Entrevista | Actor

Alfonso López: "‘Los tres cerditos’ se ha convertido en nuestro pequeño ‘Rey León’"

La compañía PupaClown abre hoy la cuadragésimo segunda edición de la Semana de Teatro de Caravaca de la Cruz con una versión del cuento a cargo de Juan Pedro Romera

Alfonso López, durante un momento del montaje de PupaClown.  | L. O.

Alfonso López, durante un momento del montaje de PupaClown. | L. O. / Enrique Soler

Enrique Soler

Enrique Soler

La Semana de Teatro de Caravaca abre el telón de su cuadragésimo segunda edición con una función para todos los públicos: todo un clásico como Los tres cerditos, una aventura que convertirá el escenario en un bosque gigantesco en el que los niños se sumergirán para vivir una experiencia inolvidable.

Se trata de una producción del Centro Escénico PupaClown, proyecto que nace al amparo de la asociación murciana de payasos de hospital, una organización sin ánimo de lucro que desarrolla su trabajo en la Arrixaca desde 1998. Así, la compañía cuenta con un equipo de actores, psicólogos, directores pedagogos y cuentacuentos que un buen día se reunieron para crear un espacio centrado en la integración social infantil y juvenil y una serie de obras como la que hoy llega Caravaca. Para conocer un poco mejor el proyecto y la función que presentan, hemos hablado con Alfonso López, uno de los protagonistas de esta versión del cuento (que también reúne Nicolás Andreo, Beatriz Maciá y Pepa Astillero).

Traen a Caravaca una versión de todo un clásico de la literatura infantil...

Es una función que no pasa de moda. Nosotros llevamos trece temporadas representando esta obra y el público nos la sigue pidiendo; muchas veces decimos medio en broma que se ha convertido en nuestro pequeño Rey León [Risas].

¿Cómo es esta versión de Juan Pedro Romera?

Bueno, lo primero que hay que tener en cuenta es que este cuento viene de una fábula que narrada apenas dura unos cinco minutos. De hecho, la versión de Walt Disney de 1933, que fue tan laureada, dura unos ocho. Así que lo primero que teníamos que hacer era desarrollar la historia de modo que se adaptara a los tiempos medios de una función de este tipo, que suelen ser de alrededor de 50 o 55 minutos (sobre una hora es el tiempo que creemos que se puede mantener sin problemas la atención de los niños). Así que, sin romper la estructura del cuento –que todo el mundo conoce–, había que dar forma a un relato en el que, como es habitual en nuestras producciones, debía haber mucho juego, mucha parte de clown y giños para los adultos. Sobre esas ideas son sobre las que Juan Pedro trabajó; sobre esas y sobre una anécdota que le escuchó al folclorista español Antonio Rodríguez Almodóvar, que decía que el lobo en la versión tradicional española tiraba las casas con el famoso «Soplaré, soplaré», pero que aquí lo hacía a pedos [Risas].

Lo que comentaba antes es importante: lo de asegurarse de que el público mantenga la atención; pero no solo los ‘peques’, también los mayores que les acompañan.

Sí. Esa es la filosofía de Juan Pedro, que también dirige tanto este como otros espectáculos de la compañía. Por suerte, es un maestro en este tipo de cuestiones, en tener pequeños guiños para todo tipo de públicos, también el adulto. Él sabe que quien inicia y lleva al teatro a los niños son sus padres, o sus abuelos, y si ellos no se lo pasan también un poco bien es complicado arrastrarles a ver la función.

Es curioso: al teatro familiar uno siempre vuelve, ya que primero va de niño, luego lo hace cuando es padre e incluso se ven muchos abuelos con sus nietos en sus funciones.

Es verdad, es un bucle maravilloso. Y este cuento lo tiene todo para que así sea, ¿eh?, para atraer a los mayores –que lo conocen de sobra– y a los pequeños, que incluso lo trabajan en el colegio; de hecho, nosotros cuando hacemos campañas escolares en el Centro Escénico PupaClown y Los tres cerditos es, de lejos, nuestro espectáculo más solicitado. Y sí, vienen con los colegios cuando tienen entre 3 y 5 años, luego, cuando son un poco más mayores, a las sesiones abiertas que hacemos los fines de semana, y... estoy seguro de que algunos pronto volverán con sus hijos.

Por cierto, nació PupaClown y, posteriormente, el centro escénico de la compañía, en Murcia, que no solo es un teatro, sino también un espacio en el que se trabaja por la integración infantil y juvenil.

Sí. El origen del proyecto está, digamos, en los payasos de hospital, que siguen realizando su labor en el área materno-infantil del hospital Virgen de la Arrixaca. Esa es una de las dos patas de PupaClown, en pie desde el año 1998; y la otra es este espacio, que abrimos en 2010.

¿Qué frentes tienen abiertos en la actualidad? Más allá de esta función, claro.

Pues ya hemos cerrado la campaña escolar y estamos pensando ya en el próximo curso, en la nueva programación. Porque en el Centro Escénico PupaClown no solo se representan obras nuestras –ahora mismo tenemos siete espectáculos en cartera, por cierto–, sino que por nuestro escenario pasan compañías de toda España, tanto de teatro infantil como de circo y magia.

Y cuentan con el respaldo, no solo del público, sino también de las instituciones, que han reconocido su labor en incontables ocasiones; una de ellas, quizá la mas importante, hace unos años, cuando recibieron el Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia.

Aquello fue un espaldarazo tremendo tras casi 25 años de trabajo. Estuvimos en Madrid, en el Museo del Prado, donde tuvo lugar la entrega de premios y recibimos el nuestro de manos de su majestad el rey. Lo guardamos con mucho orgullo. En aquel acto recuerdo que se comentaba que estábamos gente de la cultura que hacemos «cosas innecesarias, pero que son imprescindibles», una contracción maravillosa que deja patente la importancia de la cultura en nuestra sociedad.

Algo que ha quedado muy patente en este tiempo de pandemia...

Durante esos dos años caímos en un pozo muy profundo, pero también sirvió para reivindicar y visibilizar la importancia de quienes nos dedicamos al arte, y de cómo es imprescindible en nuestro día a día; de hasta qué punto la cultura es realmente lo que alimenta el alma.