Festival de Cine de San Sebastián

Víctor Erice: “Sobre mí se han dicho muchas cosas que son falsas”

Este viernes por la noche, justo medio siglo después, vuelve al festival para recibir el Premio Donostia en honor a su carrera el mismo día en el que su cuarto largometraje, ‘Cerrar los ojos’, se estrena comercialmente en España

El Zinemaldia se rinde a Víctor Erice

Agencia ATLAS / Foto: EFE

Nando Salvà

La primera vez que Víctor Erice subió al epicentro mismo del Festival de Cine de San Sebastián, el escenario del Teatro Kursaal, fue para recoger la Concha de Oro por ‘El espíritu de la colmena’ (1973), su debut como director y tal vez la mejor película española de todos los tiempos. Esta noche, justo medio siglo después, volverá a él para recibir el Premio Donostia en honor a su carrera el mismo día en el que su cuarto largometraje, ‘Cerrar los ojos’, se estrena comercialmente en España. “La mitad del cine aplaudía y la otra mitad pateaba, y yo me tomé esa reacción como una prueba de la vitalidad de una película que había sido hecha contra las convenciones de su tiempo”, ha recordado el donostiarra acerca de aquella noche en la que, a los 33 años, empezó a confirmarse ante todo el mundo como un cineasta esencial.

‘El espíritu de la colmena’ empieza con la llegada de un cine a un entorno rural, e incluye una escena en la que la niña Ana Torrent mantiene los ojos totalmente abiertos al descubrir al monstruo de Frankenstein sentada en la butaca del cine; ‘Cerrar los ojos’ acaba justo cuando, devastado frente a la pantalla, José Coronado cierra los suyos; esa conexión ha llevado a buena parte de los críticos que la aclamaron cuando fue presentada hace meses en el Festival de Cannes a dar por hecho que la nueva película representa el adiós artístico de su autor. Erice reniega de esa interpretación. “Los medios han dicho que se trata de una obra testamentaria, y para mí admitir eso significa aceptar que no tengo más horizonte vital que el museo de cera, la jubilación o el cementerio. Comprenderán ustedes que me resista a ello”. 

Asimismo, el cineasta rechaza “la leyenda épica” que se ha construido en torno a su persona a lo largo de los años. “Se han hecho afirmaciones sobre mí que no comparto en absoluto y considero falsas, como esa según la que me he pasado 30 años sin hacer películas”. ‘Cerrar los ojos’ es la primera obra que estrena en cines desde ‘El sol del membrillo’ (1992), y entretanto ha trabajado varias veces el formato corto. “Fuera del largometraje hay vida, verdadera vida, y a veces la mayor vitalidad se da en la periferia del sistema. Pero entiendo que, como dijo John Ford en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, lo que hay que imprimir es la leyenda.

Entre muchas otras cosas, ‘Cerrar los ojos’ es un homenaje al poder del cine. Sus 170 minutos incluyen lamentos sobre el proceso de obsolescencia que el medio está viviendo, alusiones visuales al celuloide, las salas y los gigantescos proyectores, referencias musicales a títulos clásicos y sucesivos argumentos en defensa de la capacidad que las ficciones proyectadas sobre una pantalla grande tienen para organizar la realidad y congelar el tiempo.

“Del proyecto original de los hermanos Lumière solo queda la sala cinematográfica, porque actualmente las películas se producen, realizan y distribuyen de forma totalmente distinta”, ha afirmado hoy Erice con amargura acerca del papel cada vez mayor que el ‘streaming’ desempeña en nuestro consumo audiovisual. “Una verdadera película reclama, como medio natural absoluto, la sala cinematográfica. Ver películas solía ser una experiencia ciudadana compartida, y ahora es algo que tiene lugar en privacidad doméstica; las fuerzas dominantes de la economía y el desarrollo tecnológico han hecho que nos quedemos en nuestro rinconcito con nuestros artilugios. Yo reivindico la experiencia pública”. 

Entre los otros desafíos que el cine afronta, ha añadido, están la ausencia de la formación estética en la educación que se imparte en las aulas y la gran polución audiovisual que existe actualmente, la dificultad de capturar una imagen verdadera entre tanto ruido. En cualquier caso, su diagnóstico respecto al futuro del arte del que él se convirtió en maestro hace tiempo es ambiguo. “Acostumbro a utilizar la frase de un conocido habitante de la cárcel, Antonio Gramsci, que escribió: ‘Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad’”.