su protagonista- y las actuales redes de tráficos de personas. “No hace tanto –recuerda- que se descubrieron los cuerpos de casi 40 inmigrantes vietnamitas en un furgón de Londres. El viaje de aquellos desgraciados no debió de ser muy distinto del que hicieron aquellos esclavos o los colonos gallegos y asturianos pobres”. 

La inmigración de entonces también tenía, como hoy, sus espejismos. La Habana ofrecía riquezas pero también sus engaños. Díaz recuerda que aunque no aparezca en esta novela era habitual que los inmigrantes españoles más pobres que las ratas que nada más llegar allí alquilasen un traje y mandasen la foto a sus familias que creían en su buena suerte; pero la mentira se perpetuaba siempre porque uno tras otro se retratan con el mismo traje. Es esta Cuba de claroscuros la que sirve de localización terrorífica a la novela en el más puro estilo Mola a través de una serie de asesinatos cuyas pistas son un berbiquí, una cruz utilizada con afán más ofensivo que piadoso y algunos ejercicios de crueldad que dejarían muy satisfecho al bueno de Anibal Lecter. “No podíamos defraudar a nuestros lectores –asegura Díaz, que se confiesa el más amante de las truculencias de los tres-. Nos hemos basado en relatos de Stevenson y en especial en algunos cuentos clásicos góticos del XIX para crear esta atmósfera creciente de terror de la novela mientras la pareja protagonista intenta vivir su amor”. 

Saben que van a vender mucho –ya llevan dos millones de copias- pero son cautos a la hora de pensar en un cierre a esta trilogía. Apenas dan una pista, si los saltos temporales entre una y otra siguen siendo de tres décadas, es fácil que la tercera se sitúe en el 98, un año tan depresivo que a buen seguro será un buen terreno para la tenebrosa Carmen Mola. ¿Quizá en Filipinas? No sueltan prenda.