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Óbito

Carlos Saura: ‘Pajarico’ y la Murcia de su niñez

Saura saldó con este filme una deuda pendiente con su padre, nacido y criado a orillas del Segura

Carlos Saura: ‘Pajarico’ y la Murcia de su niñezEFE/KOTE

Carlos Saura recordaba con gran cariño los días que pasó en Murcia durante su niñez. Esta era la tierra de su padre, y en ella conservó familia durante años; una familia peculiar, pero cariñosa y sumamente inspiradora para el (entonces) futuro director. «Un tío mío, que era pintor, me llevaba en bicicleta a la huerta por caminos de tierra. Allí, con su atril y sus herramientas, trabajaba, y recuerdo que iba en pijama. Los días de fiesta, en Murcia, la gente andaba en pijama porque decían que estaban más frescos», relataba el realizador en una entrevista para El País en el ‘96. Lo hacía en relación con el estreno de su último filme, Pajarico, libremente basado en aquellos recuerdos de niñez.

El laureado cineasta, fallecido este viernes a los 91 años –apenas un día antes de recibir el Goya de Honor de la Academia del Cine Español–, sentía aquella película como un homenaje a su padre; más todavía: como una deuda pendiente con su progenitor, que era «muy murciano». «Siempre quise hacer algo sobre el Levante: la luz, el calor, la siesta, las terrazas, el olor del azahar..., cosas que me han dejado poso, imágenes recurrentes. Esta cinta –por Pajarico– ha sido la liberación de aquellas imágenes», contaba en otra charla, esta con el diario El Mundo. ¿Y quién mejor que su buen amigo Paco Rabal, el más ilustre intérprete que ha dado esta Región, para encabezar el reparto?

El 17 de octubre de 1996, en el Malecón rodaje de "Pajarico"

Decía Saura que Paco, pese a haber viajado por todo el mundo, conservaba «ese aire de pueblo»; que con sus palabras, con sus anécdotas, transportaba al oyente a aquel paisaje que el aguileño nunca abandonó. Por eso le entregó a él el papel más importante de la película (que no el protagónico). Porque la cámara a quien seguía era al joven Alejandro Martínez –Manuel, en el filme de Saura–, que a sus 10 años había sido enviado con su singular familia a Murcia para alejarle de los trámites de separación de sus padres. Allí, el infante, criado en Madrid, en la gran capital, descubría la sensualidad mediterránea, como hiciera el director décadas atrás.

Al chico, decíamos, era a quien seguía la cámara del realizador aragonés, pero quien la atraía era Rabal. El de la Cuesta de Gos –que ganó su único Goya con, precisamente, Goya en Burdeos (1998), de Saura– tenía eso, ese magnetismo, esa magia, y por eso fue el encargado de encarnar la moraleja del filme. «El mensaje de Pajarico yo creo que está en el personaje de Paco –decía Saura en la citada entrevista, con Rocío García–. Hay algo en él que me gustaría hacerlo mío, que es la aceptación de la vida en todas sus dimensiones, hasta en la hora de la muerte. Deberíamos ser así, ¿verdad? Ese final tan rápido quiere decir: la muerte forma parte de la vida». Una muerte «plácida, sin aspavientos, rodeado de amor; ‘murió como un pajarico’», apuntaba la periodista. «Y eso se dice mucho en Murcia», apuntaba Rabal.

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